“Todo empezó hace tres años. Desde 2013, la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura) expuso que hay insectos que tienen un gran valor nutritivo y su consumo tiene un bajo nivel de contaminación. A raíz de esta información, iniciamos con la crianza de dos tipos de grillos. Pese a que se trata de insectos más comunes, su crianza no era tan sostenible. Hicimos una barra prototipo, pero con el tiempo cambiamos a larvas como ingrediente principal, porque su crianza era menos complicada. El producto que tenemos ahora es resultado de diez pruebas que hicimos”, cuenta Lama, quien es ingeniero agrónomo.