Fue en las primeras horas de la noche de aquel martes 8 de diciembre de 1987 cuando una noticia, que iba de voz en voz, rompía el corazón de los aliancistas y del fútbol peruano en general: El avión, en el cual el plantel de Alianza Lima retornaba a Lima, había caído en las frías aguas del mar de Ventanilla.
Luego de una gran victoria en Pucallpa, el cuadro íntimo volvía a la capital en la aeronave Fokker 27, que en horas de la noche perdió comunicación con la torre de control del Jorge Chávez minutos antes de hacerse pedazos en aguas limeñas, arrebatándole la vida a jóvenes promesas blanquiazules.
La noticia de la tragedia se esparció rápidamente, deteniendo el alma de los hinchas blanquiazules que se preguntaban si esto era real. ¿Qué ocurrió? ¿Qué pasó para que un tranquilo martes 8 de diciembre se volviera de pronto en una herida en el corazón?
El inicio del fin
Alianza Lima viajó un 7 de diciembre de 1987 a la ciudad de Pucallpa, en donde tenía un compromiso ante el Deportivo Pucallpa por una fecha más del Torneo Descentralizado, que le daría el acceso a la Liguilla final de un enmarañado torneo peruano de la época.
El partido se jugó al día siguiente, aquel 8 de diciembre en donde la oncena blanquiazul liderada por el histórico técnico Marcos Calderón salía al campo del Estadio Aliardo Soria. Aquel equipo combinaba muy bien la juventud de muchos ‘potrillos’ con gran proyección, y la necesaria experiencia de jugadores como José ‘Caíco’ Gonzales Ganoza o Tomás Farfán.
A los 33 minutos del encuentro, Carlos ‘Pacho’ Bustamante anotaba el único gol del encuentro, que le daba no solo la victoria a los íntimos, sino que le daba la punta y los encaminaba a jugar la final del torneo. Todo era felicidad para los blanquiazules, pues no fue un partido fácil.
Con el trabajo hecho y en el primer lugar de la tabla, los ‘potrillos’ se dirigieron a un hotel a asearse y cenar, para luego abordar el avión que los llevaría a La Victoria. Sin embargo, la salida del avión se retrasó debido a la falta de un pasajero, que provocó más de una hora de retraso en la salida del avión.
Esto fue determinante de cierto modo, pues el piloto, Edilberto Villar (hoy con paradero desconocido) tenía su llegada programada a las 19:00, que eran condiciones más óptimas para él, pues no tenía, ni él ni su copiloto, experiencia navegando de noche.
La noche más triste del 87
Ya llegando a su destino, en la fase de aterrizaje, una falla en el riel delantero hizo que el piloto Villar solicite la posición de este riel, por lo que haría un pasaje sobre la pista de aterrizaje. Posteriormente, Villar ordenó a su copiloto, Fernando Morales, a leer el manual en busca de una solución, pero este manual estaba en inglés, y Morales no lo entendía muy bien.
Minutos después, Villar intentó una maniobra para obligar al riel delantero a descender, levantando la nariz del avión y bajándola de golpe, para que la gravedad hiciera el trabajo. El movimiento solo alertó a los pasajeros del avión, quienes se acercaron a la cabina a averiguar qué sucedía.
La Torre de Control del Jorge Chávez le informó al piloto que todos los rieles del avión estaban en posición, pocos minutos después, sin embargo, el piloto consultó nuevamente, recibiendo la misma respuesta. Pese a ello, Villar se preparaba para otro pasaje de verificación, pues el tablero indicaba que el riel no había bajado, por lo que repitió la maniobra.
La Torre de Control seguía indicando que el avión estaba listo para aterrizar, sin embargo, no hubo respuesta. La aeronave seguía descendiendo sin control del piloto, quien presa del pánico, intentaba verificar el manual por su cuenta, el impacto fue inminente.
A las 20:14 el martes 8 de diciembre de 1987 se volvió una fecha trágica, el avión impactaba en el mar de Ventanilla.
Los 43 que murieron en el mar de Ventanilla
El impacto destrozó la aeronave, acabando con la vida de 43 personas, solo el piloto logró salir vivo e ileso de aquel siniestro. El boca a boca de la noticia llevó a familiares e hinchas, movidos por la esperanza de encontrar algún sobreviviente, pero no hubo nada más que hacer que lamentarse cada vez que ese caprichoso y a la vez benevolente mar devolvía algunos cuerpos a la orilla.
Fueron 16 jugadores, 6 miembros del cuerpo técnico, 4 auxiliares, 8 miembros de la barra, 3 árbitros y 6 tripulantes los fallecidos en aquella noche que el corazón del hincha blanquiazul lloró amargamente, incapaz de comprender lo que sus sentidos le hacían vivir.
El primer cuerpo de un jugador devuelto por el mar fue el de Tomás Farfán, el 15 de diciembre, junto al cuerpo de César Lozano y Miguel Piña, al día siguiente, el mar varó los cuerpos de Ignacio Garretón, Braulio Tejada, Daniel Reyes y Santiago Miranda, el jefe de equipo. El jueves 17 aparecían los cuerpos de Gonzáles Ganoza, Johny Watson, Milton Cavero, César Sussoni, Aldo Chamochumbi y el barrista Oscar Colmenares.
El 20 encontraban el cuerpo de José Casanova y de José Vergara, ayudante de utilería de 15 años, unos días más tarde encontraban el cuerpo de José Mendoza y el 25, día de navidad, el de Marcos Calderón. Nunca aparecieron los cuerpos de Alfredo Tomassini, Luis Escobar, Gino Peña, William León ni Carlos ‘Pacho’ Bustamante.
En la Ceremonia de Despedida el dolor se reflejaba en los rostros de los asistentes. El último balón con el que jugaron los ‘potrillos’ de La Victoria fue rescatado del mar, expuesta ante los ojos de los hinchas aliancistas como el último recuerdos de aquellos fallecidos, padres, hijos, hermanos o amigos de alguien, quienes sufrieron en el corazón una herida, que no cerrará jamás.
El torneo peruano se aplazó hasta enero del siguiente año, pues quedaban 12 fechas por disputar, lo que consiguió completando la plantilla con juveniles, jugadores que no viajaron a Pucallpa y terminaron salvándose de la tragedia, uno de ellos Juan Reynoso, además del regreso de jugadores como Teófilo Cubillas, Wilmar Valencia o José Velásquez.
A pesar del duro golpe, Alianza Lima llegó a disputar la final ante el clásico rival, cayendo por 1-0 ante Universitario, que se llevó la corona del 87.
De La Victoria a la gloria
“Y sobre el cielo de Lima, llegaron hasta la cima, y sobre el cielo de Lima se quedarán…”, versa una parte de la canción que compuso Augusto Polo Campos compuso para Alianza Lima para los ‘Ángeles de Ventanilla’. Con el tiempo, la tragedia quedó en el alma de cada aliancista como un vacío doloroso, que el tiempo purificó como recuerdo imborrable.
La falta de explicaciones, la incógnita alrededor de qué fue lo que ocurrió realmente en aquel Fokker, lo que pensaron, lo que hicieron, lo que sintieron… muchas preguntas que el mar de Ventanilla se tragó.
Una prometedora generación de ‘potrillos’ se perdía por una maldita y antipática jugada del destino. ¿Cuántas alegrías nos hubieran dejado? ¿Cuánto goles hubieran festejado? ¿Cuánta magia nos habrían regalado? Quizás estas preguntas, que se hacen desde aquel triste 8 de diciembre del 87, son las que más duelan, aún hoy, a 37 años de lo ocurrido.
Muchas cosas nos arrebató el mar aquella noche, por eso recordarlos es el mejor homenaje que puede hacerse a los valientes ‘potrillos’. Gloria a ustedes muchachos, desde La Victoria hasta la eternidad.
En memoria de:
Futbolistas: Carlos Bustamante (22), José Casanova (23), Milton Cavero (20), Aldo Chamochumbi (19), Luis Antonio Escobar (18), Tomás Lorenzo Farfán (26), Ignacio Garretón (19), José González Ganoza (33), William León (22), José Mendoza (26), Gino Peña (23), Daniel Reyes (23), César Sussoni (23), Braulio Tejada (18), Alfredo Tomassini (22), Johnny Watson (25).
Miembros del club: Marcos Calderón (director técnico), Andrés Eche Chunga (utilero), Rodolfo Lazo Alfaro (kinesiólogo), Rolando Gálvez (preparador físico), Orestes Suárez Galdós (médico traumatólogo), Santiago Miranda Mayorga (jefe de equipo), Washington Gómez (dirigente).
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