Copa América
Copa América

Día 1 en Brasil. Si estuve decepcionado con el pobre entusiasmo de los rusos en el Mundial 2018, los brasileños no han marcado (hasta ahora) una gran diferencia. Llegué por la tarde a Porto Alegre y la ilusión era encontrar una tierra que respire fútbol. Sin embargo, esto no ha ocurrido. Con la intención de encontrarme con esa popular mística brasileña, me dirigí a Moinhos de Vento, una de las zonas con mayor movimiento de la ciudad.

Siendo ya de noche, comencé a buscar algún lugar para ver el partido entre Brasil y Bolivia, compromiso inaugural de la . Para mi sorpresa y decepción, no pude ver a nadie con la camiseta de la ‘Canarinha’ en las calles. Si bien es cierto que el partido fue en otra ciudad, no noté la emoción natural de todo país anfitrión de un evento deportivo importante.

Una vez ya en un bar concurrido de la zona, éramos más los peruanos los que estábamos atentos al encuentro. Los goles de Countinho y Everton fueron gritados por hinchas de la blanquirroja y uno que otro mozo.
Al momento de moverme a otro bar, con la consigna de hallar un poco de bulla por la victoria del ‘Scratch’, nuevamente me decepcionó el poco fervor por el seleccionado nacional. Esperé encontrar algo parecido a lo que habitualmente se vive en el Parque Kennedy cada vez que gana Perú, pero no fue así. La alegría era como la de cualquier viernes por la noche, mas no la de un viernes por la noche cuando gana tu selección.

Conversando con un colega que vivió un tiempo en Brasil y que también viajó para la Copa, me explicó que los brasileños están desanimados con su selección y lo único que los ilusiona es el Mundial. Además, me dijo que la goleada 7-1 ante Alemania de 2014 es un trauma del cual su hinchada no termina de recuperarse por completo. Por esta razón, el brasileño ha preferido apasionarse más con sus equipos locales (es más fácil encontrar fanáticos con la camiseta del Inter o Gremio en las calles).

Otro motivo puede ser la tensión por las huelgas y protestas a raíz por la reforma de pensiones del presidente Jair Bolsonaro. Con sinceridad, espero que el ambiente sea distinto en São Paulo y Río de Janeiro, esta última por haber sido capital del país. Mientras, me pregunto: “¿Qué pasó con la alegría brasileña?”.