Nueve días permaneció sedada. Era la única forma que encontraron los médicos para que , de 31 años, no sufriera por el intenso dolor de las heridas abiertas que tenía en el 80% de su cuerpo.

Nueve días estuvo conectada a un respirador artificial, porque sus pulmones se llenaron de combustible, el cual fue arrojado por su ex cuñado, Esneider Estela Terrones, de 22 años, la noche del viernes 29 de junio, para quemarla.

Nueve días en los que el personal médico de agotó todas las opciones para estabilizarla. Desafortunadamente, la agresión que sufrió, además de las quemaduras, le provocó insuficiencia respiratoria y, por la exposición de las heridas, contrajo una infección antes de arribar a la capital.

Finalmente, ayer, su cuerpo no soportó más y su corazón se detuvo. A las 12:50 a.m. del domingo acabó su pesadilla en el área de Cuidados Intensivos de la Unidad de Quemados del hospital Guillermo Almenara, en .

Luis Bromley, director del hospital Almenara, explicó que el corazón de Juanita se detuvo por una infección generalizada –septicemia– y por la insuficiencia respiratoria, pues sus pulmones estaban quemados.

Se le practicaron tres escarotomías, cirugías de alta complejidad para retirar el tejido quemado. En estas intervenciones es necesario descubrir la piel por completo para remover, con bisturí, las escaras, las cuales se adhieren al cuerpo como una especie de coraza dura”, detalló a Perú21.

Cerca del mediodía, el cadáver de la mujer –una víctima más del salvaje machismo– salió del nosocomio rumbo a la . Su familia, que en todo momento estuvo acompañada por personal del Ministerio de la Mujer, guardó silencio. A la una de la tarde, salió al Grupo Aéreo N° 8. De allí, partió a , donde es velada.

Los motivos que llevaron a Estela a cometer tan atroz acto poco importan. Lo real–y lamentable– es que a Juanita la quemaron, le arrebataron la oportunidad de continuar con su vida y de criar a sus tres hijos, de uno, 14 y 9 años, quienes no merecían ser castigados de esta manera.

Nueve días han pasado desde la noche en que Juanita salió de su casa para trabajar, sin imaginar que esa sería la última vez que caminaría por las calles de su natal Cajamarca.