Teresa Ruiz Rosas ha publicado cuentos y novelas, la última, Estación Delirio, salió en Lima hace un año. (Foto: Ana Real)
Teresa Ruiz Rosas ha publicado cuentos y novelas, la última, Estación Delirio, salió en Lima hace un año. (Foto: Ana Real)

Cuando escribe, el tiempo se detiene, se olvida de todo y lo hace hasta caer encima del teclado. Cuando se cansa, se asoma por la ventana y cierra los ojos. La novelista arequipeña viene al Perú cada cierto tiempo y mira con asombro el crecimiento demográfico de la tierra que la vio nacer. Siente nostalgia al recordar a su padre, el poeta José Ruiz Rosas, quien le enseñó a poetizar incluso lo más banal y ver la vida con humor, con una sonrisa siempre. Teresa se fue muy joven del país, pero siempre está pendiente de lo que sucede, hay hechos que la enorgullecen y otros que la indignan: uno de ellos es la violencia machista, que continúa impregnada en nuestra sociedad.

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Desde su residencia en Colonia, Alemania, Teresa nos habla sobre su participación en el Hay Festival Arequipa, en el que sostuvo un intenso diálogo con la periodista y filósofa alemana Svenja Flasspöhler. En el encuentro, que aún puede verse en la página web del festival, intercambiaron ideas sobre lo que representa el feminismo en la actualidad, aciertos y debilidades del movimiento #MeToo. La escritora peruana defendió su postura contra la prostitución y la delgada línea de este oficio con el tráfico y explotación sexual de las mujeres.

-La pandemia nos dejó sin Hay Festival presencial

Me da mucha pena no poder ir, me había hecho mucha ilusión, ya lo había planificado. Que no se pueda realizar, que tenga que ser virtual es una lástima porque no hay ese encuentro que es de lo que se nutre el festival. Por otro lado, está bien que se pueda hacer de esta forma, alternativa, contra y viento y marea. Ha sido un año durísimo. La pandemia realmente ha enlutado a Arequipa. Ha sido una situación muy triste, que podría haberse manejado mejor, evidentemente.

- ¿Qué ha mejorado en Arequipa desde que te fuiste?

Desde que me fui, la población se ha quintuplicado. Arequipa es una ciudad que tiene una vida cultural intensa. El hecho de que el Centro Histórico se haya convertido en Patrimonio de la Humanidad trajo también una serie de actividades y el Hay Festival Arequipa es una muestra. Ya son cinco años y de la manera cómo funciona es un claro ejemplo de la buena conjunción que hay entre la vida cultural arequipeña y la posibilidad de acoger un festival de este tipo de dimensiones y características.

“Es importante que la gran mayoría de actividades culturales no estén concentradas en las grandes capitales”.


- ¿Cuáles son los beneficios de que los eventos culturales se hayan descentralizado?

Hace dos años, que estuve en Arequipa, observé la gran cantidad de gente que acude solo por el Hay Festival. Es un foco de atención. La población local estaba bastante involucrada. La ciudad entera se transforma en esos días. Eso es muy agradable de ver. Es importante que la gran mayoría de actividades culturales no estén concentradas en las grandes capitales, mucho mejor aún si esto pasa en un país tan centralista como es el Perú.

-El feminismo es el eje de una conversación entre la periodista alemana Svenja Flasspöhler en el Hay Festival y tú. ¿Empodera o victimiza a la mujer este movimiento?

La manera en la que el feminismo se va manifestando es importantísima porque no ha tenido esas manifestaciones multitudinarias antes, que a veces haya algunos excesos, algunos errores, es parte de que estamos en una ola tan grande de cambio. Lo importante es el cambio que queda luego.

Hay un cambio muy importante para la sociedad, más aún para las sociedades que tienen un trasfondo de machismo declarado, un trasfondo de violencia muy tristemente célebre. El objetivo es que se ponga un punto final a esto. Una paridad, una igual de derechos y de sueldos.

- ¿Cuáles son los aciertos y debilidades del feminismo?

Hay actitudes que ahora no se permitirían, no se tolerarían, hay denuncias que son muy importantes, la mujer ya no se deja, ya no permite muchas cosas que antes permitía, los propios hombres ya no se dan el lujo de hacer cosas que hacían antes de manera arbitraria y abusiva. Por supuesto que hay casos en los que las mujeres se aprovechan de esa situación, desmerecen, no tienen una actitud justa, y eso no se debe aplaudir, pero opino que son más bien excepciones. La gran mayoría de casos son en los que la mujer ha sido maltratada de distintas formas.

- ¿Qué opinas de que se absuelva a un violador usando como argumento el color de ropa interior de la víctima?

Es una vergüenza, esa una aberración. Me duele muchísimo y me indigna ver como la justicia no hace justicia. Yo he escrito una novela (Nada que declarar) en la que me ocupo del tema del tráfico de mujeres. Hay una serie de asuntos pendientes que resolver y que son muy serios. La sociedad debe de ir presionando para que eso cambie y cada uno también debe cambiar de actitud y mentalidad.

“Duele muchísimo ver como la Justicia no hace justicia (en los casos de agresión sexual)”.


- ¿Qué diría tu padre, el poeta José Ruiz Rosas, al verte defender con tanto fervor el movimiento feminista?

Me diría que diga todo lo que piense, que no me achique. Mi padre fue un feminista toda la vida, a mi madre siempre trató muy bien. Él siempre predicó con el ejemplo, el respeto por el ser humano y por la mujer. Me enseñó un respeto práctico.

Él me despertaba con poemas. Me hacía sentir la felicidad de vivir, de empezar un nuevo día, lo más sencillo lo convertía en una broma positiva, una broma inteligente, la broma que te hace pensar con una sonrisa. Pienso en él todos los días, es una ausencia que está muy presente. Ante cada cosa que debo de resolver, me pregunto que me diría él en ese momento.

-Estación Delirio, tu última novela, deja muchas reflexiones sobre la importancia de la salud mental

Lo que he tratado de plasmar en esta novela es que la frontera entre el enfermo mental y el sano es algo muy dudoso. Basta con mirar a algunos políticos del mundo.

El enfermo mental necesita hablar, poder deshacerse de los traumas que lo paralizan. Se necesita un presupuesto mucho más consciente, pero también es muy importante la actitud de la sociedad en general. No estigmatizar. He visto casos de gente que esconde a sus enfermos mentales, que no les dan un trato humano, no darles el cariño y dedicación que necesitan. No debemos segregarlos, no debemos considerarlos inútiles. He visto que en Alemania, España y Francia que el enfermo mental juega un papel más importante, que se le da mayor atención. El estigma ha mejorado mucho en estos países, son insertados en la sociedad y pueden ganarse la vida.

“La frontera entre el enfermo mental y el sano es algo muy dudoso. Basta con mirar a algunos políticos del mundo”.


- ¿Cuánto de ti hay en Silvia Olazábal, tu álter ego en Estación Delirio y otras obras?

Hay mucho de mí en este personaje. No puedo decir que somos idénticas. En el cas de Estación Delirio era muy importante que estuviera porque el personaje principal Anne Kahl, fue una persona a la que realmente conocí. Era la forma que encontré para contar la historia que tiene- naturalmente- algo de ficción, pero una base real en ese contrapunto de la amistad entre las mujeres de diferentes generaciones, culturas e incluso actividades, pero que se encuentran con una serie de afinidades o posturas comunes, compatibles. Ella le cuenta a Silvia todo lo que ocurrió en una clínica de salud mental en la que trabajó.

- ¿Qué mejora en una sociedad que se culturiza?

Tienes una visión más amplia. No permites que hagan determinadas cosas contigo. Se amplía tu universo de recursos. La gente se da cuenta cuando tú tienes una postura sólida frente a algo, rara vez atropellan eso. Ese espectro más amplio te da un escudo protector.

Autoficha

Soy Teresa Ruiz Rosas, escritora arequipeña. Viví hasta los 19 años en esta ciudad. Tengo muchos recuerdos de allí, uno de ellos es Trilce, la librería de mis padres, que fue un espacio de libertad y alegría durante mi infancia y adolescencia, pasé muchas horas allí. Había mucho que hacer. Eso marco mi vida.

Después de terminar el colegio, ingresé a la Universidad Nacional de San Agustín, pero luego me fui a Budapest. Y luego a mitad de los ochentas volví a Arequipa para vivir dos años. Después de eso, las veces que he regresado han sido periodos muy cortos. Actualmente resido en Colonia, Alemania.

He publicado cuentos y novelas, la última, Estación Delirio, salió en Lima hace un año. Cultivo la traducción literaria del alemán y el húngaro. Participo en la edición virtual del Hay Festival Arequipa.

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