“Hay golpes en la vida, tan fuertes... Yo no sé!”, decía el gran César Vallejo en la primera década del siglo XX sin saber que estaba anunciando la bomba del mercado de pases del fútbol peruano en 2024: ¡Paolo Guerrero jugará para los trujillanos!
“Hay goles en la vida, tan fuertes… Yo sí sé!”, fue el verso adaptado que eligió la UCV para pregonar que llegó a un acuerdo con el ‘Depredador’ por todo el año, todo el campeonato, Apertura y Clausura, y, si ambos quieren, también por el que viene.
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A pesar de que hace siete meses el máximo goleador de la historia de la bicolor declaró que la Liga 1 “no es competitiva”, parafraseando al más grande poeta que el Perú vio nacer, hasta “el rostro más fiero y el lomo más fuerte” envejecen.
Guerrero jugará en la Vallejo, pero —hasta el último minuto— no quiso hacerlo. El delantero de 40 años no renovó con LDU porque quería otro reto, “un club con chances de ganar la Libertadores o la Sudamericana”, pero el destino le dio de cara.
Después de salir de Quito y no encontrar equipo, después de que Alianza revelara que no encajaba y después de que el presidente de Colo-Colo dijera que no lo tenía ni en carpeta, el destino del ‘9′ fue como el “pan que en la puerta del horno se nos quema”.
“Y el hombre... Pobre... Pobre! Vuelve los ojos, como cuando por sobre el hombro nos llama una palmada; vuelve los ojos locos, y todo lo vivido se empoza, como charco de culpa, en la mirada. (Paolo), hay golpes en la vida, tan fuertes... Yo no sé!”.
Poemas aparte, lo de Paolo Guerrero es muy preocupante: llegó adonde él mismo decía que no competían, firmó por uno de los equipos por el cual él mismo dijo que nunca jugaría y, sobre todo, otra vez les rompió el corazón a su compadre y a los hinchas.
Poemas y promesas incumplidas aparte, el fichaje de Paolo Guerrero a la César Vallejo fue un bombazo con un actor clave: alguien con el Whatsapp del ‘Depredador’, cercano al club de los Acuña y gran conocedor de la Ciudad de la Eterna Primavera. Así es…
Desde la interna del equipo naranja, a alguien se le ocurrió la hazaña: “¿Y si le pedimos que nos ayude?”. “¡Aló, hermanito! ¿Qué tal? ¿Cómo va la lesión? En el Clausura vienes, ¿no? Ya sabes: esta es tu casa. Oye, un favor, tendrás el teléfono de… ¿Tú crees que quiera?”.
“¡Habla! ¿Qué tal? Bien, bien, esperando la operación. ¡Puede ser, ah! Si no sale algo afuera, de todas maneras me quedo por acá. Pucha, no sé ah. No sé a la firme. Mira: yo no prometo nada, pero lo voy a intentar. A la firme, puede ser ah, porque mi tío ya tiene 40 ya jaja”.
Así, lo que empezó como una moneda al aire, como un veremos, como un sondeo, acabó convirtiéndose en el nuevo equipo de Paolo Guerrero. El primer heraldo fue César Vallejo y el segundo, con muchísimo menos verbo, el chocolatero. Un 10 como mensajero.
Poemas, promesas y poetas aparte, la UCV —muy seguramente— será el último lugar donde el ex-LDU juegue, a menos que alguna emergencia acabe reabriendo una puerta…
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