Concierto de Weezer
Concierto de Weezer

“¿Dónde es el after-party de Weezer?”, me pregunta, después del concierto, en plena calle, un chico de lentes que llevaba a una chica de lentes en su espalda, a caballo. "Nos han dicho que una discoteca por acá va a pasar sus canciones", dice ella -al igual que él- eufórica, sonriendo. No lo sabía, y ambos se fueron riendo, casi saltando.

¿After-party? ¿Había algo así? Lo cierto es que el concierto de Weezer tuvo algo de fiesta. Con ovación del público, gritos, incluso pogo. Con clásicos propios de la banda estadounidense que llegaba por primera vez a Sudamérica, y ajenos, de legendarias bandas de rock.

Al escenario del Jockey Club, sobre las 9:30 p.m., saltaba una banda que busca mantenerse joven y, como tal, insufla juventud a canciones de los 60, 70 y 80, de artistas como Black Sabbath, Toto o A-Ha.

Ahí estaba Rivers Cuomo con sus características gafas y con una casaca jean. Y no parecía una persona de casi 50 años. La energía de las guitarras de “Budy Holly”, “Beverly Hills” y “Hash Pipe” –los tres primeros temas– lo hacía ver más joven, al igual que a Brian Bell, Patrick Wilson y Scott Shriner. Y esos éxitos datan de casi 20 años atrás.

Efectivamente, buena parte del show consistió en interpretar canciones de su aclamado Blue Album, con el que irrumpieron en la escena internacional con un sonido fresco e irreverente.

Además, presentaron un repaso personal, íntimo, de la historia del rock, posible gracias a una sensibilidad que tal vez está cambiando al final de la segunda década del siglo XXI. Nostalgia o no, en vivo su propuesta fue sumarle a temas archiconocidos una personalidad lúdica y una genuina identidad artística.

“Viva el Perú, carajo”, “los quiero mucho” fueron algunas de las frases que acompañaron a canciones como ”Africa”, “Island in the Sun”, “Take on Me” y “Paranoid” antes de retirarse del escenario por primera vez.

“¿Quieren una yapa?”, preguntó el vocalista de vuelta en el estrado. Y cantaron “Buddy Holly” a capela. Los cuatro, al centro del escenario, con un solo micrófono, desataron las palmas de un público conformado por distintas generaciones.

Seguidamente, una canción que nunca habían tocado en vivo: “Lithium” de Nirvana. Una de las bandas favoritas de todos los tiempos de Rivers, según dijo él mismo. Uno de los puntos más altos de la fiesta, en el que se suscitó el mencionado pogo. No obstante, ¿solo queda mirar atrás en el rock?

Las letras de Weezer registran cierta evolución vital, desde el adolescente en crisis familiar y existencial hasta el artista que lucha contra su propia fama. Uno de sus temas más fuertes líricamente cerró el concierto: “Say It Ain’t So”, himno desgarrador de los 90 que los catapultó a la fama con aceptación tanto de la crítica y el público, un sonido que los situó como una banda definitivamente influyente.

¿After-party de Weezer? De haber sabido dónde era, posiblemente habría ido.