En el Perú comienza a hacerse cada vez más evidente y tangible el impacto económico de la denominada transición energética (el cambio de la combustión a la electrificación), que está estimulando la demanda de minerales como el cobre, así como un precio alto del mismo. Ello, considerando que el Perú es el segundo productor mundial de este mineral, que representa más del 50% de nuestras exportaciones totales.
Por otro lado, aseguró que Perú no puede vivir con un déficit de 4% porque afecta el grado de inversión.
De esta manera, al mes de septiembre, las exportaciones mineras superaron los $30,200 millones: 9% más en comparación al mismo período del año 2023; y se estima que al cierre de 2024, las exportaciones superen una cifra histórica de $40,000 millones. A nivel de recaudación, el sector viene aportando al fisco más de S/13,700 millones, superando en solo nueve meses las cifras de recaudación minera anual, de los años previos a la pandemia.
Estas cifras demuestran un importante rendimiento por parte de la industria, aun cuando persisten problemas fundamentales. Por un lado, se encuentra la minería ilegal, con sus amenazas y continuos intentos de sabotaje a las compañías mineras formales, y por el otro la falta de estímulo a la inversión y un estancamiento a nivel de ejecución de nuevos proyectos mineros.
A estos problemas se suma el clima de permanente ruido político, ahora con ecos de una posible petición de vacancia presidencial, resultado de una confrontación constante entre Ejecutivo y Legislativo. Cabe destacar que además de la reciente censura contra Rómulo Mucho (ahora ex titular del MINEM), se suman las interpelaciones al ministro de Desarrollo e Inclusión Social, Julio Demartini, y al ministro de Justicia, Eduardo Arana.
Que logremos buenos indicadores económicos frente a esta realidad, demuestra la resiliencia de la economía peruana y que la dinámica del mercado global tiene un alto impacto notable en nuestro ámbito, aun sin proponérnoslo. Lograríamos cosas aún mayores si aprovecháramos este contexto para impulsar nuevos proyectos mineros, estimular la producción, fortalecer la infraestructura y accesibilidad a las zonas mineras, dar seguridad a los trabajadores de la industria (muchos trabajando hoy con miedo), entre otras tareas que tienen pendiente tanto el gobierno central como los gobiernos regionales.
Necesitamos como país enfocarnos en los problemas fundamentales que son la pobreza, la falta de educación y salud de calidad, la seguridad, etc. Canalicemos nuestros esfuerzos a ello, aprovechando las oportunidades que tanto la naturaleza como la economía mundial nos vienen brindando. Solo así creceremos de manera significativa, en lugar de conformarnos con resultados por debajo del 3%.
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