Támira Bassallo, una de las primeras mujeres en conformar una banda en el rock subterráneo. (Foto: Marcon Ramón).
Támira Bassallo, una de las primeras mujeres en conformar una banda en el rock subterráneo. (Foto: Marcon Ramón).

Estaba harta del colegio. Sentía que lo aprendido no era muy útil. Hija única, de 13 años. De pronto, una noche, hasta su casa de la cuadra 45 de la avenida Colonial llegó la bulla de algún concierto cercano. Aquel ruido le sonaba a punk, eran los sonidos de una movida que se gestaba en Lima. En ese momento, no se atrevió a ir detrás de aquella música.

Una parte de su casa estaba destinada al consultorio de su madre, la psicóloga Telma Rossi. Entre sus eventuales pacientes figuraban Coco Revilla, Mónica Contreras y Alfredo Márquez. Desde su cuarto los veía desfilar. Curiosa, desinhibida y adolescente, salía de su habitación y abría conversación con ellos. “No tenían nada malo, simplemente las familias los veían como raros. Yo decía que eran de los míos”, recuerda entre risas Támira Bassallo. Y efectivamente, se hizo amiga de Revilla, quien luego fue una prominente figura de la música alternativa en España con los grupos Silvania y Cielo. Contreras llegó a ser guitarrista de Salón Dadá. Y Márquez es un notable artista plástico y tal vez causante de que Támira haya ido a uno de sus primeros conciertos en aquella ola del rock subterráneo, en la década del ochenta.

Bassallo es de las primeras mujeres que conformó un grupo en esa escena contracultural, pero que estaba poblada básicamente por hombres y donde el machismo era moneda corriente. Fue parte de las bandas Excomulgados, Empujón Brutal, Salón Dadá y Col Corazón. Estas dos últimas han alcanzado la categoría de culto, razón para reeditar su producción en Lo que no existe, existe - Salón Dadá/Col Corazón: Registros de una saga post punk en el Perú (1986-1990), que compila diversas grabaciones en formato vinilo, más imágenes e información histórica, para la colección Sonidos Esenciales, del sello Buh Records, enfocado en la vanguardia musical en el Perú.

Muchos recordamos un reportaje en el Canal 9, que analizaba el fenómeno del rock subterráneo a partir de un concierto en la Concha Acústica del Parque Salazar, donde ahora es Larcomar. En la mesa de análisis estaban dos expertos, uno de ellos fue Telma Rossi. Coincidentemente, su hija estuvo en ese concierto como parte del público, y hoy es protagonista de aquel tiempo.

¿Cómo a una joven de 13 años la atrapan los sonidos del rock subterráneo?

Me gustaba el rock, pero no me gustaba lo que pasaban por la radio. Nunca me gustaron las baladas; es más, llegan a desesperarme, me parecen muy tristes.

Curioso, porque la música que has hecho tiene que ver con la melancolía; y ya en otro plano, te gustaba Silvio Rodríguez.

(Risas). Silvio me gustaba por las letras y por la música que era original. En esa época escuchaba música clásica y nueva trova.

¿Hubo un primer concierto que te marcó?

No recuerdo uno que me haya marcado. Iba a tantos eventos culturales por mi cuenta que en alguno debo haber llegado a la movida subte. Es probable que Alfredo Márquez le haya dicho a mi mamá que vayamos a algún concierto. Él era su paciente, como lo fue Coco Revilla. Todo el mundo caía por ahí (risas).

En el consultorio de tu madre se gestó el rock subterráneo.

(Risas). Yo estaba en el colegio. Vendí casetes en La Nave de los Prófugos, fui al Rock en Río Rímac, cuando los policías corretearon a todo el mundo. En esa época estaban Herbert Rodríguez (artista visual), Óscar Malca (periodista), Pedro Cornejo (filósofo), el mismo Wicho (Narcosis y Mar de Copas), que eran un poco mayores. Y a Iván Zurriburri (Flema, Empujón Brutal) le pedí que me enseñe algunos acordes. Aprendías un poco y a la semana siguiente ya estabas tocando.

¿Y tu madre qué dice ahora?

Ella tuvo una participación interesante porque era como una animadora y defensora de los jóvenes incomprendidos. Prestaba la casa para las reuniones. Ella y mi abuela iban a los conciertos.

¿Y sentiste el impacto de llegar a una movida donde había más hombres?

No. En mi casa no había los roles típicos. Nunca me dijeron que no me porte así porque era mujer, yo salía mucho. Me iba sola a museos, era independiente.

¿Cuando ingresaste a Excomulgados, tu primera banda, ya estaba María T-ta en escena? Ella está considerada como la figura femenina más destacada del rock subte.

No, creo que apareció un poco después. En el mismo año 86 que llegué a Excomulgados, entré a Empujón Brutal, donde toqué bajo y ella era la voz.

Creo que en ese tiempo ya estaba en escena Delirios Krónicos, que tenía a otra mujer en su formación.

Yo creo que sí. Me parece que ellos están desde fines del 85.

Estoy tratando de bocetear un mapa de las primeras mujeres que conformaron bandas en el rock subterráneo. Y eres de las primeras.

Sí, con Lili (Delirios Krónicos) y María T-ta un poquito después. Pero en su momento la propuesta de María T-ta no fue bien recibida. Hoy se percibe como algo especial, y me parece muy justo, pero en su momento no ocupó un lugar importante. La marginaron mucho, la ningunearon mucho. Pero yo la admiraba.

¿Qué le decían?

De todo. Había agresiones físicas y verbales, desde escupitajos hasta golpes.

¿A ti también te ha tocado recibir agresiones?

Sí, también, pero nunca me pegaron. Yo era bien agresiva, muy callada, casi no quería hablar con nadie, no me importaba lo que los demás pensaran, ni trataba de caerle bien a alguien; cuando alguien se me acercaba, lo alejaba, era muy selectiva, no aceptaba algún comentario halagador.

Luego vino Salón Dadá. ¿Cómo fue el debut?

Creo que debutamos en julio del 86. La gente nos decía “ya bájense; no toquen; ya, son lindas”; además, lanzaban silbidos para supuestamente piropear. Fue en Magia de Magdalena. Pero nosotros seguimos tocando.

¿Qué referencias tenían?

No había la idea de hacer punk o postpunk. Era la necesidad de expresarnos. Al no ser músicos profesionales, tocábamos lo que podíamos. Algo que teníamos claro con Jaime de Lama, en Salón Dadá y Col Corazón, era que nos encantaban los danzantes de tijeras y la música andina, y queríamos llevarlo a la música. Pero sobre todo era la necesidad de expresarse, de sentirse vivo, de hacer algo creativo en un momento político muy duro, cuando la muerte era muy cotidiana.

¿Cómo llega Col Corazón?

Salón Dadá fue hasta el 88, porque Juver (batería) dejó el grupo y él le puso Salón Dadá. Entonces, decidimos cambiarle el nombre. Además, nos decían que la música que habíamos hecho era dark, depresiva, melancólica; y yo en realidad no quería ser así, yo quería ser una persona feliz (risas). Quise dar la contra y ponerle un nombre divertido, que lo encontré en una propaganda de verduras: a la col china le llamaban col corazón, que sonaba gracioso.

O a nombre de grupo pop español de los 80.

(Risas). Y duró hasta el 90.

¿Por qué dejaste la música?

Sentía que la propuesta que hacíamos no iba a tener ningún eco. En la escena subterránea no éramos tan aceptados, no era algo que gustara tanto.

Hoy, como historiadora del arte, miras atrás, ¿y qué opinas de lo producido?

En algún momento decía que había que rescatar esa música, luego pensaba: “Qué mal tocábamos, qué mal está todo, qué feo suena” (risas).

¿Cuestionaste su valor como arte?

En algún momento sí. Y ahora pienso que era algo que nos debíamos, un poco de justicia por lo que hicimos. Esa música para mucha gente fue inspiradora. En ese momento yo me sentía como bicho raro, que el problema era yo, y ahora quisiera que esto fuera inspirador para otras personas que no tengan los gustos típicos; que no se sientan raros, que no se sientan frikis ni como monstruos. Cuando uno siente que no encaja, es como si fueras un ser monstruoso, como si no fueras un ser humano. Quisiera que esto fuera como un salvavidas. Que miren que hay otra gente rara que hace cosas, que no estás tan solo, tú también puedes hacer algo distinto y no solo lo que hace todo el mundo.

En una entrevista de Edwin Núñez (Zcuela Crrada), que se publicó en el 86, dices que hay que buscar cosas nuevas en todo, principalmente tratándose de una mujer.

Leía mucho, estaba muy inspirada por mi familia. Las mujeres en familia no eran muy típicas.

¿Salón Dadá y Col Corazón fueron muy experimentales para ese tiempo?

De repente no sonaba a nada. Iba a ser muy difícil que nosotros podamos vivir como músicos. Por eso estaba entre postular a canto en el Conservatorio o seguir con Historia del Arte. Elegí lo segundo.

AUTOFICHA:

-“Mi nombre completo es Támira Elda Bassallo Rossi, nací en Jesús María, el 6 de marzo, pero he vivido siempre en el Callao, me siento muy identificada con el Callao; lamentablemente, nos tuvimos que mudar a Miraflores porque nos robaron muchas veces. Tengo 51 años”.

-“Estudié en Bellas Artes un año pero no era para mí; luego ingresé a San Marcos a Historia del Arte, luego seguí la maestría de Historia del Arte en la Católica. Trabajé en el Museo de Arte de San Marcos, luego con el historietista Juan Acevedo, en el INC, la Bienal de Lima”.

-“Tuve a mi hijita y decidí descansar tres años. Ella ahora tiene 16 años. Le gusta la música y quiere estudiar canto, le gusta la música clásica. Luego he trabajado con Gustavo Buntinx. Y hoy trabajo con Teresa Burga, una artista peruana de 84 años, que ha desarrollado casi toda su actividad en el extranjero”.