En 2013, cuando se cumplía el centenario de su nacimiento y la 'U’ definía nuevamente un título nacional, la figura de Lolo estuvo más presente que nunca. (Mechaín)
En 2013, cuando se cumplía el centenario de su nacimiento y la 'U’ definía nuevamente un título nacional, la figura de Lolo estuvo más presente que nunca. (Mechaín)

Habían pasado solo tres días tras haber vivido un vibrante partido en el Estadio Monumental de Ate. Goles de Diego Guastavino, Sebastián Fernández y Rafael Guarderas hicieron retumbar las cuatro tribunas y los palcos. Pese a la goleada 3-0, se veía obligado a definir el título nacional en Huancayo.

La derrota 3-2 en la primera final disputada en Espinar alargaba nuestro grito de campeón a un partido más.

A 3,200 metros sobre el nivel del mar, la ‘U’ se jugaba la estrella número 26. A casi 400 kilómetros, estaba yo en Lima, con la misma ilusión de un niño, aunque ya tenía la mayoría de edad.

Con la camiseta puesta y la televisión encendida una hora antes del partido, me dirigí a un póster de pegado en la pared de mi cuarto: “Hoy es el día”.

Para los hinchas cremas, el rostro de Lolo es más que un símbolo. Se trata de una figura en la que podemos comprender nuestra historia. De pequeños nos preguntamos quién fue y de grandes nos encargamos de trasmitir lo que significó para el club.

Humildad, honor, respeto, cariño por lo simple, son algunos de los valores que aprendemos los aficionados de la ‘U’ al descubrir la historia de Lolo y su amor por la camiseta marengue.

Me encomendé a mi ídolo, pero no con miedo, sino con certeza. Con certeza de que mi equipo no iba por una hazaña en las alturas; por el contrario, mis convicciones apuntaban a que reafirmaría su grandeza.

Con nerviosismo propio de la emoción, el partido lo vi de pie y pegado al plasma sujetado por el rack de mi dormitorio.

Sin goles en el primer tiempo. Con ese resultado, la ‘U’ debía definir el campeonato en los siempre angustiantes penales. Me dirigí nuevamente al papel periódico con el rostro del Lolo y le supliqué: “Lolito, ilumina al equipo y dale serenidad en cada jugada”.

Minuto 52. ‘Canchita’ Gonzales juega con Guastavino, el uruguayo llega por la banda y saca un centro muy pegado a la línea. Con sus casi dos metros, John Galliquio se disfraza de delantero y, sin marca por una desconcentración de la zaga rival, vence la portería del ‘Pipa’ Carranza. Un ensordecedor grito de gol se escucha en Huancayo, también en un edificio de San Isidro y, ¿por qué no sincerarnos?, en todo el país.

Doce minutos después, Real Garcilaso logró el empate. Una distracción de los dirigidos por Ángel David Comizzo se pagó caro. Tras un tiro de esquina, el ‘Chapu’ Ramúa combina con el ‘Pitu’ Ramos y el centro logra ser conectado por Mauricio Montes. José Carvallo despeja la pelota con su pie y el rebote es tomado por el paraguayo Rolando Bogado, quien se encargó de poner la paridad.

Un pitazo de Henry Gambetta nos dice que se terminaron los 90 minutos y que todo se definirá desde los temidos 12 pasos.

Antes de que iniciaran los penales, tomé unas cuantas velas misioneras de mi mamá, las encendí y dirigí todos mis esfuerzos al póster de Lolo: “Invade sus corazones, acompáñalos y transmíteles el valor de los colores que están defendiendo”.



"Para los hinchas cremas, el rostro de Lolo es más que un símbolo. Se trata de una figura en la que podemos comprender nuestra historia. De pequeños nos preguntamos quién fue y de grandes nos encargamos de trasmitir lo que significó para el club"

Todos abrazados en Huancayo. El ‘Chino’ Ximénez, a quien tanto había pedido como esperanza de gol en la segunda mitad, falló luego de que su remate impactara en el travesaño. Para salvar la incómoda situación, Carvallo, como si hubiese sido iluminado por Lolo, atajó el penal de Ramos.

Luego de una serie de remates acertados para ambos equipos, Jesús Rey falla y deja todo servido para que Ángel Romero nos corone campeones. Sin embargo, Carranza desvía su tibio disparo y medio Perú aguantó el grito popular.

Era turno de Edwin Retamoso. El volante cusqueño se para frente a Carvallo y su remate es contenido por el guardameta crema. Una atajada tan gritada como un gol de título.

Los minutos se hacían largos, se habían pateado 13 penales y aún no había un campeón. Todo quedaba en los pies de Néstor Duarte. Con 23 años y acostumbrado más a despejar remates de gol que a convertir frente al arco, el defensor tenía la oportunidad de desmentir de manera grosera el dicho “los jóvenes no ganan títulos”, algo que la prensa había repetido en más de una ocasión durante toda la campaña de la ‘U’.

De un derechazo al medio del arco, el zaguero de los Jotitas venció al ’Pipa’ y su grito me regresó el alma al cuerpo. Campeones otra vez, los más campeones otra vez.

Entre lágrimas, me dirigí una vez más al rostro impreso de nuestro caudillo y prendí nuevas velas: “Felices 100 años, Lolo eterno. Un beso al cielo”.

**Teodoro Fernández nació un 20 de mayo de 1913 en San Vicente de Cañete.