Redacción PERÚ21

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La belleza de Dolores Camarena González, más conocida como 'Lolita', resplandecía en 1980, año en el que se apoderó de la corona de Señorita Chihuahua y ocupó el cuarto lugar en el Miss México.

Su hermosura atrapó a muchos hombres, pero a uno en especial: Armando Olivares Cervantes, un comandante de la Policía Federal que era parte de la cúpula del naciente Cártel de Juárez. Su poder y dinero la conquistaron cuando lo vio en aquel lujoso automóvil último modelo.

Allí empezaría el final de la reina. Años después fue condenada a 200 años de prisión por lavado de activos en Estados Unidos tras comprobarse 58 depósitos en bancos texanos realizados por ella.

Solo cumplió 5 años de condena y luego desapareció de la escena pública.

Este ejemplo de una reina atrapada en un laberinto debido a su relación con un narco no sirvió para otras soberanas.

En México es conocida una fase que dice 'huele a pólvora' y se refiere a las mujeres bellas que son como un imán para los narcos, quienes las protegen, seducen, encubran y las llevan a un trágico final como ocurrió con Ernesto Fonseca Carrillo 'Don Neto', fundador del Cártel de Guadalajara, y Ana Victoria Santanares, quien a sus 18 años fue elegida'Nuestra Belleza Sinaloa 1967'.

Pero la relación apenas duró 4 años pues el Fonseca Carrillo quiso salvar la vida de los dos hijos que tuvo con ella, que luego se casó con un empresario y se fue a vivir a Colombia.

Arturo Santamaría, investigador de la Universidad Autónoma de Sinaloa, escribió libros como 'De Carnaval, reinas y narcos' y 'El culto a las reinas de Sinaloa'. Entre las anécdotas que cuenta Santamaría en sus libros, se encuentra la historia del famoso narcotraficante Manuel Salcito, conocido como 'El Cochiloco', quien se encaprichó con Rosa María Zataráin.

Embelezado con ella, impuso con la ayuda de varios pistoleros que la muchacha fuera coronada como la reina de belleza de carnaval de Mazatlán, en 1988.

También rememora la historia del narcotráficante Rafael Arellano Félix, uno de los fundadores del Cártel de Tijuana, quien secuestró en 1990 a Rocío del Carmen Lizágarra, de 18 años, y reina del Carnaval de Mazatlán.

A la fuerza se la llevó a Jalisco, se casó con ella. Meses después, la reina escribiría una carta en la que decía: "acepto con resignación el camino que me ha deparado el destino... logré ser feliz de alguna manera al final de mi camino".

En 1993, el capo fue apresado en México y en 2008 murió asesinado de un disparo en la cabeza y el tórax realizado por un payaso que se coló en una celebración familiar.

De Rocío no se supo más.

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