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Redacción PERÚ21

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En la Cuarta Conferencia Mundial de la Mujer en Beijing (United Nations, 1995) se definió una plataforma global de acción para la equidad de género y empoderamiento de la mujer y se reafirmó el compromiso de desarrollar plenamente el potencial femenino dentro de la sociedad.

Uno de los principales objetivos establecidos en la conferencia comprende la participación equitativa de la mujer en el acceso a la educación y a las actividades económicas de sus respectivos países. En este contexto, uno de los principales retos de CADE por la Educación 2015 es evaluar la formación de capital humano capacitado, tanto hombres como mujeres, para asegurar el crecimiento sostenido de nuestro país y las exigencias de este frente a los niveles de competitividad internacionales.

En el Perú, las mujeres comprenden el 44% de la población económicamente activa (INEI, 2015). El análisis de la tasa de participación femenina en la fuerza laboral es importante, ya que, en el caso femenino, incide no solo sobre el potencial humano disponible, sino que un aumento en la tasa de participación contribuye al crecimiento económico y seguridad financiera (Pagés y Piras, 2010). Si bien se observa una participación de la mujer en el mercado laboral, esto no implica, necesariamente, que haya una equidad en términos de calidad de empleo, dado que las mujeres tienen una mayor probabilidad de acceder a empleos clasificados como vulnerables y todavía existe una brecha salarial importante entre hombres y mujeres.

Uno de los factores más importantes relacionados con el incremento de participación femenina en la fuerza laboral y la reducción de la brecha salarial es el nivel educativo que pueden alcanzar, así como la disminución en la tasa de fertilidad. La necesidad de formación educativa se presenta más próspera cuando es especializada y constante, como es el caso de las mujeres ejecutivas, donde este tipo de formación es un factor clave para la confianza y seguridad que poseen para lograr escalar hacia puestos ejecutivos importantes (Nichols & Kanter 1994, Flanders 1994 y Wentling 2003).

Específicamente, las mayores competencias demandadas para las posiciones ejecutivas están relacionadas con habilidades de liderazgo, perspectiva global, visión estratégica, capacidades de comunicación verbal y escrita, pensamiento crítico, habilidades de negociación, administración de crisis, inteligencia emocional y capacidad de trabajar en equipos multiculturales. Asimismo, se esperan importantes competencias relacionadas con la tecnología, responsabilidad social, mejoramiento continuo, compromiso con la sostenibilidad y responsabilidad ambiental.

Es en ese contexto que el aumento significativo de la participación laboral femenina se convierte en el desencadenante de nuevas y más rigurosas exigencias de competencias y capacidades que debe poseer una mujer para la empleabilidad, donde la educación resulta ser la fuente más importante para lograr estas competencias.

POR: BEATRICE AVOLIO ALECCHI. Miembro del Comité CADE por la Educación – directora académica Centrum Católica

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