diego rebagliati
diego rebagliati

Avenida Larco en Miraflores, una multitud extasiada recibe a dos huancaínos que acaban de ganar la maratón femenina y masculina de los con récords. Por la televisión, un país entero acompañó las dos carreras y lloró de emoción. Más tarde, un chico de 23 años gana la final de squash y nos da otra medalla de oro. Esta vez una enorme cantidad de peruanos va aprendiendo a lo largo del partido las reglas de un juego absolutamente desconocido pero vibra y se conmueve con el triunfo.

El viernes en el Estadio Nacional vimos atónitos la mejor ceremonia alguna vez diseñada en nuestro país. Una inauguración con todas las virtudes de los eventos del primer mundo. Llena de historia, elegancia, sentimiento, color y compromiso. El canto de Juan Diego Flores con Chabuca a la distancia y el pase de la antorcha de Lucha Fuentes a Cecilia Tait (justo homenaje al maravilloso vóley femenino) nos hizo llorar a todos. Orgullo y pecho inflado por lo que somos capaces de hacer los peruanos. El viernes los artistas y organizadores, el sábado los deportistas.

En el camino previo a la organización de este evento hubieron muchos (y aún hay, pero agazapados) que no están de acuerdo con el “gasto” que ha implicado estos juegos. Les cuesta entender que no es un gasto sino una inversión. Que estos juegos hacen patria, de una manera mucho más eficiente. Levantan el autoestima, aumentan el amor propio y reconcilian al ciudadano común con un país que diariamente nos golpea con noticias terribles.

A los que no creían en los juegos y ahora sí los apoyan, bienvenidos al viaje, acomódense y disfruten. Porque el deporte no está hecho para el revanchismo, para la venganza. El deporte une, asocia, comparte y se trata justamente de trabajar en equipo. Si los valores, la disciplina y dedicación de nuestros atletas fuera una inspiración para nuestros niños ya estos juegos se pagaron solos.

La selección de fútbol en los últimos años nos hizo vestirnos con la bandera, ahora estos juegos están reforzando ese sentimiento por el país. Hoy solamente el deporte y la cocina son capaces de unirnos alrededor de una causa sin importar de qué lado estamos en términos ideológicos o políticos. Ojalá sea un punto de partida para que esa estrofa que cantamos con tanto orgullo no quede solo en una linda frase. Y se llama Perú con P de patria y la U de la unión.

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