Redacción PERÚ21

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Por Jaime Cabrera Junco en Twitter

Alguna vez tuvo el aspecto de un rock star. Al menos esa impresión tuve cuando en el año 1999 lo vi en la presentación de su novela El viaje interior. Luego, aquel joven de la cabellera larga y con muchas pretensiones 'desapareció' literariamente tras la publicación de La disciplina de la vanidad (2000), pero a través de su programa de televisión Vano oficio cobró notoriedad mediática. Iván Thays (1968) acaba de publicar una novela juvenil El orden de las cosas (Alfaguara) y ese fue el pretexto para conversar con él.

En La disciplina de la vanidad uno de los personajes dice "La literatura en este país vale un cuerno". ¿Crees que eso ocurre realmente aquí?No, no. Yo creo que vale más de lo que uno valora. Lo que ocurre es que la comprensión de la lectura en los colegios está mal enfocada y la industria del libro se ha vuelto conservadora, pues no quieren dar el salto a la tecnología.

¿Alguna vez pasó por tu cabeza la idea romántica de solo dedicarte a escribir?No, porque uno es realista con el país. Sabes perfectamente que ni siquiera un escritor como (Mario) Vargas Llosa puede dedicarse exclusivamente a escribir. Realmente hay que tener muy poca pretensión para pensar que escribiendo vas a tener una vida como quieres.

Entre La disciplina de la vanidad, una de tus mejores novelas según reconocen incluso aquellos a los que no les simpatizas que no son pocos hasta Un lugar llamado Oreja de Perro pasaron ocho años. Decías que en ese lapso pasaron muchas cosas, entre ellas la separación de tu esposa y de tu hijo. ¿Esto último fue determinante para esa suerte de parálisis literaria?Sí, así es. Cuando escribí La disciplina de la vanidad tenía 30 años y me encantaba la metaliteratura, estaba obsesionado con los temas sobre escritores, pero luego la vida me mostró que lo metaliterario no era lo que yo había venido a escribir a este mundo. Estuvo bien cuando era joven, pero luego tuve ganas de escribir algo que portara un mensaje o que dijera algo sobre las cosas que pasan, pero no con un compromiso ideológico.

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