La diseñadora, calígrafa y docente argentina Silvia Cordero visitó Lima.
La diseñadora, calígrafa y docente argentina Silvia Cordero visitó Lima.

Redacción PERÚ21

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La , calígrafa y docente argentina Silvia Cordero tiene claro que para romper las reglas, primero hay que conocerlas. Por eso, pese a que recibió el prestigioso Diploma de la Asociación de Caligrafía Inglesa, ella enseña el curso de caligrafía gestual, usando un método que combina el estudio histórico y la técnica con la gestualidad y personalidad. Visitó Lima para dictar talleres. Interrumpimos su estancia y conversamos con ella.

¿Cómo se gesta tu inclinación por la caligrafía?
Fue cuando egresé como diseñadora gráfica de la Universidad de Buenos Aires, en 1988, y conocí a una calígrafa norteamericana que dio dos cursos de posgrado. Justo en el último año de la carrera había llevado el curso de tipografía; entonces, al encontrarme con esta calígrafa y teniendo una vocación de artista plástica, fue como encontré en la caligrafía el lugar donde realmente podía desarrollarme. Un lugar donde coinciden las letras, el diseño, lo proyectual, la metodología y la disciplina fusionado con lo artístico.

En países “desarrollados” el estudio de la caligrafía es más formal y metódico, casi matemático. ¿Qué diferencia ves en Latinoamérica?
Lo que pasa es que en Norteamérica y en Europa hay una cultura de la caligrafía. Los que están en Paris, cruzan la calle, van al Museo Cluny o a la British Library en Londres y pueden analizar un manuscrito original y absorber ese conocimiento. En Latinoamérica no tenemos eso, no contamos con registros más allá de nuestros próceres o de los escritos que traían los españoles.

En nuestra vida diaria estamos rodeados de letras y tipografía. ¿Cómo hacemos para que la gente valore el hecho de que detrás de cada cartel o letra que ven hay un autor, un diseñador?
Yo creo que estamos en un momento de resignificación. Por ejemplo, los carteles hechos a mano de locales comerciales que antes los hacía un letrista, ahora lo realizan los que estudian esa disciplina, los sign painters, que es gente joven que retomó ese oficio y lo revalorizó.

La resignificación es algo que se ve en el diseño en general, por ejemplo aquí en la Pontificia Universidad Católica del Perú el diseño es una especialidad de la Facultad de Arte y siempre aparecía la controversia de si el diseño es arte al ser un oficio que con el tiempo se convirtió en una profesión, al igual que la caligrafía que como disciplina ha ido de lo informal a lo formal.
Para mí el diseño no es arte. Que haya gente que diseñe con una impronta artística, con una característica o estilo que potencie su trabajo como autor, es otra cosa. Ahora, el caso de la caligrafía es especial porque es muy amplia y toca aspectos artísticos. En primer lugar, es una obra que se hace in situ, en el momento; como resultado de lo que has aprendido y de la disciplina, pero elaborado en ese instante, con la tinta que fluye –o que no fluye tanto–, es como un estado único que se relaciona más a algo artístico. Hacer un sobre para un matrimonio, por ejemplo, no es un hecho artístico, es un hecho social, “caligrafía social”. Habría de definir ese tipo de cosas.

El taller de Silvia Cordero.
El taller de Silvia Cordero.

Aquí en el Perú existen las letras chicha, hechas con colores brillantes y que se usan en los carteles de conciertos populares, en los camiones y en el transporte público ¿En Argentina hay algo similar?
Claro, allá existe lo que llamamos el filete porteño, una caligrafía popular o vernacular que se originó con las carrozas que se pintaban en Italia. Cuando llegaron los inmigrantes fusionaron esta actividad con expresiones culturales locales como el tango, creando un estilo con autenticidad y valor propio.

Estas raíces si bien son informales, son una base fuerte. ¿No crees que igual deberían servir como referencias porque son actividades que han ido de generación en generación?
Sí, pero ahora esta influencia ya se ha sistematizado. El calígrafo popular tal vez no tiene el estudio, pero tiene el oficio, posee un sistema de trabajo. Es como preparar la receta de la abuela: lo puedes hacer bien, pero cuando la haces continuamente la perfeccionas y puedes a llegar a ser profesional.

¿Qué significa para ti ser docente?, que es como tu segunda profesión después de la de calígrafa y diseñadora.
Yo empecé como docente en la universidad. Como era una carrera nueva en la capital, los profesores veían que los alumnos podían transmitir esos conocimientos. Fue una decisión arriesgada, kamikaze. Yo no tenía una formación docente, en realidad la fui forjando a lo largo del tiempo. Después para enseñar caligrafía hice mi propio método, pero a partir de conectarme con otros maestros y tratando de ponerme en el lugar del alumno y preguntándome qué me gustaría a mí que me digan. Siempre quise tener un maestro honesto y es lo que yo siempre intento ser. Un maestro que si no sabe algo, me diga “no lo sé” y cuando me equivoque, me lo diga.

Enseñar caligrafía, como cualquier disciplina artística, debe ser complicado. ¿Cómo evaluar algo intangible como la capacidad, sensibilidad o habilidad de un alumno?
No es fácil, pero como te decía: uno debe ser honesto. Si le enseño a un alumno un manuscrito original, de la que yo puedo tener mi versión, debo enseñarle no a copiarlo, si no a reescribirlo, analizándolo y estudiándolo. Hay que enseñarle a entender y a comprender para que tenga una capacidad crítica y así pueda crear su propia versión.

Datos:
-Silvia Cordero visitó nuestro país gracias a Caligrafía Artística Perú, una agrupación de profesionales cuyo objetivo es difundir, promover la caligrafía artística y el lettering.

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