En el Perú, el talento está peor distribuido que la riqueza. Solo eso explica cuánta falta le hace a la prensa peruana la pluma de Luis Felipe Angell de Lama (1926-2004), un autor tan prolífico e inclasificable como talentoso. Un extraño caso que desafía la Ley de Sturgeon, esa que sugiere que el 90% de todo es mierda.
Porque, aun si el aforismo se aplicase a Don Sofo —que no es el caso—, estaríamos ante el 10% de 12 mil sonetos, 2,538 décimas, 50 mil sinlogismos, miles de columnas, cientos de miles de sátiras, más de 50 libros, 12 mil sofonetos e incontables poemas. Porque Sofocleto también fue poeta, además de diplomático, literato, periodista político y comentarista deportivo.
“No he conocido mejor humorista en todo el mundo”, dice Alfredo Marcos. “Era extraordinariamente talentoso, inteligente y culto”. El caricaturista recuerda que alguna vez Sofocleto le dijo: “Espérame unos minutos”, y procedió a escribir una columna en 15 minutos. Los memoriosos recuerdan que el desternillante periodista escribía con un destornillador de toronja en la mano.
El dibujante rememora con cariño ‘Los cojudos’, pero también recuerda con una sonrisa ‘La sábana de abajo’. Después de todo, publicó decenas de libros. Y, sin embargo, “no ha sido justamente reconocido”, piensa Marcos. Cruel ironía que marcó a un autor tan querido. “¿Por qué era difícil encontrar los libros de Sofocleto, siendo un autor conocido y muy leído en Perú?”, se pregunta retóricamente Gabriel Ruiz Ortega, editor y curador de este rescate bibliográfico. “¿Por qué no se reeditaban sus libros siendo un clásico de la cultura peruana del siglo XX?”. Buscando una respuesta, decidió ir donde el heredero, Allan Angell, quien, junto con sus hermanos, dio la aprobación para la reedición de su obra completa con Planeta.
Quizás su oceánica producción complotó contra su legado. Sofocleto ejerció todos los géneros literarios y escribía de todo, hasta el horóscopo. O tal vez su voz se hizo tan reconocible que terminó opacándolo incluso a él. ¿Cuántos saben que fue él quien bautizó a personajes como ‘Tucán’ Bedoya, ‘Gato Corneto’, Fernando ‘Belagogo’, cardenal ‘Grandázuri’ o ‘Lechuzón’ Alva Orlandini? Sobre todo hoy, que las únicas ‘chapas’ que suenan son las que suelta la Dirincri. Pero tal vez no hay una explicación lógica. El Perú suele olvidar a sus mejores firmas. Y eso no es noticia. Otra hipótesis es que su pluma inclasificable lo hizo extraño a estos tiempos de especializaciones. “Él llamó a su proyecto de escritura Enciclopedia de la Conducta Humana, pero, como era nuestro Lope de Vega, no pudo ordenar su obra porque nunca tuvo editor”, dice Ruiz Ortega. Para Eloy Jáuregui, Sofocleto —apelativo que viene de Sófocles— es un tradicionalista de la estirpe del Ricardo Palma de ‘Tradiciones en salsa verde’. Otros podrían clasificarlos a medio camino entre el fino humor de Héctor Velarde y el feroz libelo de Alberto Hidalgo. Lo cierto es que dejó una prolífica descendencia que incluye a Rafo León y a una larga lista que escribe en la zona gris que persiste entre el humor, la política y la literatura.
Y lo que lo hace más extraño es su valor, puesto que sufrió acoso, prisión y deportación como pocos. Hoy que la irreverencia provoca cancelaciones y funas, la incorrección de Sofocleto hace falta. Y quizás hasta escribiría sobre Dina ‘Huevearte’, Pedro ‘Asnillo’ o ‘los cojudignos’.