Marcelo Wong de corazón.
Marcelo Wong de corazón.

Era 23 de diciembre, el reloj marcaba las 11:30 de la noche y le comunicaron que se estaba incendiando su estudio. Llegó en cinco minutos y amaneció apagando hasta la última llama. Esa mañana del 24 ya no tenía nada de lo que había creado. Con un hijo de tres meses de nacido y sin seguro contra accidentes, se planteó una pregunta que quemaba como el fuego: ¿Qué vamos a hacer?

recibe mi llamada desde su galería en Miraflores. Detrás de él, en una suerte de altar, luce un corazón que hizo para Netflix. Su obra artística la ha trabajado en colaboración con Disney, Warner Bros, DC Comics. Y en noviembre del año pasado pisó la prestigiosa plataforma de las charlas TEDx para contar su experiencia como artista, que empezó en 2005 cuando realizó su primera exposición profesional.

En 2006 creó su primer corazón, que hoy es casi un sello personal. Desde entonces estima que ha creado entre 10 mil y 20 mil corazones. El más pequeño es de medio centímetro y el más grande tiene más de un metro y medio. Este último lo podemos encontrar en el límite de los distritos de Magdalena y San Isidro, zona que ha sido escenario de desencuentros ediles por cuestiones limítrofes. Mientras tallaba esa piedra, durante dos meses, les explicaba el proceso a los vecinos. “Mi intención era que la sientan suya”, me dice sobre la pieza que inauguró en 2012, antes del incendio que lo consumió todo. Una obra que sigue en pie, amable y vital, como símbolo de amistad.

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-¿Por qué elegiste incluir corazones en tu obra?

En su momento lo asocié más a un tema de pasión, como símbolo del esfuerzo. Cuando conocí a mi esposa éramos jóvenes y yo estaba empezando a salir a la vida laboral y con ella pactamos tratar de salir adelante con nuestros propios medios. Las primeras obras que presenté no llevaban corazones. Pero con mi esposa comenzó a venir toda esta línea de esculturas que empezaban a escuchar un poco más lo que estaba viviendo alrededor y no tanto rebuscar estas cosas de las entrañas, de adentro de uno, que es un poco la línea que tuve más en la universidad, donde era buscar lo que te molestaba, lo que querías cambiar. Con ella me entregué un poco más a disfrutar de las cosas que tenemos alrededor, ir buscando cosas bonitas, lindas.

-Dentro de cierto canon del arte tal vez crear un corazón sea algo menor. ¿Ha sido difícil tomar esa decisión?

Tengo 44 años y muchos menos temores de poder hablar de estas cosas. Hoy, de pronto, trataría de hacer un corazón real. Lo cierto es que, al menos, me funcionó ser honesto con las cosas que estaba viviendo. Me provocó hacer el corazón simple y ponerlo de rojo, porque era lo que estaba sintiendo en ese momento.

Corazones y cupidos.
Corazones y cupidos.

-Los corazones tienen consonancia con el aparente carácter amable de tu obra en general, que se refleja en el acabado pulcro y las formas redondeadas.

Yo creo que más importante es tratar de trabajar sobre la simpleza. Hoy en día nuestra cabeza nos mete mucho cabe tratando de complejizar las cosas. Me pasa a mí a cada rato: trato de pensar un proyecto, recuerdas una imagen, buscar referencias y empiezas a estructurar y complejizar tanto una idea que en muchos de los casos terminas no haciéndolo por la cantidad de sobrestímulos. Entonces, he tratado de ir haciendo las cosas.

-Pero el incendio te puso en aprietos.

Cuando nació mi hijo, pensé: “Voy a dejar (el arte) y haré otra cosa”. Quería hacer cuentos, juguetes, cosas más de niños. Hoy en mi galería, por lo menos, la mitad de lo que tenemos ya está orientado hacia el diseño, líneas utilitarias, cosas más lúdicas que el arte mismo. En esa decisión me agarró el incendio. Me tomó tres años para volver al punto de antes del incendio. Me ayudó mucho perder todo. A pesar de que había podido lograr un camino con mi arte, siempre tuve estos fantasmas de cómo debe ser el arte, qué debes hacer y qué no. Pero cuando lo perdí todo y tenía un hijo chiquito, realmente dije: “¿Sabes qué? Son huevadas”. Empecemos a construir para adelante, y abracemos lo que queremos y nos gusta. A partir de esa reconstrucción, ahora ha sido mucho más fácil.

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-Has trabajado con José Tola, que podría estar en el otro extremo de tu trabajo y dentro de cierto canon.

Fue la experiencia más chévere de mi vida. Teníamos varios proyectos, que se quedaron a la mitad por su partida.

-¿Hoy haces corazones?

El corazón es lo más importante que me ha pasado, pero a la vez es lo más complicado.

-Es como la canción que siempre te van a pedir.

Exacto. Pero a raíz del incendio he aprendido a abrazar absolutamente todo. El corazón siempre estará presente.

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-Tener padre de origen chino y madre de origen japonés, ¿cómo influye en ti?

Ellos vinieron desde abajo económicamente y me enseñaron a chambear y chambear. Mi abuelo falleció cuando mi papá tenía 8 años y se quedaron solos. El camino que me tocó no fue nada fácil. Cuando salí al mundo real luego de la universidad no conocía a nadie. La gran fórmula secreta es chamba, nada más.

-¿Qué es amar?

Amar es abrazar a las personas con todo, con lo que tienen, bueno y malo. Es contener como viene el mundo, como vienes tú.

-¿Qué hay en tu corazón?

Yo creo que lo normal. Mi trabajo siempre ha tratado de ver en la simpleza. Nos olvidamos de eso. Como va la vida nunca tenemos tiempo. Nos olvidamos de caminar, de parar un rato. Son momentos para abrazar lo que quieres y soltar lo que no es necesario, porque amar también es soltar.

El corazón de Marcelo Wong.
El corazón de Marcelo Wong.

AUTOFICHA

- “Soy Marcelo Wong Galla. Tengo 44 años. Nací en Lima. Estudié Escultura en la Católica, pero no ingresé a la primera; entonces, hice cursos en Bellas Artes, aprendí inglés en un programa de intercambio. Hoy también he incursionado en la gastronomía, porque me gusta comer”.

- “Tengo un par de proyectos en gastronomía: Bao? y Maketto; uno de comida japonesa y otro de comida medio china. Y pueden visitar mi galería que está abierta de lunes a viernes, de 10 a.m. a 8 p.m.; sábado de 9 a.m. a 7 p.m. y domingo, de 10 a.m. a 6 p.m.”.

- “La galería está en Miraflores, en La Mar 1339. Este año Warner Bros cumple 100 años y se vienen cosas bien bacanes. Cuando llegó la pandemia, nosotros ya estábamos preparados mentalmente para poder parar y poder mirar hacia adentro. Era un ‘para, respira y agradece lo que tienes’”.

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