(Geraldo Caso/Perú21)
(Geraldo Caso/Perú21)

Qué emoción. Hay lágrimas en todos lados. Nuestros corazones aún no lo creen. Somos felices, seámoslo siempre. Hoy acabó. Acabó esa mala suerte que por largos 35 años nos persiguió y se apoderó de nosotros. Hoy podemos gritar a viva voz: ¡Lo logramos! ¡Perú está en un Mundial! ¡Nos vamos a Rusia!

Mucho se dijo en la previa del encuentro de vuelta del repechaje ante . Todos estábamos estresados. Era insoportable la angustia. Estábamos tan cerca de una hazaña y no veíamos la hora porque comenzara el partido.

Nuevamente (como todas las ) un mar de gente se concentró en la . Qué alegría, cuánto patriotismo por las calles. Estoy seguro que en muchos sectores de nuestro país la fiesta se vivió de igual o con más intensidad, pero qué lindo todo.

Caminar nunca fue tan hermoso. Pasar por cada restaurante, por cada tienda, por cada cuadra, cruzar una vereda y ver con orgullo como todos usaban la camiseta blanquirroja. Sí. Esa indumentaria tan sagrada por todos que significa la dicha de ser peruano. La emoción brotaba y brota como algo natural, algo de nosotros, algo que nadie podía arrebatar.

Llegamos a la Plaza de Armas desde muy temprano, pero aun así la hinchada nacional ya se encontraba en el centro de la capital. En ese momento no había ni un ser humano que quería perderse el partido. Era el momento de hacer historia y queríamos ser parte de ello.

El reloj nunca avanzó tan lento, pero finalmente lo hizo. Eran las 9:15 p.m. y el partido ya estaba en marcha. El combinado patrio nuevamente salió con todo y sin pasar muchos minutos un disparo chocó en el travesaño del país oceánico. El ejecutor fue Luis Advíncula y todos lo gritamos. Todos lo vimos adentro, pero no. Aún no.

Los minutos pasaban y la hinchada no dejaba de ver el partido con ojos llorosos, con ojos llenos de deseo. No importaba perder la garganta, era el momento de dejarlo todo, y así fue.

Tras una jugada impecable, un par de toques con calidad, el primer gol llegó bajo los pies de Jefferson Farfán y la locura nos llegó al corazón. La emoción era indescriptible. Fue para ti capitán se dijo sin necesidad de palabras. El gesto de la ‘Foquita’ fue todo. La camiseta de Paolo Guerrero no podía faltar. Los 45 minutos iniciales no daban para más y Perú iba arriba. Nadie era más feliz.

La segunda mitad comenzó en un parpadeo y todos queríamos que ya acabe de una vez. Jugada tras jugada y no se podía alcanzar la meta. Un tanto más era la dicha. Faltaba poco y parecía una eternidad.

En un acto de valentía, de dejarlo todo en el campo, Christian Ramos se encargó de encontrar el balón cerca tras un saque de esquina y todos volvimos a gritar como nunca antes. Era el segundo tanto peruano.

Tocaba cuidar el resultado. Se hicieron los cambios respectivos. La hinchada no se movía, aguardaba con el corazón en la mano el sonido del pitazo final.

El destino ya tenía todo preparado. El pitazo final se escuchó y las lágrimas comenzaron a caer de forma muy natural. Las calles de la capital eran una locura total. Perú había alcanzado algo glorioso: regresar a un Mundial tras largos 35 años. Los jugadores y todo el pueblo peruano aún lo celebra. Cuánto durará no me lo pregunten.

Es momento de disfrutar. Es momento de decir que sí se pudo. Adiós a las malas rachas. Hemos iniciado una nueva página en la historia de nuestro balompié. Qué dicha. Somos privilegiados.