Redacción PERÚ21

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Jaime Cabrera Junco@edgarcajun

(Lima, 1949) es un escritor que ha hecho del lenguaje sencillo y directo una bandera. Lo notamos en cuentos entrañables como Malos modales, Taxi driver sin Robert De Niro y Bicho raro; y en sus novelas Caramelo verde, Puta linda o El peruano imperfecto. En su prosa no hay afectación ni barroquismos, hay historias. En unas, narrador y autor se fusionan; en otras los personajes tienen su origen en los marginales de esta ciudad: el cambista de dólares involucrado con el narcotráfico, el taxista que adormece y 'vende' a sus pasajeros, y la prostituta orgullosa de su oficio. Al ingresar en su casa de Miraflores, el escritor, de un metro noventa de estatura, me recibe con una amabilidad que no conjuga con la mala fama que le han hecho. Se le nota relajado y dice que ahora tiene mucho más tiempo para escribir y que en el colmo de la buena suerte vive muy cerca de las oficinas de , la revista que actualmente dirige. Empezamos la conversación.

El responsable de su pasión inicial por la lectura fue su abuelo. Él le leía historias de aventuras hasta que un día le contó un relato a medias y le dijo que si quería saber qué seguía tenía que ir a buscar el libro en la biblioteca.Sí, en efecto. Era una época muy diferente a esta y no había televisión. Estábamos a fines de la década de 1950 y yo tenía unos nueve o diez años. Gracias a mi abuelo, que me hizo esta 'trampa', empezó mi afición y voracidad por la lectura. Luego me repitió este truco hasta que me dio un libro y me pidió que se lo leyera. Se lo leí e iba modificando el relato, y por primera vez fui inventando una historia a la medida y gusto de mi abuelo. Además había otro factor, y es que a los 8 o 9 años veía que en mi casa a partir de la tarde todos estaban leyendo en distintos ambientes. Mis abuelos, mi madre, mi hermano mayor leían, entonces para mí este silencio era muy misterioso y me dio mucha curiosidad. Cuando mi abuelo me empezó a contar estas historias es cuando se completa el círculo.

¿Y de dónde le vino el impulso de querer escribir?Vino de muchas cosas. Yo no supe tan temprano que quería ser un escritor, no me di cuenta de eso con claridad. Aunque a los 12 o 13 años era un lector de uno o dos libros por semana, lo que en realidad quería ser era torero. Iba a los toros con mi abuelo, con mis tíos y mi hermano mayor y me fascinaba ese mundo, la cercanía del peligro. Mi drama, mi gran frustración, fue que empecé a crecer y me convertí en un muchacho muy alto, de un metro noventa, y eso no funciona para el mundo de los toros. Porque si eres muy alto el toro se ve como un pericote y no transmite sensación de peligro. Después de esta frustración me puse a escribir un cuento sobre un torero, sobre el torero que no pude ser. El cuento fue muy malo y lo rompí.

Aunque ha publicado algunas novelas dice que se considera esencialmente un cuentista, ¿por qué?El cuento fue el género que más me fascinó. Primero, porque me parece muy difícil, requiere de una capacidad de síntesis bastante particular. Segundo, porque son historias que comienzan y terminan y tienen un efecto en la memoria más perdurable, uno se queda con la idea del cuento. En la novela es más complejo, el escritor necesita 200 o 300 páginas para persuadir al lector sobre una realidad. En el cuento se necesitan 10, 15 o 20 páginas y a veces menos. Pienso que el cuento es un género cautivador, hechizante, para mí el mayor de los géneros literarios.

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