Marilú Martens, la ex ministra de Educación, es la nueva directora de la ONG CARE Perú.
Marilú Martens, la ex ministra de Educación, es la nueva directora de la ONG CARE Perú.

Hoy se cumplen 100 días del estado de emergencia por la . Y en 100 días, desde el aislamiento social, Marilú Martens ha vivido varias emociones: nació su nieta, falleció una persona muy cercana y cambió de trabajo. Desde hace dos meses, es la nueva directora de la ONG CARE Perú, organismo que trabaja en 95 países. “No ha sido fácil adaptarse”, dice al otro lado del teléfono.

Esta tarde será parte del primer conversatorio virtual: ‘Mujeres del campo’, donde se discutirá sobre cómo, en el espacio rural, las deben cumplir un rol igualitario y clave para el desarrollo del Perú. También estarán el ministro de Agricultura, Jorge Montenegro; la ministra de la Mujer, Gloria Montenegro, y Luis Montoya, en representación de PepsiCo. A las 5 p.m. Para acceder a la charla ingrese a la cuenta de Facebook CAREenPeru.

Su primer trabajo fue como profesora de educación especial en un colegio público de Jesús María para niñas y niños sordos. Tenía 19 años, estaba en la universidad, cuando tal vez no imaginaba que años más tarde sería ministra de . “Siempre busqué aportar en el desarrollo”, agrega.

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-Cambiar de trabajo en plena pandemia es un doble reto.

Es un reto grande. Pero hemos logrado salir a adelante, estamos trabajando, impactando en la mejora de la calidad de vida.

-Uno de los sectores en los que CARE está enfocado es el agrícola. ¿Cómo ha impactado la pandemia a los campesinos?

Se estima que se han perdido alrededor de 6 mil millones de soles en la agricultura en el Perú, lo que es un gran impacto. Es un dato de la Comisión Nacional Agroperuana. Las familias más afectadas son las que cuya actividad económica es de subsistencia familiar.

-¿Cuál es el perfil de esas familias más afectadas?

Nuestro enfoque desde CARE es la mujer. Tenemos el espacio ‘Sembrando ideas para cosechar desarrollo por las mujeres del Perú’, donde queremos visibilizar que en el país hay dos millones de mujeres que trabajan en el sector agropecuario, que representan el 31% de la fuerza laboral agrícola. Y muchas de esas mujeres no tienen acceso a financiamientos, a la tenencia de la tierra, a capacitación, a los mercados. Queremos visibilizar esa realidad.

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-Hoy está en el centro del debate el empoderamiento femenino, pero tengo la impresión de que nos hemos enfocado básicamente en la mujer citadina, y nos hemos olvidado un poco de la mujer del campo, cuya situación debe ser más crítica.

Para empezar, es la población más vulnerable. Hay muchos estereotipos de machismo. Por eso trabajamos con un aliado muy importante con el cual tenemos un programa global, que es PepsiCo. El programa se llama ‘Ella alimenta al mundo’. Aquí lo trabajamos en Lima, Ica y Piura. La idea es beneficiar a las mujeres agriculturas. Lo que se quiere es reducir la desnutrición crónica y la anemia en niños y niñas menores de cinco años; trabajar para incrementar los ingresos económicos familiares y también queremos que el empoderamiento económico de la mujer le permita acceder a servicios empresariales. La idea es desarrollar capacidades, conocimiento en las mujeres para el consumo de alimentos nutritivos, buenas prácticas de saneamiento, agua segura, buenos hábitos de higiene. También trabajamos en el incremento de sus ingresos de manera sostenible e inclusiva. Y fortalecemos a las autoridades locales, para que ellos sepan por qué es importante empoderar a la mujer en el campo.

-En Lima el 31.7% de las mujeres se dedica a la agricultura. Es una cifra importante y que poco se conoce.

Y en Ica es el 68.6% de mujeres. Yo he trabajado mucho en Ayacucho y allá el 60% de la población se dedica a la agricultura. Es el espacio productivo que acoge a la mayoría de la población económicamente activa del Perú.

-Representa tanto y la hemos atendido tan poco.

Está muy empobrecida y requiere de mucho trabajo, de muchos recursos económico y tecnológico. Tenemos otros programas también en Cañete, donde las mujeres producen, pero no tienen mercado dónde vender.

-Es otro problema que nos ha estallado en la cara: no tenemos mercados adecuados.

A partir de esta crisis, de este aprender a nadar en el océano, tenemos que sacar buenos aprendizajes para buscar el desarrollo más rápido. Y uno de ellos es la tecnología, que nos ha permitido no parar en todo. La tecnología nos demuestra que es ese canal que necesitábamos para tener más velocidad en el cierre de brechas. Pero sí es importante que la tecnología se democratice y llegue a todos.

-Al campo no está llegando la tecnología.

La zona rural es donde el Perú tiene la mayor deuda.

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-¿Cómo debe ser la mujer campesina del futuro?

Una mujer que vive en un mundo justo, con las mismas oportunidades. La mujer campesina es capaz de ganar el sustento, de aportar al desarrollo del país, pero las condiciones deben ser las mismas para todos.

-Usted también es experta en educación. Pese a los esfuerzos, ¿es un año perdido?

Eso del año perdido lo cuestiono bastante, porque lo importante no es estar presente en un horario, lo importante es desarrollar competencias. Hemos desarrollado y aprendido otras cosas. Hay que capitalizar esos aprendizajes. Hemos desarrollado mucha ciudadanía. No debemos perder lo aprendido y vivido en estos meses.

-¿Y Marilú Martens qué ha aprendido?

La necesidad del equilibro personal, siempre mirar el vaso lleno, encontrar oportunidades para mejorar y la importancia del diálogo, del saber escuchar. La familia es el soporte más importante que uno tiene en momentos difíciles. No hay que perder la alegría ni la pasión. Al final del túnel siempre hay luz. Y si todo se hace en equipo es más fácil.

AUTOFICHA:

- “Soy Marilú Martens, nací en la ciudad de Lima, tengo 55 años. Acabé el colegio en Costa Rica y de ahí estudié Educación, me especialicé en Educación Especial. Tengo una maestría en psicopedagogía, me especialicé en desarrollo del potencial del estudiante”.

- “Cuando empecé a trabajar en el sector público, lo hice en el programa ‘Una laptop por niño’, que era llevar las laptop a las zonas más pobres y vulnerables del país. Viajé mucho al interior, y conocí las necesidades educativas, trabajé mucho en Paucartambo, en Pasco”.

- “En CARE trabajamos con cinco comedores; damos más de 1,200 raciones diarias de comida. También hacemos transferencias bancarias de efectivo a las personas más vulnerables, pero son intervenciones sostenibles, comunicando sobre una alimentación sana, hábitos de higiene, salud”.

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