El intérprete de "Dar es Dar", Fito Páez cuenta con nueve premios Grammy Latino. (Foto de Valeria Macon / AFP)
El intérprete de "Dar es Dar", Fito Páez cuenta con nueve premios Grammy Latino. (Foto de Valeria Macon / AFP)

lo tiene todo para ser considerado una leyenda del rock en español. Le faltaba el Grammy, pero hasta eso quedó saldado cuando el domingo recibió el premio y vivió un “huracán” que, según cuenta a Efe, coincide con uno de sus momentos de mayor plenitud: “Lo único que quiero es no transformarme en una estatua viviente”, advierte huyendo de los aires de divo.

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“Yo salgo corriendo del ícono, la leyenda, todo eso... He conocido infinidad de artistas, escritores, músicos o compositores que andan con unos aires... ¿viste? Y la vida dura muy poco, se va muy rápido. Lo importante está en otro lado, no ahí”, expresa el prolífico cantautor argentino, que el sábado pasado cumplió 58 años.

Al día siguiente, el bombazo: tras contar ya con nueve Grammy Latinos, por primera vez se le concedía uno norteamericano, al mejor disco latino de rock o alternativo por su último álbum, “La conquista del espacio”, el vigesimocuarto de su carrera: “Fue un huracán que pasa por tu casa... te empieza a sonar el teléfono y no para nunca. Es todo amor”, señala el también escritor y cineasta.

Y es que ni la cultura ni el público norteamericanos le son ajenos. Primero porque ya de chico su padre le descubrió lo más granado de su música, en la que se fue adentrando cada vez más con el paso del tiempo, y segundo por las veces que en sus cuatro décadas de trayectoria ha actuado o grabado discos allá con figuras de la talla del productor Phil Ramone.

“Cuando a uno lo aceptan, lo reconocen y te invitan a tomarte un trago en su casa, siempre es reconfortante”, reconoce.

“UNA MONTAÑA RUSA DE EMOCIONES”

Más allá de la gratitud por los premios, los países visitados y el éxito de himnos como “Mariposa tecknicolor”, “11 y 6” y “Llueve sobre mojado” -esta junto a Joaquín Sabina-, el artista, que dio sus primeros musicales en su Rosario natal a fines de los 70, se concentra en el presente y ya tiene tarea “de acá a dos o tres años por lo menos”.

Durante la pandemia terminó de escribir un largometraje, compuso un álbum que grabará en julio y preparó otro disco instrumental para orquesta sinfónica basado en la obra “Los siete locos” del escritor argentino Roberto Arlt.

Pero también engordó 10 kilos -dice entre risas- por los cinco meses que pasó sentado escribiendo su biografía: “Y eso sí fue un huracán, una montaña rusa de emociones: lloraba, reía, me excitaba, me ponía eufórico, me deprimía, decía... ‘esto es una porquería’, y al otro día me parecía una genialidad”, afirma.

El libro, elaborado en su mucho tiempo en soledad -”porque gran parte de mi labor al estar fuera de los escenarios es en soledad”, recalca-, se publicará previsiblemente este año, al tiempo que Netflix prepara una serie de ficción sobre su vida con el nombre “El amor después del amor”, disco que publicó en 1992 y que es el más vendido del rock argentino.

Una época aquella de “gran plenitud” que le marcó para siempre: “Hermoso momento muy parecido a este (pero) sin hijos, más joven. Un gran momento junto a Cecilia Roth, con quien fuimos pareja muchos años y tenemos a Martín”, recuerda.

“Pensaba que esos momentos no se vuelven a repetir. Y bueno, ¡sí se vuelven a repetir! De otra manera, pero las cosas con un poco de suerte pueden cumplir un periodo cíclico”, revela respecto al momento actual, ya en su madurez.

EL “CANALLA ROSARINO”

Con todo, asume que lo mejor que le puede ocurrir es que sus hijos -tiene dos- “estén bien, sanos y plenos”: “A partir de ahí uno puede construir cualquier torre, por lo menos para mí. Todo lo demás está en consonancia.

“Espero que sí”, contesta cuando se le pregunta si sus hijos presumen de él: “Creo que no soy tan buen padre como me pintan ni tan malo...”, afirma, y recuerda cómo al poder llevárselos a las giras pudo pasar mucho tiempo con ellos y criarlos juntos.

Ahora, 40 años después de empezar a hacer historia en el rock hispano, aquel pibe “de clase media-baja” que tuvo que enfrentar “muchas dificultades económicas y afectivas” -perdió a su madre cuando era bebé y su abuela y tía fueron asesinadas en los 80- sigue creyendo en “la voluntad y la suerte”, pese a los errores, lejos de ser “estatua viviente” y con la llama encendida de la creatividad.

“¿Cómo te gustaría ser recordado?”, le pregunto para terminar. “Como un canalla rosarino”, responde con su sempiterna sonrisa.

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