Se fue creyendo en el Perú. Con la esperanza de que algún día el país que lo vio nacer goce de igualdad, de justicia y amor por la patria. En una de sus más emblemáticas novelas como Conversación en La Catedral Vargas Llosa se preguntaba: ¿En qué momento se jodió el Perú? No es solo una pregunta sobre política… Es una pregunta sobre memoria, sobre culpa, sobre lo que dejamos pasar y que debemos aprender. Mientras nos acostumbrábamos al desorden, al soborno, a la mentira. Mientras callábamos por miedo, por cansancio, por conveniencia.
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Allí estaba Mario Vargas Llosa, hablando desde su tribuna para que las cosas fueran distintas. No fue un momento, fue un proceso, una cadena de renuncias pequeñas a lo largo de la historia, y una tarea pendiente por cambiar. Mario nunca perdió el optimismo y tan es así que aunque la política haya sido ingrata con él, siempre la tuvo presente en la mayoría de sus obras. Santiago Roncagliolo, novelista, dramaturgo y guionista, nos habla de lo que ‘Varguitas’ nos deja.
¿Cómo conociste a Mario Vargas Llosa?
Lo conocí por la tele, mis primeros recuerdos de él fueron en su candidatura haciendo campaña en los 90 con cientos de miles de personas a su alrededor; y la primera vez que lo vi, de carne y hueso, fue en la presentación de su libro La fiesta del chivo en un coliseo gigantesco. Creo que había como 20 mil personas. Yo creía que todos los escritores tenían ese recibimiento masivo y resultó que no. Fue bastante peculiar por el nivel de masividad que llegó a tener su figura.
¿Cuál fue el primer libro de Mario que llegó a tus manos?
Recuerdo que al inicio de los 90 leí Pantaleón y las visitadoras en un tren y me tronchaba de risa. No tenía idea de que Mario podía ser un escritor divertido, en ese entonces. Yo no sabía que los escritores podrían llegar a serlo. Leía a Bryce, por ejemplo, pero Mario me parecía cualquier cosa menos divertida. Sin embargo, con Pantaleón y las visitadoras me divertí muchísimo. No paraba de reírme y, además, era muy actual. Era como ahora, cuando tú ves a políticos que dieron un golpe de Estado y que dicen que no se acuerdan de que lo dieron porque estaban drogados o que dicen cosas como ¡que viva el autismo! O que leer da alzhéimer. En realidad, todo este disparate en el que hemos vivido no ha cambiado.
Pero siempre en sus novelas hay un componente en común: la política. ¿Por qué crees que se interesó en ella?
Siempre se habla de política en la literatura, quizás algunas novelas son más ligeras y entretenidas, pero las que son ambiciosas hablan de política. Lo más colectivo es discutir de política. En su momento, en una América Latina donde en algunos países leer y escribir era un privilegio, había la necesidad de informar sobre política; Mario forma parte de una generación en la que todos los escritores tenían una posición; Gabriel García Márquez defendía al régimen de Cuba, Cortázar el régimen de Nicaragua; en fin, era parte de lo que un escritor debía de hacer. Incluso MVLl postuló a la presidencia. Todos ellos habían heredado la cultura intelectual de Francia, la idea de que alguien que piense debe estar involucrado en la política.
En el caso de MVLl, él abordó el concepto del liberalismo, la defensa de las libertades. Y se decepcionó del socialismo.
Sí, él se decepcionó de Cuba con el caso Padilla en los 70, pero eso significó quedarse muy solo. La izquierda era y sigue siendo el pensamiento dominante de los escritores. Lo que pasa es que Mario se fue a Londres, enseñaba allí, y presenció todas las transformaciones de Margaret Thatcher. Se enamoró de ella, le llevó flores y encontró allí un pensamiento distinto; una opción, algo qué defender fuera de un socialismo que ya había erosionado. Cuando cayó el muro de Berlín, Mario se convirtió en el más grande de los referentes intelectuales del pensamiento que se volvió dominante en los 90. Fue una apuesta arriesgada que lo convirtió en el único escritor con esa posición.
Y su defensa por la democracia que lo llevó a tener posiciones distintas.
A eso me refiero con su decepción. La democracia conducía a la elección de un autoritarismo fujimorista que en este caso Mario había denunciado años atrás o que estaba en total desacuerdo, como también su rechazo a un partido con lenguaje pro-cubano como el de Cerrón. Este pensamiento ocurrió en muchos países, como por ejemplo en Estados Unidos con Donald Trump, esa es una muestra donde se aleja a la derecha del liberalismo. En la elección entre Keiko Fujimori y Ollanta Humala, este último se reunió con Vargas Llosa en España porque sabía de lo importante que significaba la autoridad de Mario, lo visitó para ser respaldado. Si teníamos a una clase media muy desorientada, esa clase media desorientada haría lo que diga el escritor y acertó. Para mucha gente Vargas Llosa significó la idea de una democracia con separación de poderes, con derechos humanos y libertades.
¿Qué significa Mario para el Perú?
Es un personaje de la política global, es un premio nobel, un escritor, es grande. En el último tramo de su vida fue un personaje de la prensa rosa, un personaje de debates políticos. Mario es más grande que la realidad, creo que él no solo quería escribir novelas, quería ser un personaje de novela. Creo que Mario vivía con una intensidad, estaba en todas partes, lo que hacía que todo el mundo se haya tomado una foto con él. Hay gente que lo odia, que lo admira, pero no es indiferente. Despertó pasiones en tantos aspectos y en tantos sectores que cualquier definición es poquita cosa. Siempre tuvo un positivismo enorme.
Autoficha:
-“Soy Santiago Roncagliolo. Diría que Mario Vargas Llosa fue un ejemplo de ganas de vivir, él no podía quedarse quieto. En las conversaciones que tuve con él en los últimos años no le daba miedo el hecho de que la muerte lo alcance algún día sino la vejez”.
-“(Mario Vargas Llosa) temía a la idea de ser un viejito retirado. Creo que es alguien que hizo con la vida todo lo que le dio la gana. Que fue muy amado, muy amado. Fue intensamente socialista y luego intensamente de derecha. Fue casi institucional”.
-“Mario tenía unas ganas enormes de vivir. De nunca detenerse, de aprovechar cada segundo para hacer cosas, para correr riesgos, para meterse en líos, para equivocarse, para lo que fuera. Fue muy cariñoso y cordial conmigo. No estábamos de acuerdo en muchas cosas, pero yo lo admiraba un montón”.
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