Carlos Bernuy
«Quiero que cuando mi hija nazca sepa que su papá es campeón mundial». Alberto Rossel no fue ‘chiquito’ en su ambición. Quiso dar su primer motivo de orgullo a su bebé que llegará al mundo en dos meses. Quiso darnos nuestro primer título mundial en varones. Lo logró. Mía Fernanda será hija de un campeón mundial minimosca de la AMB. El Perú ya tiene un hijo con cinturón brillante. El Perú grita: ¡Grande ‘chiquito’!
Porque el hombre de Villa El Salvador, que trota en los arenales y de pequeño buscó agua que aplacara el calor, anoche brilló en el Coliseo Dibós. Lloró como un niño que hace realidad su sueño. Porque por puntos derrotó al mexicano José ‘Torito’ Rodríguez. Ante no mucha gente, pero con mucha confianza, Rossel salió a estudiar la pelea. Se guardó la derecha para el tercer asalto y lo trabajó con el ‘jab’. Alejó al ‘Torito’, y a su brazo izquierdo, y mantuvo su distancia.
Rossel entró y salió, nunca se ‘regaló’, jamás desvió la mirada y siempre antepuso la inteligencia al sacrificio. A sus 34 años, el peruano aprendió de su derrota en el 2010 ante el también mexicano Hugo Cazares por la categoría supermosca. Anoche, nuestro campeón se plantó como el peruano que es. Al sexto asalto hizo sangrar a Rodríguez y desde allí lo intimidó. El ‘torito’ nunca asomó los cuernos porque Rossel fue fiel a su boxeo.
Se dejó envolver por ‘arriba Perú’ y el ‘carajo’ que le salió desde adentro hasta llegar al asalto 12. Allí se calmó. Espero los resultados: 110-118, 113-115 y 112-116. Decisión unánime, cinturón peruano. Allí lloró, seguramente recordando la pobreza, el calor abrasante de Villa El Salvador, la bebé que vendrá. La bebe que ya tiene un papá campeón mundial. La bebe que es parte de ese Perú que ya grita: ¡Grande ‘Chiquito’!
