Sentados en un salón, se aíslan por un instante en el silencio hasta que este es interrumpido por una nota. Para muchos es música, pero para ellos es algo más: su razón de ser.

Crecieron como cualquier otro niño o niña, pero desde muy temprana edad establecieron un vínculo mucho más profundo con este arte, el cual han convertido en su profesión.

"De la música no se vive". Es una frase que muchas personas suelen decir. Sin embargo, los estudiantes del , que tras la aprobación del último proyecto de ley pasará a ser la Universidad Nacional de Música, saben que eso es mentira.

A continuación, la historia de cómo tres de sus estudiantes abandonaron una vida 'normal' para zambullirse en este mundo, demostrando que sí se pude vivir de este arte.

Silvia Valdivia / Piano

Silvia tuvo su primera aproximación con la música con tan solo tres años. Sus padres querían que ella hiciera algo diferente cada verano y decidieron incluirla en un curso de flauta. Por motivos de la vida, Silvia acompañó a su maestra a visitar a una colega que tocaba el piano. Fue amor a primera nota.

Regresó emocionada a su casa ubicada en La Victoria y pidió a sus padres que cambiaran sus clases de flauta por unas de piano. Con tan solo seis años de edad, Silvia aprendió a través del método Suzuki, técnica utilizada para enseñar a cualquier persona a tocar un instrumento desde temprana edad.

A partir de entonces inició una infancia cargada de recitales y conciertos. Para ella todo era un juego. "Entraba, me sentaba y tocaba, luego me iba y todos aplaudían", dice entre risas.

Sin embargo, estas risas quedaron atrás conforme fue creciendo. Cada presentación iba acompañada de una dosis de nervios y poco a poco Silvia entendía que tocar el piano era mucho más que un pasatiempo.

El instrumento se volvió una necesidad para ella y fue así como luego de un ciclo de haber cursado la carrera de Ciencias de la Comunicación decidió dejarlo todo para entrar al Conservatorio. A pesar que sus padres le pidieron que tenga otros estudios de respaldo, Silvia dedicaba todo su tiempo a mejorar su ejecución en el piano.

Al inicio no fue fácil, pues no contaba con los recursos para tener un piano propio de buena calidad en su casa. Todos los días se despertaba muy temprano para ser la primera en llegar al Conservatorio y así asegurarse el mejor piano del local ubicado entre los jirones Carabaya y Miró Quesada.

Fue así como sus amigos del colegio y la universidad la apodaron 'la conservadora'. Pero son esos mismos amigos los que compran los boletos en primera fila para verla tocar en cada una de sus presentaciones.

Con tan solo 25 años, Silvia espera terminar su carrera como músico en 2019 y dedicarse al piano de cámara o también conocido como piano colaborativo. Por el momento dicta clases particulares a niños esperando que, así como ella, sus alumnos encuentren el camino hacia la música desde sus primeros años.

Leo Barraza / Violonchelo

Leo estuvo ligado a la música desde muy temprana edad. Su padre lo llevaba a las parroquias a cantar en los coros y poco a poco fue sintiéndose cómodo en este mundo. Además de su padre, su hermano mayor también era músico y había estudiado en el Conservatorio.

Con tan solo 10 años, Leo tenía ya su primer instrumento: un chelo. Recibió clases particulares gratuitas gracias a su hermano, quien convenció a sus colegas del talento escondido en aquel pequeño niño.

Convencer a sus padres de volverse músico no fue problema en este caso. Ya que con la experiencia de un primer hijo artista, decidieron dar rienda suelta a los deseos de Leo de incursionar en este mundo. Fue así como rindió el examen de interpretación e ingresó.

Pero no todo fue color de rosa al inicio. Tras una interpretación que sorprendió al jurado, Leo ingresó a los salones y entendió que la música no solo era tocar un instrumento. "Yo no sabía leer una partitura y cuando entraba a las clases los profesores decían: '¿Cómo es que has logrado entrar?'. Era un poco triste escuchar eso, pero me motivo a aprender", cuenta.

Una vez superado el inconveniente con la lectura musical, Leo fue evolucionando en sus habilidades interpretativas y teóricas. Se inclinó por el violonchelo y ahora ha establecido una relación única con este instrumento.

"Lo que me gusta del violonchelo es que tiene que apoyarse en tu pecho y sientes las vibraciones al tocar, cosa que no sucede con otros instrumentos. Estableces una conexión y sientes la compañía del instrumento", explica.

Fue también en las aulas del conservatorio donde Leo encontró el amor, aunque fuera pasajero. Refuta completamente la teoría de que las rupturas amorosas incitan a los artistas a componer melodías tristes.

Con tan solo 18 años, el instrumentista ha encontrado más razones para mejorar como intérprete y alcanzar sus sueños.

Muy en contra de lo que se podría esperar de un estudiante formado en música académica, Leo espera desempeñarse en el ámbito de la música popular, pues considera que la música peruana tiene mucho espectro por explotar.

Admira mucho a Eva Ayllón y espera estudiar más a profundidad el criollismo, así como la música folclórica.

Claudia Espinoza / Canto lírico

Esperaba con ansias las clases de música en su colegio y rápidamente descubrió su vocación. "Siempre me gustó el curso de música y tenía mucha facilidad", señala. Desde entonces, Claudia aprendió a tocar la flauta dulce, la guitarra y el clarinete. Fue este último instrumento con el que decidió entrar al Conservatorio.

Sin embargo, a los 23 años descubrió un nuevo instrumento, el cual se ha convertido en su mayor talento. "Uno de los momentos más difíciles fue dejar el clarinete para dedicarme al canto lírico", cuenta.

Es así como Claudia nuevamente pasó por los salones del Conservatorio, pero esta vez no cargaba una guitarra o un violín como los otros alumnos. Ella misma era el instrumento.

Cuidar su voz se convirtió en una prioridad y tuvo que sacrificar salir por las noches y frecuentar a sus amigos. Sin embargo, fueron ellos quienes al final terminaron dejando los bares y discotecas para ver a Claudia cantar en los diferentes auditorios de la capital.

Al inicio los nervios la dominaban, pero poco a poco fue sintiéndose más segura. El pararse en un escenario dejó de ser un reto y se convirtió en su ritmo de vida. Como soprano, la voz de Claudia acompaña las diferentes producciones que se desarrollan en Lima.

Pero la joven cantante tiene los pies sobre la tierra y luego de culminar sus estudios quiere continuar aprendiendo, por lo que aspira a viajar al extranjero para desarrollar una maestría y dedicarse netamente al canto lírico.

Un paso más en la música peruana

Tanto Silvia, Leo y Claudia forman parte de un elenco que tiene a cargo desarrollar la ópera: 'Orfeo en los infiernos', la cual tendrá lugar en el gran teatro de la Universidad Nacional de Ingeniería (UNI) el 27 y 29 de junio.

El Conservatorio Nacional de Música cuenta ya con 108 años de historia, formando estudiantes que se distribuyen en los principales escenarios internacionales de la música de cámara, interpretando y desarrollando sus habilidades y dejando en alto a nuestro país.

Carmen Escobedo, directora general de la institución, confía que con la reciente aprobación del proyecto de ley que les permitirá convertirse en universidad el Conservatorio podrá desarrollar estudios de postgrado que retengan a los talentos nacionales y así se pueda promover más la música en el país.

"Nuestros estudiantes desde que están en el conservatorio son invitados a participar en diferentes producciones y una vez salen de nuestras aulas son llevados al extranjero. Nos gusta verlos triunfar, pero también quisiéramos que se queden en el Perú y ahora podremos desarrollar maestrías y estar al mismo nivel que otros conservatorios y universidades del resto del mundo, ya que contamos con reconocidos artistas que quieren formar parte de este proyecto", refiere.

Asimismo, invita a todos aquellos que sientan cierto interés por la música a no dejar sus sueños e integrarse a los diferentes programas con los que cuenta el Conservatorio.

"A quienes piensan que estudiar música en el Conservatorio es caro, deben saber que muchos de nuestros alumnos han salido de las aulas sin pagar más que la matrícula de ingreso. Los estudiantes ingresan becados y solo se les cobra una mensualidad si llegan a jalar algún curso", sostiene.

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