Conversamos con el deportista Renzo Sanguinetti. (Perú21/ César Campos)
Conversamos con el deportista Renzo Sanguinetti. (Perú21/ César Campos)

A los cinco años, Renzo detestaba el fútbol porque no era muy bueno con el balón. En su lugar, practicaba taekwondo. Sin embargo, las peleas se endurecían y en más de una ocasión aguantó golpes que lo dejaron sin aire. Una de sus últimas luchas fue en una competencia donde solo participaron dos personas, él quedó segundo. La vela llegó definitivamente cuando tenía nueve años y estaba en la playa 1 del Regatas junto con su madre. Él fue a comprar un jugo y se topó con unos promotores que invitaban a los chicos a navegar. Accedió porque se sintió un poco presionado y después del paseo por el mar aceptó ingresar a la academia. Estuvo unos diez meses luchando y navegando a la vez, pero luego dejó por completo el taekwondo. Así empezó con el deporte que lo ha llevado a ganar una medalla de bronce en los Juegos Panamericanos 2019. Tiene planeado continuar participando competitivamente en la vela y culminar sus estudios universitarios. Se encuentra a solo un año de terminar su carrera de Economía. Por ahora, participará en competencias con el bote laser, que es su bote favorito. En setiembre estuvo compitiendo en el Caribe, en octubre se fue a Buenos Aires y este mes estará en Brasil. Quiere practicar duro y parejo porque su objetivo es llegar a las olimpiadas, aunque ahora piensa que la tiene difícil para quedar seleccionado para Tokio 2020. “Rocky siempre ha sido un pata que con perfil bajo se saca la mugre y da sorpresas. Eso me gusta bastante, entonces, si puedo dar la sorpresa, estaría increíble”, lanza el desafío para sí mismo, frente al mar limeño con una bandada de gaviotas revoloteando en el cielo.

¿Cuánto tiempo pasó desde que entraste a la academia en el Regatas hasta que te diste cuenta de que era lo tuyo?

Fue dos años después. El primer año seguía yendo porque era un grupo grandazo y me divertía ir a Paracas. Pero cuando empecé a subir al viento, me moría de miedo. Me ponía a llorar y no salía a navegar, igual que otros chicos. El viento suena bastante, las velas hacen: ¡pa!, ¡pa!, ¡pa! y uno se asusta. Pero seguí yendo y al final del segundo año fui a un campeonato en Estados Unidos con mucha gente. Ahí me divertí un montón y cuando regresé ya me había enganchado mucho más, era mejor y más competitivo.

¿Aún sientes un poco de miedo a la vela?

Trece años después ya perdí el miedo, pero igual se respeta al viento y al mar.

¿Por qué se les respeta?

Porque puede ser peligroso. En un Sudamericano en 2013, en Algarrobo (Chile), había un vientazo, con olas gigantes de tres o cuatro metros. Nadamos en mar abierto y con un frío horrible. Estaba compitiendo y había una pareja de esposos paseando en su bote. Debido las olas se voltearon y la señora murió. Por cosas como esa sabes que hay que respetar bastante al océano.

¿Los lograron ver?

Nadie los vio porque las olas eran inmensas, a veces no veías a nadie, parecía que estabas solo en el mar porque las olas son como murallas a tu alrededor. Ves a los demás cuando estás encima de la ola. Pero en Perú no tenemos condiciones tan peligrosas, por lo menos en donde navegamos no es así.

¿Cuesta ser disciplinado para practicar la vela?

Sí, por las cosas que tienes que dejar de lado. Al estar totalmente comprometido con un deporte que te lleva todos los fines de semana afuera de Lima a navegar, ves menos a la familia, sales menos con los amigos y dejas muchas cosas bacanes de lado.

¿Cuando recibiste tu medalla sentiste que ese sacrificio valió la pena?

Siempre hay momentos de bajón y pienso que me gustaría estar allá en vez de acá. Pero no, yo creo firmemente que vale la pena porque lo disfruto. Antes de tener la medalla, incluso cuando no se me estaban dando bien las cosas, yo quería seguir navegando.

¿Qué emociones aparecieron cuando te enteraste de que los Panamericanos iban a ser en Perú?

Me agarró por sorpresa porque no tenía planeado competir en los Panamericanos. Me animaron a intentarlo porque iba a haber viento fuerte, que es mi especialidad, y dije: “Bueno, vamos a intentarlo”. Me fue súper bien y clasifiqué. Por eso me agarró un poco de sorpresa y lo hizo más emocionante. Ver cómo se iba calentando el ambiente, cómo ponían los cartelitos en las avenidas y que la gente empezara a hablar del tema era un gran plus.

¿Hay días iguales para competir?

Para nada, puede haber días muy parecidos, pero no días iguales. Para eso se necesita una muy buena condición física, en especial si hay vientos fuertes, como en Paracas. Pero siempre necesitas un poco de suerte porque dependes de lo que pase con el viento, que a veces puede girar mucho y perjudicarte por completo.

¿Es una especie de pelea cuando estás dentro del mar?

Cuando hay viento fuerte, sí. Pero con el tiempo aprendes a dominarlo y al final el bote y tú deben ser uno. Eso es lo que se busca: que en cada movimiento que hagas todo vaya de acuerdo al bote y lo puedas manejar a tu voluntad libremente.

¿Es cierto que el mar te da calma?

Sí, puedes tener problemas o cosas que hacer. Estás metido en el mar y nadie te puede fastidiar porque ni llevas el celular, entonces chau.

¿Es posible masificar el deporte de la vela?

Es posible, pero es difícil porque necesitas los botes y la infraestructura.

¿Crees que estos Panamericanos han acercado un poco más a la gente a deportes desconocidos?

Sí, totalmente. La gente ha aprendido un montón de nuevos deportes. Mis amigos sabían que navegaba pero no conocían mucho sobre la vela. Eso estuvo muy bueno.

AUTOFICHA:

- “Soy Renzo Arturo Sanguineti Velasco. El papá de mi abuelo, o sea, mi bisabuelo, fue el general Juan Velasco Alvarado. Yo estudio Economía en la Universidad del Pacífico, lo que más me gusta de esa carrera es que tiene un efecto real en la vida de las personas, en la sociedad”.

- “En el tema de soporte mental, mi papá me ayuda mucho. Yo lo considero una persona muy sabia y da muy buenos consejos. Él también hace deporte, así que sabe. Me ayuda mucho ver películas que me motivan, como las de la saga de Rocky”.

- “Navego en Paracas desde que tenía nueve años y he vivido tantas experiencias porque también he ido allá de vacaciones y son tantos recuerdos que me siento como en casa. Paracas es súper bonito. Otro lugar increíble es Nueva Zelanda, sus paisajes son hermosos y es un buen lugar para navegar”.