(Perú21/ Alessandro Currarino)
(Perú21/ Alessandro Currarino)

Una vez, solo una vez, defendió a un paisano suyo en los tribunales. Se preguntaba “cómo me irá”. Al frente tenía a tres jurados y al “man”, como él llama al juez. Daba un discurso acompañado de códigos y normas; citando incisos, leyes, numerales. Levantó la cabeza y se estaban matando de risa. “Señores miembros del jurado, repónganse, porque de esto depende mi futuro”, reprochó. “No, su futuro es la payasada”, retrucaron. Así narra sus primeros pasos como abogado y pensó que quizá tenían razón: lo suyo era el humor.

De madre costurera y padre empleado de una entidad pública, Tulio Loza es el tercero de trece hermanos. Asegura que ni su padre ni su madre tenían habilidades para el arte. “Estoy pensando que un turista o un circo pasó por ahí. Hasta mis bisabuelos eran más secos que mojón de camello”, me dice y suelta su risa pícara.

Migró de Abancay a Lima, y tenía claro que su misión era ser un cholo diferente al que se había construido desde el prejuicio y la discriminación. Proponía un migrante optimista, triunfador, palomilla y crítico. Con personajes como Nemesio Chupaca Porongo y Camotillo el Tinterillo, conquistó la ciudad, en la radio, TV y cine.

Y está de vuelta. Esta vez a través de la señal de Willax Televisión, con un personaje nuevo: un candidato político a 2021. Con dos sillas y una mesa, improvisamos un espacio para esta entrevista, al lado del set de televisión, detrás de cámaras y me dice: “Tengo 80 años, pero de la cintura para abajo 30. Que nadie se entere”, achina sus ojos y otra vez la sonrisa traviesa.

¿Qué ha sido de la vida de Tulio Loza?
Tulio Loza viaja llevando humor a todos nuestros cholos que están en el resto del mundo. Se dice, se comenta, se arguye que hay tres millones de peruanos en el resto del mundo. Ellos me contratan y yo les llevo humor cholo, humor peruano. Se llevan a un cholo que les va a hablar de lo fea que está la política.

Hoy la política peruana parece estar peor que en los tiempos de Camotillo el Tinterillo.
Era difícil encontrar un caso para explayarnos semanalmente; ahora es matiné, vermut y noche, todos los días hay una caquita.

¿Hoy qué diría Camotillo el Tinterillo?
Todos los días salen bandas, rateros, ladrones y políticos.

Más de una vez te deben haber ofrecido ser candidato.
Querían que sea diputado, pero nunca quise. A los 18 años me agarró el éxito, tenía mis chibilines guardados.

¿Cómo nos salvaremos de la corrupción?
No sé, hermano. Va a ser bien difícil encontrar gente honesta. Estamos mal ensamblados. Todos quieren su mordidita.

¿Por qué dejaste Abancay?
Allá no había universidad y mis viejos querían que todos tengamos estudios superiores.

¿A temprana edad querías ser abogado o actor cómico?
Abogado, porque desde chiquito era discursador. Cuando llegaba el gran senador, anualmente, para ver a los cholos, hacía su acto de demagogia y el alcalde una vez me dijo: “¿Por qué no le tiras el discurso”. Yo tenía 9 años y era un mocoso miserable para el senador, porque era el único que le decía: “Se olvidó de la carreterita, del estadio”.

¿Cómo lo recibió Lima?
Bien. Yo era chanconcito. Ingresé de un solo tiro. Al principio, mis compañeros me decían “serranazo”, “cholo”. Entonces, yo decía ‘hay que hacer algo’.

Y eso que no tienes necesariamente el prototipo promedio del hombre andino.
Como tengo el tipo blanquiñoso, con pelitos en el pecho, ojitos casi claros, creían que era uno de los blaquiñosos.

En San Marcos conoces al escritor Alfredo Bryce Echenique, quien te dedica un capítulo en su último libro.
En otros libros también, porque yo lo cochineaba.

Le decías Mr. Bryce.
Le puse esa chapa porque era hijo de papá pudiente. Nosotros íbamos con nuestra casaquita y él iba con su hermoso terno inglés y en su carro Peugeot. Era mi pata.

Él escribe que Tulio Loza era más divertido en la universidad que en la TV.
Claro, éramos jóvenes, nuestro humor era de otro tipo. Para la TV tienes que respetar ciertos códigos y la opinión de un libretista.

¿Te preocupaste por poner la imagen del cholo en un nivel elevado?
Hacía que el cholo no sea el tozudo, el tarado. Los libretistas querían ridiculizar al cholo. Fueron mis compañeros de la universidad los que me llevaron a un programa de radio que se llamó Loquibambia. Hablaron con el director del programa y le dijeron que tenían un compañero de carpeta que tiene ángel, simpatía y respuesta rápida. Presenté una rutina del cholo pendenciero y le encantó. Pero a mis compañeros no les cayó bien y dijeron que ese cholo era falso. “Pero es lo que quiere ser”, me defendí.

A los 80 años, luego de sumas y restas, ¿cuál es el resultado?
Soy de acero inoxidable. Un tipo con la conciencia tranquila.

¿Te volviste a enamorar?
No. Como a la carta. Raspa y gana (risas).

¿Y la soledad?
Vivía en un departamento, pero tengo una hermana, solterona ella, muy simpática y buena, y un hermano, Hugo, que está maluco, y me dijeron: “¿Por qué no te vienes acá?”. Viven en la casa de mis padres. Fui y así nos cuidamos los unos a los otros.

¿Cuál es el futuro de Tulio Loza?
El cajón (risas). Me dicen once chelas: una más y a la caja.

¿De qué forma quisieras ser recordado?
Como un cholo que tuvo la sana intención de mejorar la calidad del habitante de este país y que ‘cholo’ no sea un término peyorativo, sino motivo de orgullo. El cholo es la identidad de este país.

AUTOFICHA:
- “Soy Tulio Loza Bonifaz. En algunos documentos de la universidad aparezco como Óscar Tulio. Para ingresar necesitaba mi partida de nacimiento, pero como no la encontré, pedí mi partida de bautizo, y cuando me bautizaron, mi padrino me puso Óscar Tulio. Tuve que hacer un proceso para quitarme el Óscar”.

- “Nací en Abancay. Era un pueblito chiquito. Si ahora vuelvo, encontraré una ciudad. Para aprender sobre humor, he tenido que leer algunos libros. Además, me botó el ‘Chino’ Velasco y trabajé en películas en Argentina, con Olmedo, Porcel y Moria Casán”. 

- “La otra vez me fui a la calle Capón y casi me piso, porque han hecho una loseta, que está ahí hace varios años, y que dice: ‘Tulio Loza le quitó el complejo a los cholos’. Pucha, qué tal piropo. Entonces, pensé que los primeros en reconocer los méritos de mi trabajo han sido los chinos. Me encantó”.

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