Redacción PERÚ21

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Por Jaime Cabrera

Si hubiera escrito la historia de un pintor o un escritor no se hubiera armado tanto alboroto. Sin embargo, su novela se marqueteó como la primera sobre el boom gastronómico y allí empezó todo. Gustavo Rodríguez es un buen publicista y esta es una de esas campañas que nunca planificó. Veremos si, parafraseando una frase presidencial, los lectores vienen solos.

"Algo anda mal en un país en el que los chicos saben más los nombres de sus cocineros que de sus escritores", reflexiona Gustavo Rodríguez sobre las petardeantes muestras de patrioterismo que surgieron hace unas semanas a raíz de una columna de opinión que criticaba a nuestra gastronomía. Cocinero en su tinta (Planeta, 2012) es su cuarta novela y esta no es precisamente una oda a nuestra cocina. Entonces,¿cuál es el cau-cau de esta obra? Aquí algunas respuestas.

Ninguna de tus anteriores novelas tuvo tanta publicidad como Cocinero en su tinta. ¿Iván Thays ha sido tu mejor publicista?(Ríe) Ha sido un publicista involuntario. No imaginé todo lo que ha pasado aunque creo que Iván sí imaginaba que su opinión sobre la comida peruana podría causar tanto resquemor.

No podrás negar que por el título de la novela calculaste que esta no iba a pasar desapercibida…Si la novela se llamara Gastón calato, sí, pero en realidad todo el revuelo que se ha originado fue externo a la novela.

¿No crees que más que orgullo por nuestra comida lo que ha revelado esta controversia ha sido que la tolerancia es un plato que aún no podemos digerir?Totalmente de acuerdo. Toda idealización desnuda facetas negativas en quien idealiza. Bertolt Brecht decía "Desgraciado el país que necesita héroes", bueno, nosotros somos parte de esos países que necesitan algo nacional que admirar. Esa es la manifestación de que somos una sociedad en formación, que todavía no alcanza la madurez. Somos como ese adolescente que le tocas al ídolo que adora y reacciona apasionadamente. Pero bueno, yo soy optimista y espero que sea parte de un proceso en el que dejemos de ser un país adolescente.

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