Carrillo
Carrillo

Ya describía bien el escritor irlandés Oscar Wilde al rugby como “un juego de bárbaros practicado por caballeros”. No se equivocó: en Nueva Zelanda —el primer lugar del ranking mundial de rugby— solo hay caballeros, no más. El fútbol no es la excepción.

Lo de Perú ante Nueva Zelanda fue extraño, bordeando casi el delirio. Quizás la culpa fue nuestra por crearnos altas expectativas. ¿Es que no teníamos derecho a volar alto? Nos enfrentábamos a una selección fuera del Top 100, nosotros, en el puesto 10, nos sentíamos capaces de mirarlos hacia abajo. Era lógico, así lo decía el periodista peruano y el neozelandés, así lo decían las casas de apuestas. Así lo decía Mister Chip y sus pronósticos acertados. Así lo decían todos.

Farfán tuvo la más clara apenas a los 9 minutos. (Reuters)
Farfán tuvo la más clara apenas a los 9 minutos. (Reuters)

Pero el fútbol guarda su belleza en lo impredecible y, claro, nuestra historia deportiva dibujada en un vaivén también hizo lo suyo. Empate a cero en el Wetspac. Todo se define en Lima el miércoles.

Y claro, si el partido hubiese sido un recital, el primer tiempo habría sido un intro interminable. Farfán, el llamado a reemplazar a Guerrero, cumplió como pudo. De espaldas, siempre de espaldas, soportó a Smith, Reid y Boxall. Se las arregló y penas a los nueve minutos tuvo su primera ocasión. Marinovic, el portero neozelandés, no se cortó las uñas y la sacó de la línea de gol.

¿Con un inicio así cómo se puede acabar un partido en empate? Cueva, Yotún, Carrillo y Flores hacían lo que querían con los laterales contrarios. Amague, pase, amague, pase. La fórmula ilusionaba y los datos también. A los 18 minutos, Perú tenía el 72 % de posesión. Un minuto después Cueva, solo, la mandaba a las tribunas y culpaba al aire. Perú no estaba fino y Gareca lo sufría desde el banco.

Y volviendo a lo dicho por Wilde, Nueva Zelanda tenía once caballeros en el campo. Y caballeros no por su elegante juego, al contrario, demasiado amables, no incómodos, duros, flojos al marcar, con técnica limitada y sin fuerza para el choque. Por momentos parecía hasta conmovedora su técnica limitada. Nos daban más esperanza de creer en un triunfo, haciendo que el golpe final fuese aún más fuerte. Felizmente Nueva Zelanda tenía caballeros y no bárbaros como los que juegan al rugby.

El segundo tiempo fue una repetición del primero. La introducción de Perú era interminable y nunca llegaba la estocada final. Nunca vimos lo mejor de Perú, jamás apareció el gol de Flores, nos ahogamos esperando el tiro de Cueva o el latigazo de Farfán y Carrillo… Carrillo, es una serie de amagues sin final feliz. Extrañamos a esos gigantes que nos han llevado hasta donde estamos, confiamos que aparezcan el miércoles.

Gareca no encontró la solución en el banco. (AP)
Gareca no encontró la solución en el banco. (AP)

Y es que faltó uno y todos sabemos quién es. Faltó ese capaz de aguantar los golpes de los defensas sin cesar y que se las arregla siempre para marcar. Faltó el líder de la banda de talentosos que es capaz de gritar sabiamente al que falla por exceso de confianza. Faltó el que jala dos y tres marcas siempre para que sus compañeros aparezcan libres por un lado. Faltó un guerrero más del clan peruano.

En cinco días esta historia tendrá su capítulo final. El resultado no es malo, pero habíamos soñado tanto que es inevitable sentir un golpe.

“Necesitaremos el apoyo de nuestra gente”, ha adelantado Gareca al finalizar el partido. En Lima, no ha cambiado nada, el aliento seguirá intacto por este grupo que nos ha llenado de alegrías. “Si no sufrimos no vale”, dice un spot televisivo. La frase podría ser un vals, quizás una polka de la bicolor, por que sí, está en nuestro ADN sufrir y toda esta historia no podía cambiar de otra manera. El miércoles esta historia tendrá su punto final. En la cancha ellos, en el estadio y el aliento, nosotros.

TAGS RELACIONADOS