Las parejas se organizan y, antes de seguirla en casa de alguno de los jaraneros, deciden, con la colaboración del amigo elegido, ir tras los mejores levantamuertos de la ciudad. Después de breve búsqueda virtual, convienen dirigir sus apetitos al huarique acordado por la patota. Los establecimientos preferidos siempre fueron los que poseen de especialidad a los pescados y mariscos; un cebiche bien picante para el más alegre, una parihuela cangrejera para quien desea quitarse el sueño, un sudado de pescado con harto jugo para los conocedores, un chilcano de cola y cabeza para el enamoradizo. También hay hueveras a punto de chicharrón con criolla, escabeche “borrachito”, es decir, macerado desde el día anterior, chupín endiablado de tramboyos cabezones, en fin una variedad increíble de productos y sabores… y seguía la jarana en casa, con la radiola a todo volumen y en donde ya se organiza, previa chanchita, el arroz con pato, el lomo al jugo, los anticuchos o el pollito a la brasa…