Ni antes del éramos los mejores, ni ahora los peores. Pero es imposible dejar de notar que la Copa del Mundo dejó un antes y un después en la y eso se llama continuidad.

El delirio de haber vuelto a la cita más grande del fútbol se extendió iniciando el 2018 hasta la previa a Rusia, donde llegamos con cuatro triunfos seguidos (Croacia, Islandia, Escocia y Arabia Saudita) y una igualdad (Suecia).

Además, llevaba quince partidos invictos. El Mundial llegó, nos quedamos en fase de grupos pero el dolor del golpe fue menguado por el nuevo respeto que nos habíamos ganado a nivel mundial. Todo debía mejorar a partir de ahí.

Pero fue lo contrario. Lo que debió llevar a nuestros jugadores a su mayor momento de éxito, terminó generando lo que hoy nos tiene cerrando un 2018 con un triunfo, un empate y cuatro derrotas (dos en casa), en los últimos seis amistosos.

¿Qué cambió? Christian Ramos y André Carrillo se fueron a Arabia, una liga menor si se compara con la mexicana e inglesa donde ambos jugaban antes. Encima la ‘Sombra’ no es titular. Miguel Trauco dejó de jugar en Flamengo, lo mismo que Renato Tapia en Feyenoord y Edison Flores en Morelia, aunque el ‘Orejas’ llegó recién a fines de agosto.

Todos habituales titulares y parte importante del recambio que hubo en el plantel a raíz de la Copa América Centenario.

Si los principales jugadores no suman minutos todo se hace complicado. Además, si el universo de los mismos ya es conocido y no hay alternativas, se agrega complejidad.

Esto debe ser un llamado de atención para jugadores y comando técnico. En 2019 tendremos la Copa América y el inicio de las Eliminatorias. Ahí los errores costarán del doble.

¿Qué se puede hacer? Los jugadores deberán recuperar su nivel y sobre todo, la confianza, y Gareca, deberá volver a mirar el torneo local en busca de respuestas como lo hiciera en 2016 y así, reflotar lo mejor de la selección.