“He venido de jugar fútbol y estoy cansado”, le decía Roberto Chale a su esposa cada vez que volvía de sus diálisis junto a alguno de sus hijos, en un estilo de vida que arrastraba desde 2017, pero que se agravó en 2020.
Esto se repetía y repetía todos los martes, jueves y sábados, cuando el que ya no era niño ni terrible era trasladado a una clínica para recibir su insufrible tratamiento de cuatro horas por sesión, que le ayudaba a resistir el vivir sin un riñón.
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Paciente terminal de la diabetes y con un estado que acumulaba diversos males que afectaban su hemoglobina y, sobre todo, a sus vías respiratorias con intermitentes neumonías, el extécnico, futbolista y comentarista siempre luchó.
“¿Cómo voy a dejar sola a mi Lucía? ¡Imposible!”, contestaba el ‘profe’ Chale cada vez que alguien le pregunta si aún tenía energías. “Es un guerrero. Y mi mamá era su vitamina”, me contaba -orgulloso- su hijo Roberto.
Una reconocida clínica capitalina le arrebató su gloriosa diestra diciéndole que la operación para restaurar su fluido sanguíneo había sido un éxito, pero no. Mintió y agudizó el calvario del otrora mediocampista, pero no se llevó su amor.
Roberto Chale salvó de la baja a Universitario
El amor del ‘maestro’ por sus seres queridos y, sobre todo, por su amada ‘U’ nunca cambió, como cuando, en 2018, en plena lucha por la permanencia, renunció a cobrar su deuda por medio de la Agremiación para no restarle puntos y condenar al descenso a su amor.
“No le puedo hacer eso a mi club. Prefiero ir por la vía judicial que por la deportiva”, fue la decisión que tomó el mundialista sin saber que, luego de seis años, ya no tendría las mismas fuerzas que en ese día.
El acuerdo sólo fue por una fracción de su dita. No era lo que merecía, pero sí lo que urgía. Hospitalizaciones, medicinas, sondas, enfermeras y demás urgencias le restaron el énfasis a la discusión y se aceptó la conciliación.
“El seguro que le da el club no cubre la internación y, lamentablemente, lo poco que podíamos hacer los hijos para conseguir, por ejemplo, la insulina; no lo pudimos hacer más”, me confesaba Alexandra, su tercera hija.
“¡Gringaaa!”, le gritaba el ‘profe’ cada vez que su memoria le permitía reconocerla mientras la abrazaba y la besaba. Padre cariñoso, esposo fiel y mejor amigo de leyendas como Cueto, Chumpitaz y el ‘Nene’ Cubillas.
Roberto Chale y sus últimas visitas: U y Alianza Lima
Su condición, de postrado y con poca voz, le limitaba el número de visitas, pero no lo aislaba, como en el año pasado cuando celebró su cumpleaños rodeado de sus hermanos mundialistas o cuando recibió a las leyendas aliancistas o, al final, a la directiva crema.
Reconciliados, pero esperando el resultado de la colecta. El ‘Niño Terrible’ volvió a sentir gratitud de parte de la ‘U’, algo que nunca llegó desde la Federación, donde también es ídolo, pero el actual presidente finge que se olvidó.
Una brevísima conversación que bien se podría resumir en un “hola, Robertito ¿cómo vas? ¡Fuerzas!”, y ya. Se acabó. Cero para la selección. Todo lo contrario a lo que Chale les dio, por ejemplo, cuando fue la figura peruana de la eliminación argentina de las Clasificatorias a México 70.
Roberto Chale y su casa
Crack por donde se le vea, siempre sufrió más de la cuenta. Sus dolencias se llevaron todos sus ahorros al punto de poner su propia casa en venta, algo que no pudo concretar por una más que curiosa respuesta de la Municipalidad de San Borja.
“Al lado hay un edificio de 10 pisos, pero a nosotros solo nos permiten hasta tres. Queremos venderla por lo que realmente cuesta, para que mis papás puedan comprar un 'depa' y continuar su vida con esos nuevos ahorros”, reveló su hija en ese momento.
Puma Carranza y su ayuda Roberto Chale:
Ojalá todos fueran como el ‘Puma’, que -hinchajes aparte- siempre que quiere ayudar a alguien, va en silencio y hacia adelante, como en marzo que -junto al alcalde de San Martín de Porres- inauguraron una loza deportiva con el nombre del ‘profe’.
Y la ayuda no solo fue simbólica, sino también tangible con la donación de oxígeno, útiles de enfermería y un dinerito. “Todo suma”, celebraba la familia. Y es verdad. “Si cada uno diera 1 sol, juntaríamos lo suficiente”, imaginaba Robertito Jr.
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