Por César Rivera Wilson, gerente general de Pacífico Seguros
Desde que las civilizaciones comenzaron a formarse, algunas zonas geográficas se convirtieron en puntos estratégicos, ya sea por su valor comercial o militar, o ambos. Tomar control de estos lugares a menudo significaba asumir riesgos y realizar acciones disruptivas.
El estrecho del Bósforo, que atraviesa la actual Estambul, conecta el mar Negro con el mar de Mármara y, a través de este, con el Mediterráneo. Esta ruta divide la ciudad entre la zona europea y la asiática. Antiguamente conocida como Constantinopla y antes, Bizancio, fue la capital del Imperio Romano de Oriente por más de mil años.
Hacia el siglo XV, Mehmed II, séptimo sultán de la dinastía otomana, había logrado consolidar el poder en gran parte de la región de Anatolia, Asia Menor, pero aún no lograba su principal objetivo: la capital del Imperio bizantino. Al igual que sus predecesores, lo había intentado múltiples veces, pero las fortalezas y protección de los accesos la hacían impenetrable.
Tuvo paciencia. Pensó diferente. Había que hacer posible lo que ya parecía imposible. Y no lo iba a lograr usando las mismas técnicas, el mismo razonamiento que tantas veces lo habían hecho fracasar. Y logró que sus embarcaciones ingresaran. Pero no de la manera que podríamos imaginar.
Para ingresar a la ciudad, debía superar las defensas del Cuerno de Oro, una ensenada a la que se llegaba por el Bósforo y que separaba la ciudad de las áreas circundantes. Mehmed II realizó una maniobra impresionante, inesperada, podríamos llamarla hoy, disruptiva. Ordenó que varios barcos fueran transportados, no por mar, sino por tierra, sobre troncos engrasados, alrededor de la cadena que bloqueaba y las torres que vigilaban la entrada al Cuerno de Oro.
La hazaña de Mehmed II, luego conocido como Mehmed el Conquistador, ocurrió un 29 de mayo de 1453 y permitió luego la expansión del Imperio otomano por vastas regiones de Europa y Asia, con un cambio en el equilibrio de poder en el Mediterráneo y los reinos de Europa. Esa fecha es recordada también como la Toma de Constantinopla, que no solo significó la caída definitiva del Imperio romano, 2,200 años después de la fundación de la ciudad de Roma, sino que se considera en la historia como el final de la Edad Media.
Los actos disruptivos desafían los comportamientos o procedimientos tradicionales y pueden generar un impacto que redefine, como en este caso, los equilibrios de poder y a la vez abren posibilidades de mayor expansión. De más crecimiento.
Los ejemplos a lo largo de la historia abundan. La invención de la imprenta por Johannes Gutenberg, también en el siglo XV, revolucionó la forma en que se difundía el conocimiento, permitiendo una mayor accesibilidad a la información y contribuyendo al Renacimiento. La Revolución Industrial, en el siglo XVIII, transformó las economías agrarias y artesanales en economías industriales y mecanizadas, cambiando para siempre la estructura social y económica de las sociedades y dando paso a una etapa de crecimiento sin precedentes.
Hoy en día vivimos en una era en la que los cambios suceden a una velocidad nunca antes vista, donde nuevas tecnologías están haciendo posible lo que parecía imposible, donde nuevos emprendimientos terminan por conquistar los territorios de empresas que dominaron sectores o industrias por décadas. La aparición de Internet en el siglo XX y otras tecnologías digitales dieron espacio a la creación de gigantes tecnológicos como Google, Amazon, y tantos otros que han transformado la manera en que buscamos información y compramos productos, desplazando muchos modelos tradicionales. Ya en este siglo XXI, lanzamientos como ChatGPT, con capacidades de inteligencia artificial generativa, han inspirado otros desarrollos que continúan generando disrupción con posibilidades, que parecieran no tener límites.
Más recientemente, en diciembre de 2023, Anwar Ibrahim, el primer ministro de Malasia, un país con una población de 35 millones de habitantes en el sudeste asiático, y quien nos visitó recientemente con motivo de las reuniones de APEC en nuestro país, hizo algunos cambios, que también podríamos considerarlos disruptivos desde la perspectiva de una organización gubernamental y creó el “Ministerio Digital”, y ha anunciado la próxima creación de la “Oficina Nacional de Inteligencia Artificial”, reafirmando la aspiración de convertirse en el principal centro de inteligencia artificial del sudeste asiático. Posterior a estos anuncios, este año 2024, Google, Amazon, Oracle, Nvidia, y otros ya revelaron planes de inversiones en dicho país por varios miles de millones de dólares, lo que generará sin duda, un impacto muy positivo en el desarrollo de los habitantes de dicho país.
Al ser testigos de estos cambios y sabiendo los impactos que han generado a lo largo de la historia estos procesos disruptivos, cabe a veces preguntarse si estamos ante una era de cambios, ¿O podemos decir que estamos, como al final de la Edad Media, ante un cambio de era? ¿Nos estamos preparando para ser los Conquistadores en esta nueva era de la disrupción?