Quien escribe estas líneas es un frustrado. Como tal, experimenté de manera distinta y un poco más cercana el reciente hito histórico que logró este deporte en el Perú. Nada menos que siete medallas en estos , copando todas las modalidades. Tenía ganas de estar en uno de esos podios o, por lo menos, de disfrutar de las olas de Punta Rocas en el torneo. Me contenté con ser parte del público que fue a ver a nuestra delegación desde la nueva tribuna en la playa y de vibrar, con la piel de gallina, delante del televisor el día de las finales. 

Gracias a mi ligera cercanía con la tabla, pude conocer a personas increíbles: surfers que dan su vida por el deporte y por el país. Sé perfectamente todo lo que hay detrás de un campeón que es alzado en brazos, frente a un mar de gente y el mar de fondo, agitando la bandera blanquirroja cual héroe naval. Para las fotos y los curiosos que se acercan, los tablistas siempre tienen una sonrisa. Pero, a veces, el sacrificio no es tan alegre como muchos piensan.

La vida de un surfista es extenuante. Los profesionales se levantan muy temprano para entrar al agua y aprovechar que el mar está grande. Si no encuentran las condiciones necesarias, no titubean en emprender el viaje hacia las playas más propicias. Son horas de recorrido y de un entrenamiento solitario. Ellos no tienen un tópico cerca donde puedan atenderse si es que se lesionan o sufren un accidente con la naturaleza. No hay ningún médico que esté detrás para auxiliarlos. 

Hay quienes creen que este es un deporte totalmente relajado. Y sí, no se equivocan tanto. Estar en el mar te da paz. Pero para ser un campeón también se necesitan agallas y un estado físico envidiable. Como cualquier otro deportista, se tienen cuidados de alimentación y es primordial un trabajo psicológico para estar enfocados; sobre todo en torneos con series de vida o muerte, donde las olas te pueden acompañar o no. 

A pesar de esta exigencia evidente, solo unos pocos cuentan con el apoyo de la Federación Nacional de Tabla (Fenta). Hay miles de tablistas que se las ingenian solos en sus balnearios. No es como el fútbol, por ejemplo, que cuenta con canchas bien equipadas en varios puntos de país. Ahora el Perú puede vanagloriarse de la joya que se ha creado en Punta Rocas con el Centro de Alto Rendimiento de Surf. Aunque es solo uno, y eso es insuficiente para el talento que existe.

El público que acudió a Punta Rocas vivió  una fiesta junto a Benoit Clemente, que se impuso con un puntaje de 19.13 sobre 11.73 en la definición de la modalidad. (Fotos: Alessandro Currarino / GEC)
El público que acudió a Punta Rocas vivió una fiesta junto a Benoit Clemente, que se impuso con un puntaje de 19.13 sobre 11.73 en la definición de la modalidad. (Fotos: Alessandro Currarino / GEC)

MAR DE CAMPEONES

No importa que sea la frase más extraña que haya escuchado en estos días; igual la usaré: el surf defendió el mar de Grau en estos Juegos Panamericanos Lima 2019. Lo aseguro porque es heroico. Estos deportistas no solo vencieron a sus rivales en varias series. 'Piccolo', Daniella, Maria Fernanda, Lucca, Vania, Itzel y Tamil le ganaron a la indiferencia de un pueblo que tiene ojos para un par de deportes; al Estado que apoya desproporcionadamente, ubicando a la Fenta como la décima federación para obtener mayor presupuesto bajo su propio sistema de méritos, según una nota de Ricardo Guerra de El Comercio; y a sus propios temores al cuestionarse si es que tienen un futuro asegurado corriendo tabla. 

Ahora, como cuando era la época de Sofía Mulanovich, el surf se ha puesto de moda. Espero que, con el paso de los años, su brillo no vaya disminuyendo ni que la atención del Gobierno se hunda en lo más profundo del océano. 

Sé que a muchos tablistas no les quita el sueño que anden o no pendientes de sus triunfos. Ellos corren porque aman el mar, y qué mejor que hacerlo profesionalmente representando al Perú, así este no sea tan grato. Pero si el Estado quiere aprovechar este momento, para seguir saliendo en la foto, se debe apostar por el surf en serio. Porque en el mar la vida no solo es sabrosa, sino también competitiva. 

Medallero Lima 2019.