Stanislas Dehaene ganó el Brain Prize, considerado el Nobel de la neurociencia.
Stanislas Dehaene ganó el Brain Prize, considerado el Nobel de la neurociencia.

En su laboratorio tiene aparatos para medir el comportamiento de las personas, los gestos, los movimientos oculares. También equipos para obtener imágenes cerebrales. Y otras herramientas que permiten conocer la actividad eléctrica y magnética del cerebro. Y en el fragor de esa actividad científica, alista la publicación de su sexto libro que, en una traducción literal, se llamaría Frente a frente con el cerebro. “Lo nuevo lo aprendo en mi laboratorio”, me dice Stanislas Dehaene, científico francés que ostenta el Brain Prize, considerado el Nobel de la .

Todo empieza en la niñez. Stanislas tuvo muchos rompecabezas y juegos de construcción, donde desarrolló el espíritu matemático, la capacidad para construir y ver en tres dimensiones. “Pienso que ese aspecto se ha dejado un poco de lado en la educación de hoy”, dice desde el hotel donde se hospeda en Lima, invitado por la Embajada de Francia, en los días previos para viajar al de Arequipa, donde fue uno de los expositores estelares.

Parte de su trabajo consiste en plantear preguntas que antes eran filosóficas y hallar una manera de volverlas empíricas. Preguntas y respuestas que las exhibe en conferencias que alista con minuciosidad. Lleva una laptop en sus manos y me pide, con delicada firmeza, que la entrevista sea breve porque tiene “mucho trabajo”.

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-¿Es minucioso al nivel de la obsesión?

(Ríe). Los científicos somos un poco obsesivos por la importancia de la precisión de los resultados; y tenemos también un sentido de la duda, de cuestionarnos los resultados hasta que sea algo estable.

-¿De niño también era así?

Siempre tuve un espíritu científico y siempre estuve interesado en comprender el cerebro y cómo genera el pensamiento. Un misterio que quería resolver.

-¿Cómo un niño tiene conciencia de ese espíritu científico?

La investigación muestra que todos los niños tienen espíritu científico. Tienen curiosidad y actúan como científicos, hacen experiencias para determinar cómo funciona el mundo exterior. En mi libro Cómo aprender las palabras cito estas experiencias que muestran que desde el primer año de vida los niños hacen experiencia sobre la gravedad cuando empujan objetos de la mesa y caen; están experimentando con la gravedad y terminan comprendiendo cómo un objeto debe ser puesto en la mesa para no caer.

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-¿Subestimamos a los niños?

Es exactamente el mensaje de mi libro. El cerebro del niño pequeño es como una súper computadora.

-Usted vincula la matemática con la creatividad. ¿Qué tan juntas caminan?

A menudo en educación tenemos una visión muy estrecha de la matemática, se restringe a la aritmética, al aprendizaje memorístico de tablas de multiplicación. Las matemáticas son la capacidad de imaginar.

-¿Por qué nos cuesta aprender matemáticas?

Todos tenemos intuiciones matemáticas. Cuando uno se apoya en esas intuiciones, las matemáticas no son difíciles.

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-¿Es cierta la idea de que usamos un potencial mínimo de nuestras capacidades cerebrales?

Algunas personas dicen que solo usamos el 10% de nuestro cerebro, eso es falso. Siempre utilizamos todas las neuronas del cerebro, pero usted habla de potencial y es un mejor término. Efectivamente, hay un potencial de aprendizaje que es muy importante, diría que es la característica de nuestra especie, y es por eso que nuestra especie ha invadido el planeta.

-¿Qué implica “invadido”?

Llegamos a explorar el planeta Marte, pero es también un terrible peligro en la medida que nuestra especie es invasiva y tremendamente inteligente y capaz de destruir por su inteligencia. Somos un peligro para nosotros mismos.

-¿También somos un peligro por cómo elegimos políticamente?

Hay una gran confusión entre educación y política. Para mí, los algoritmos de aprendizaje de la especie humana son universales y no dependen del hecho de que tengamos una política de izquierda o derecha.

-Pero nuestra formación influye en las decisiones políticas que tomamos.

Hay que tener una formación científica; y en particular, en los círculos políticos hay una gran cantidad de decisiones que son tomadas a nivel político sin consideraciones rigurosas de las consecuencias; peor aún, vemos aparecer una voluntad sistemática de negar la realidad científica, lo que es un gran peligro.

-¿Hay personas más y menos inteligentes?

Sí. Pero hay sobre todo personas más o menos educadas. La educación transforma muy fuertemente los circuitos cerebrales y aumenta considerablemente el potencial para reflexionar, para pensar evitando los sesgos de razonamiento. Una gran parte de nuestra inteligencia viene de nuestra educación.

-¿La curiosidad es el punto inicial de todo?

La curiosidad hace parte del algoritmo de aprendizaje de todo el cerebro. Cuando aprendemos algo nuevo, el cerebro humano desencadena dopamina, el sentido del placer. Y los niños tienen una curiosidad natural.

-¿Qué de niño conserva?

(Ríe). El sentido del humor tal vez, la curiosidad. Creo mucho en el laboratorio, donde uno ríe y crea sin pensar en jerarquías.

-Su laboratorio es como un patio de juegos.

Al comienzo un poquito (ríe). Pero después las experiencias pueden durar uno o dos años. El científico es obsesivo por el deseo de obtener una respuesta.

AUTOFICHA:

- “Nací en Roubaix, Francia, a 250 kilómetros de París, una pequeña ciudad que tuvo un periodo industrial y que hoy tiene grandes problemas de migración y pobreza. Vengo de una familia de cuatro hermanos. Mi mamá se ocupaba de los hijos y mi padre es pediatra”.

- “Creo que fue mi padre quien me transmitió el deseo de comprender a los niños. Todos los adultos han sido niños. Estudié Matemática y luego entré a una gran escuela, al nivel más alto en matemática, pero me detuve porque quería trabajar sobre el cerebro”.

- “Tengo una tesis de psicología cognitiva. He publicado cinco libros donde soy único autor. Tengo un libro en ciernes (Frente a frente con el cerebro), donde muestro las más lindas imágenes del cerebro, la evolución de las técnicas que permiten ver el cerebro y lo que estas imágenes nos dicen de nosotros”.

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Gonzalo Galdos

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