El chef Hans Pueller es un apasionado por la cocina. Su mente viaja por diferentes sabores cuando cierra los ojos y eso es trasladado a innumerables creaciones de sabores que no probarás en ningún lugar. Así se lee en su carta de presentación y lo cierto es que no exageran. Abrir las puertas de su casa para que sepas lo que es comer de manos del mismo chef es su nueva aventura.
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En Magdalena, en un acogedor departamento, se cocina algo delicioso. Pero nadie lo sabe. Solo los invitados del chef Hans Pueller, quien se inventó lo de la cocina clandestina para abrir las puertas de su hogar a selectos comensales.
La experiencia se inicia llena de misterio hasta que aparece Hans con su gran sonrisa y te hace sentir como en casa.
“La cocina es arte. Es una forma de expresarse; es magia”, dice entusiasmado Hans, delante de su equipo de trabajo, mientras acerca a la mesa un tiradito andino. Este será un viaje lleno de estallidos de aromas, texturas y sabores. Lo advierte el chef, quien cuenta que su propuesta ha tenido gran acogida, a tal punto que ya tiene reservas llenas hasta mayo. La gente llega a Cocina Clandestina a través de las redes sociales, y el boca a boca.
El comensal y su acompañante no conocen dónde será la cita hasta minutos antes de concretarse la reserva. No hay pistas. Solo intuiciones. Como su exquisita carapulcra a la peña o el espléndido arrisotado a los tres quesos y el sublime cebiche ahumado. La carta es de autor y es exquisita: cremoso de locro con pasta acaramelado, tapas de pez al panko y para cerrar un mouse de plátano en dulce de leche y chocolate.
Es grato ir comiendo y que el chef sentado a tu lado te explique cómo preparó ese plato, cómo consiguió los insumos, cómo hizo magia en la cocina. Este compartir es enriquecedor, sobre todo para los amantes de la cocina, que tienen a un verdadero maestro delante. La degustación en siete tiempos te deja más que satisfecha. Para volver.
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