Redacción PERÚ21

redaccionp21@peru21.pe

La muerte en el cementerio Nueva Esperanza, en Villa María del Triunfo, tiene olor a vida, a cerveza, y a fritura. El camposanto más grande de América Latina es parte de un ritual del Día de Todos los Santos. Los que llegan aquí no siempre van a dejar flores o rezar. Muchos hacen 'turismo' entre los nichos y el polvo, otros aprovechan para vender lo que puedan, y otros van de compañía porque en este espacio de tierra y cemento se goza como si fuera el último día de tu vida. 

Son 60 hectáreas para más de un millón de nichos. Desde lo alto del cerro colindante parece una ciudadela de juguete: de casas pequeñitas alumbradas por velas, adornadas de flores, y con pequeños grupos de cantantes en un lado y otro. Es considerado segundo camposanto más grande del mundo detrás de Wadi-us-Salaam, en Iraq. En 1961 se levantó sin ninguna precisión arquitectónica. Solo apareció y creció.  Fue creado, dicen, con la finalidad de ser usado por los migrantes.  Así formó su identidad. Y se hizo, sin que nadie lo planeara, un atractivo turístico. 

Está dividido en varias zonas como Huancaínos, Eucaliptos, Quinceañeras, Los Ficus, Niños, Minas de Agua, Santa María y más. Los vigilantes dicen que Huancaínos es el sector  más concurrido y de más fiesta. No solo en esta fecha hay una multitud dispersa que baila, bebe y come. Los domingos también son una fiesta, y los feriados también. Llevan polladas, cajas y cajas de cerveza, comida típica y todos los recuerdos para que la muerte no se sienta.