(Renzo Salazar/Perú21)
(Renzo Salazar/Perú21)

Con sabor agridulce. Así se resume el empate. Por un lado es gratificante que no se haya perdido, pero por el otro, muchos consideran que se pudo dar un poco más. Ese es el sentir de los hinchas nacionales que acudieron a la para presenciar el .

Se vivieron muchas cosas en la previa. La suspensión de 30 días a por la tal vez fue la más comentada y la que más impactó a casi todo el país. Sin embargo, la ilusión se mantuvo intacta hasta el último minuto.

“Estoy seguro que por nuestro capitán estos muchachos dejarán el alma, el corazón y la vida”, exclamaba un hincha que estuvo desde las 5 de la tarde en la Plaza Mayor de la capital, aguardando el pitazo inicial en compañía de su familia.

El reloj marcó la hora del partido (10:15 p.m.) y era momento de iniciar el compromiso en . Los aficionados miraban, con los ojos llenos de esperanza, las tres pantallas gigantes que se instalaron con el fin de no perder ningún detalle del compromiso.

La entonación del Himno Nacional fue sorprendente. Todos a una sola voz. Con la mano en el pecho y con el mismo sueño. Una sola fuerza.

Los primeros minutos fueron suficientes para demostrar que se podía. Perú dominaba la pelota, presionaba cuando no la tenía y llegaba por momentos —al área rival— con peligro. Una tuvo . Muy clara, por cierto. Pero para suerte de los 'kiwis', el balón no ingresó.

El ánimo estuvo a tope de ahí en adelante. No hubo instante que no se escucharan los bombos, los platillos y los cánticos ensordecedores. “¡Arriba Perú!”, decían en el coro. Qué momento. No jugaban 11, jugaba todo un país.

En el segundo tiempo, Nueva Zelanda salió con otra actitud. El país oceánico comenzó a crecer en cuanto a protagonismo. Ganaba las divididas, Perú ya no tenía el balón. Los minutos pasaban. El gol no llegaba, pero el entusiasmo continuaba. Los hinchas nunca dejaron de creer, nunca dejaron de alentar.

Faltando cinco minutos, los aficionados de la blanquirroja se hicieron escuchar aún más. Con bengalas y la bandera peruana flameando en lo alto, comenzaban las apretadas de puño, la entonación del “sí se puede, falta una vida”, pero el destino ya lo tenía decidido.

Nueva Zelanda nos acorralaba, Perú no tenía ideas o eso parecía, pero aún la garganta podía seguir alentando. El pitazo final llegó y el marcador marcó 0-0, con una leyenda bien clara: se define en Lima.

Faltan 90 minutos. Tal vez los más largos para un aficionado peruano que quiere ver a su país en un mundial tras más de tres décadas. El resultado muchos dirán que molesta, y quizás un poco, pero nunca fue indicio de abandono.

Los hinchas no podían retirarse de la Plaza de Armas sin agradecer al ‘equipo de todos’ por el esfuerzo. Y así fue. La fiesta continuaba, la algarabía nunca se perdió y el deseo, incluso, creció.

Nunca faltó el aliento. Con caras de "queda todo un partido por jugarse y una hazaña aún por completarse" se retiraron los aficionados de la Plaza Mayor.

El pueblo nacional lo sabe muy bien y no pretende ser esquivo a ello. Hoy no se celebra un triunfo, no se disfrutara mucho un empate, pero se aplaude las ganas y la valentía para mantenernos vivos. ¡Vamos, muchachos!