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Redacción PERÚ21

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Carlos Bernuy Florescbernuy@peru21.com

Fueron llamados después de soñarlo, pedirlo o desearlo. Sus nombres no figuraban en ninguna lista, era casi improbable verlos en las convocatorias, nunca cruzaron la puerta de la Videna. Pero hoy son nuestra bandera, los que pueden tocar la gloria o recibir un castigo injusto en caso de derrota. La decisión de de crear un equipo de 'altura' para la altura de La Paz puede ser cielo o infierno.

Tras la desastrosa actuación en Quito, donde Vargas y Farfán se ahogaron, Guerrero recibió una golpiza, y Pizarro terminó cambiado, Markarián se decidió a no arriesgar a sus titulares y combatir altura con altura. Llamó y entrenó en Cusco a jugadores del Real Garcilaso, Cienciano, Melgar, Sport Huancayo, equipos ambientados a los miles de metros sobre el nivel del mar. Lo hizo pensando también que la verdadera batalla se librará en Paraguay. Sin embargo, olvida que, debido a nuestra posición en la tabla, tres puntos en esta fecha doble es muy poco.

Es decir, priorizó rendimientos físicos, antes de calidad o experiencia internacional. Del once que presentaría Perú en La Paz, José Carvallo, Jhoel Herrera, Rafael Farfán, Joel Sánchez y Andy Pando son debutantes. Cinco jugadores de once, casi la mitad. Y en todos los puestos (portero, defensas, volante y delantero). Nadie va a discutir el valor de estos jugadores en el torneo local y que entregarán todo en La Paz, pero ¿qué sucederá con ellos el sábado, cuando los titulares reflejen el resultado?

Si logramos por lo menos un empate, su sacrificio será recompensado con halagos, elogios, y quizá con ofertas del extranjero. Quizá no vuelvan a una convocatoria, salvo cuando tengamos que jugar con Bolivia nuevamente en cuatro años. Pero ¿qué sucederá si no logramos puntuar? Si se regresa de Bolivia con la cara larga, habrá críticas, notas rojas en sus niveles, y pedidos de 'nunca más'.

Es un riesgo tremendo, enorme. Un riesgo que se hubiera minimizado con una mezcla de jugadores. Jefferson Farfán, Carlos Zambrano, Rinaldo Cruzado o el mismo Paolo Guerrero pudieron haber encontrado un lugar en este equipo. Potenciarlo, luchar el encuentro como una final y no tirarle toda la responsabilidad a jugadores como Acasiete y Mariño, que si bien tienen cierta experiencia en la bicolor, nunca lograron consolidarse. Si ellos ya despiertan dudas, imagine lo del resto.

Tendremos que esperanzarnos en sus ganas de ser figuras, en el hambre que llevan acumulado por no haber estado antes en la selección. Tendremos que esperanzarnos en que redondeen sus sueños de niño con una buena actuación. Y si no pueden hacerlo no serán los culpables de que Perú no juegue el Mundial. Simplemente fueron soldados llamados a una guerra que siempre vieron de lejos y que en La Paz deberán pelear por la bandera de todos.