Oquendo vuelve al teatro con en las nubes, donde es una prostituta en las puertas del cielo. (Violeta Ayasta/GEC)
Oquendo vuelve al teatro con en las nubes, donde es una prostituta en las puertas del cielo. (Violeta Ayasta/GEC)

Recuerda el olor de la tierra mojada, la caída de la lluvia, el ruido de los sapos, la luz del sol, los ríos de aguas transparentes, el verde de las montañas. Pero también evoca a su profesora, quien en un ambiente tenía su sala y, detrás de una cortina, la cocina. Sonia Oquendo, con tres años, aprendía a leer. La maestra interrumpía su clase, deslizaba la cortina y salía el aroma del ajo y el arroz. “Tengo una fascinación con la selva. Pero también hay desencanto, traumas, el miedo a la oscuridad, los bichos”, guarda en la memoria sobre su vida entre los 2 y 9 años de edad, en Tingo María.

El padre era ateo, pero la madre, a escondidas, iluminaba sus santos. La hija fue descubriendo su propia fe basada en la conducta y los principios. “Hay que portarse bien”, me dice la actriz que vuelve al teatro con la comedia En las nubes, donde es una prostituta que llega a las puertas del cielo. Escrita por Madeleine Marion M. y dirigida por Cristhian Palomino, se presentará desde el viernes 13 de setiembre, a las 8:30 p.m., en el auditorio UCAL, sobre la avenida La Molina 3755, en el distrito del mismo nombre. Las preventas se adquieren en .

En el tránsito de la adolescencia a la juventud quiso comerse el mundo. Postuló a Biología, fue aeromoza, ganó un concurso de modelaje, estudió locución y teatro, ingresó a la TV, se casó a los 20, tuvo su primera hija, se separó a los 23, empezó con judo y karate. “Perfeccionista, disciplinada y sincera”, se describe marcando cada palabra, como si fueran pasos que dejan huellas profundas.

Cuando le pregunto por su edad, responde que no vive la edad. Y tiene razón, no importa. Ella vive con intensidad adolescente y luce radiante. Nos abre la puerta de su hogar en La Molina. Pasamos. Viste una casaca, bufanda, pantalón de cuadros y zapatillas blancas. Tomamos asiento y nos ofrece hierba luisa de su cosecha personal.

En 2013 declaraste que, con más de 60 años, estabas cosechando lo que habías sembrado. ¿Hoy en los 70 en qué etapa de tu vida estás?

En plena cosecha. Estoy disfrutando la época más hermosa de mi vida. Estoy disfrutando como una chancha mi vida.

¿Por qué?

Es la época en que ya hice todo lo que tenía que hacer. Cumplí con todo, les di a mis hijas lo que necesitaban: educación, amor, mucho cariño, estudios, viajes, engreimientos, paseos, confort, calidad de vida. Hoy por hoy son ciudadanas del mundo que lo pasan bien con sus propias familias.

¿Cuando fuiste joven gozaste de algo parecido?

No. Yo estaba luchando por conseguirlo. El salto ha sido muy grande. Ha sido un proceso de vida, de desarrollo, de mucho trabajo. Mi vida ha sido una vorágine de trabajo. Cuando a mi hija mayor le preguntan qué recuerdas de tu madre de niña: “Trabajo, trabajo, trabajo”, responde.

¿Y eso está bien?

Está bien para poder cosechar ahora. Quizás me perdí momentos importantes. Pero hay una época de producir en la vida. Tienes que vivir, trabajar y si tienes familia, debes sacarla adelante. Si sabes invertir, guardar y no derrochar, tendrás una buena vida.

Te ha preocupado mucho el futuro.

Sí, vivía pensando en que siempre quería que mis hijas tuvieran más de lo que yo había tenido. Y lo han conseguido con creces. Mi vida era modesta, vivíamos del sueldo de papá. Pero yo fui ambiciosa: quería otras cosas, quería más. Mi padre trabajó en una compañía de aviación como ejecutivo y siempre nos dijo: “Nunca les voy a dejar plata ni herencia, pero les voy a enseñar a ver el mundo”; y esa es la herencia que recibí y que se las he transmitido a mis hijas.

Bueno, fuiste aeromoza.

¡Sí! Tres años.

¿Fuiste aeromoza por la influencia del padre?

Porque no ingresé a la universidad. Postulé a Biología en San Marcos, pero gracias a Dios que no ingresé. Mi padre me dijo que se abría un curso para preparar aeromozas y entré. En tres meses ya estaba volando. Ahí aprendí disciplina, a levantarte a horas tremendas, aprendí a apreciar el país. Eran finales de los años 60.

Cuando entras a la TV te conviertes en la primera mujer en conducir un noticiero. ¿Fue difícil lograrlo?

Creo que el gerente de producción, José Luis Casán, tuvo una visión avanzada cuando todos eran hombres. Yo leía los titulares y Arturo Pomar desarrollaba las noticias, y así fui aprendiendo, tenía una catedral que me enseñaba. Un gran hombre y maravilloso compañero. Tenía una delicadeza y cariño para decirme cuando yo metía la pata, que en mi vida se me olvidó.

¿Has sido una madre dura o flexible?

No muy flexible. A mi hija mayor la crie sola. A los nueve meses que nació me separé.

Eres de armas tomar, Sonia.

Creo haber tomado las riendas de mi vida desde muy joven, y he tomado decisiones claras y drásticas. El día que esta persona se fue, lloré hasta que se me secaron las lágrimas. Fue un sábado. El lunes en la mañana, salí a buscar un terreno y es este donde estamos. Se fue y me dijo que me iba a seguir ayudando, pero yo decía que iba a creer en mí y en nadie más. Este terreno era el descampado más grande que te puedas imaginar. El día viernes de esa semana estaba firmando mis letras por seis años para pagar el terreno. Tenía 23 años. Quien no arriesga, no gana.

¿Cuáles son tus ambiciones ahora?

Disfrutar este momento plácido de mi vida.

¿Tu vida te llevaría al cielo o al infierno?

(Risas). Creo que voy a estar más cerca del cielo.

¿A quién mandarías al cielo?

A mi marido (Luis Ángel Pinasco), sin lugar a dudas.

¿Y al infierno?

¡A todos los políticos! Los metería a toditititos y jalaría la cadena (nos reímos).

AUTOFICHA

 -“Soy Sonia Elvira Oquendo de las Casas, y de Pinasco, si quieres. Soy como soy, mi nombre es Sonia Oquendo y punto. ¿Mi edad? Nunca me acuerdo de la edad. No vivo la edad. Me siento de 40. Me miro al espejo y digo: ¿quién hace esto a mi edad? Y hace rato soy abuela de cinco, más los de Luis Ángel”.

-“Nací en Lima. Estudié actuación, jardinería, decoración, cursos de historia del arte, me he metido a todos los museos del mundo que he podido. Doce años de noticiero, el Triki Trak y la época de oro de las novelas de Iguana son de mis momentos importantes en la TV”.

-“No me proyecto a grandes plazos. Mi vida trato de hacerla alrededor de los próximos tres meses. Tampoco tengo el espejo retrovisor mirando qué pasó atrás. Estoy acá, recuperándome de una enfermedad (influenza) y aprendiendo que no somos nada, que somos frágiles. Pero soy un alma libre”.

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