(Inés Menacho)
(Inés Menacho)

Redacción PERÚ21

redaccionp21@peru21.pe

Supe que se daría un taller de escritura. Mi gusto por leer libros de autoayuda y otros que me llamen la atención hizo que quisiera experimentar y fue así que me animé a inscribirme. Ya en el primer día de charla, estuvimos casi todos los de nuestro pabellón. Algunos haciendo chacota, otros muy atentos a la hoja o carta que habían entregado (una carta a su madre), si mal no me acuerdo… es porque llegué cuando ya había iniciado la charla. Más adelante pude captar algo muy interesante acerca de cómo se expresaba el pata que nos daba la charla ante tanta gente y supe que era gracias al conocimiento de leer, ya que cuando empecé a leer, mi forma de hablar cambió, menos lisuras y más conocimiento. Nos dejaron un ejercicio práctico: que contáramos un secreto y que pusiéramos un seudónimo. Él, según esos ejercicios, escogería a quienes formarían parte del taller. A la siguiente clase acudieron los elegidos, algunos sin mucho interés, pero conforme fueron pasando los días, ya con libros en mano, cada uno fue prestando más atención. Contar una historia.

Créeme, esto jamás lo olvidaré porque para escribir mi carta tuve que ser breve, pero una vez que empiezo no quiero detenerme y mucho menos si la persona que recibiría la carta iba a ser el amor de mi vida. Mi madre. Ese día todos dimos a conocer nuestro tesoro mejor guardado. Digo tesoro porque nosotros somos muy reservados para referirnos a sentimientos, por hacernos los fuertes, pero en ese momento escribimos cada una de nuestras historias.

Luego el pata de la charla trajo una parte de un libro que, por cierto, te decía las cosas como son: tú crearás una obra maestra llamada "Madre nuestra". Cuando leí lo que editaste, el chico de la charla con ayuda de todas las cartas de tus vándalos, dije "esta no me la pierdo y quiero declamarlo para todas las mamis del Perú", junto con mis compañeros.

La hora del cásting fue muy difícil ya que todos los del taller querían salir de este lugar siquiera unas horas; aquel que se aprendía, leía e interpretaba mejor, iba. Así de práctico. Como las verdades que les dices a esos políticos que deberían estar aquí.

En el ensayo, ya con todos los elegidos, empezamos a ponerle punche para que saliera bien y quedáramos contentos con todo lo que iniciamos. Nos organizamos en grupos y comenzamos a ensayar. Es que queríamos que aquel pata que nos dicta el taller estuviera contento por tu trabajo, dedicación y compromiso con nosotros. De esa manera fuimos puliendo los últimos detalles, para nuestra presentación en "familia", ese día. Antes de la presentación, llegaron las zapatillas convers y las gorras. La gente ya parecía farandulera, con su terno, como nunca. Fue inolvidable… cortes de pelo, ensayo general, chacota y por último el rico chaufita, eso fue todo por ese día. Llegada la noche, creo yo que más de uno no pudo dormir pensando en su texto y ahí, cuando menos esperábamos, nos pasaron la voz a las cinco de la mañana para bañarnos, alistarnos y todo. Nos esperaban unas palabras del subdirector (que más fue un sermón), pensábamos que saldríamos temprano y esperamos hasta casi las ocho. Pasamos a que los tortuninjas (GOES) nos revisaran para luego ir al bus (la lata); pero aun así, con terno, camisa y corbata. Llegamos sudando, sin aire, pero con un propósito; darles lo mejor a todas las madres presentes en el penal Santa Mónica. Al llegar alguien dijo "¡Por fin!". Llegamos con la camisa afuera, enmarrocados, bajamos y nos empezaron a mirar como bichos raros y luego la revisión. Estábamos concentrados y nerviosos por lo que íbamos a mostrar, ansiosos y con las pautas correspondientes. Un grito: "¡Mierda!" y salimos a romperla, pasamos por todas las cámaras. Alrededor, madres, compañeras y autoridades. Había mucha expectativa por lo visto. Nos presentaron y luego empezamos con nuestra obra Maestra:

"Madre nuestra que estás en mi cielo…" ya continuando con la declamación pude observar el asombro de las autoridades y el rostro de todos los presentes. Ya casi por culminar con mi parte no pude evitar el pequeño gallo que solté por la emoción y nostalgia al ver a todas las madres presentes.

"Si estuvieras aquí yo ya me habría salvado, ya me dejaste solo alguna vez, y me perdí y junté mis manos y cerré mis ojos porque quise hablar con Dios como tú me lo enseñaste.

Quise hablar contigo, Dios –solté un gallito–. ¡No sé si me escuchaste por la emoción!

Madre de la guarda dulce compañía, no me desampares, ni de noche ni de día. No me dejes solo, mami, que me perdería.

Madre de la guarda dulce compañía".

Entre los aplausos y con todos de pie, sentí que hicimos algo maravilloso. Madres e internas llorando, autoridades anonadadas por todo, prensa y cámaras acechándonos mismas estrellas. Increíble, pero cierto. Lo curioso es que los inpes y técnicas al principio nos veían feo, pero luego no querían que nos fuéramos. Muestra del gran trabajo en equipo y dedicación.

Ya pronto regresaríamos a nuestra realidad. Todo el camino de vuelta fue estupendo. Gracias por todo lo que nos brindas y tu preocupación por nosotros, jamás dudé de tu palabra por eso me mantuve firme en el taller y me esforcé por dar todo de mí. Hoy podré decir que sí existen personas que aún confían en nosotros y yo quiero decir que todo lo que has hecho me ayudó a reforzar que podremos salir adelante después de que pase todo esto de estar privados en carne, mas no en espíritu. Gracias a todos los que hicieron posible todo esto, "Madre Nuestra".

TAGS RELACIONADOS