Rosamar Corcuera, hija del poeta Arturo Corcuera. (Foto: Martin Pauca).
Rosamar Corcuera, hija del poeta Arturo Corcuera. (Foto: Martin Pauca).

El barco que pintó ya está en el mar. Aún no parte, pero ya flota y exhibe su obra. Lo pintó en abril sobre una lancha en un río de Paraty, a cuatro horas y media en bus de Sao Paulo, . Se espera que pronto salga a navegar por las islas del lugar.

Este año que acaba ha sido así para Rosamar Corcuera, como navegar o flotar sin rumbo fijo. Su único destino previamente establecido fue la exposición La ventana del arca en la Casa de las Américas, en La Habana. Pero también echó anclas en el Hay Festival de Arequipa, expuso en Bogotá invitada por Andrea Echeverri, cantante de Aterciopelados, y llegó a Santiago de Chile para un encuentro de ceramistas en el desierto. Y hoy y mañana, la podemos encontrar, de 5 p.m. a 7 p.m., en su galería de Barranco con nuevas piezas de cerámica. En pasaje La Oroya 111, Bajada de Baños.

Rosamar habla en voz baja, sutil, casi como un susurro. Se confunde con el canto de las aves del acantilado barranquino. Su hablar es sereno, como alejada de la ciudad. Le prepongo: así debemos vivir, todos sobre una barca y viajar tranquilos. “Como dicen, hay que dejarse flotar y vas a llegar al mar”, me dice y sonríe, discreta.

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Este año has viajado como en una barca, navegando a placer del viento…

Yo venía pensando todos los días: “quiero ir al mar, que me salga un trabajo en el mar”. Pero imaginaba el norte (sonríe)… Y de pronto, estaba en Brasil, en un sitio alucinante.

¿El trabajo del artista es así de impredecible?

Eso es lo bonito.

O angustiante.

Por momentos, puede serlo.

Tienes un trabajo indudablemente artístico, pero a la vez, a través de varias piezas, te ubicas en el límite con lo decorativo. ¿Es correcto?

Sí, es que tengo una línea decorativa. Pero hay piezas más artísticas. Depende cómo lo interpretes. Hay piezas desgarradoras que es difícil que alguien las cuelgue en su casa. Pero sí, tengo que vivir de algo…

Cada obra corresponde a una etapa. Aquí, en Barranco, hay obras de cuando tenías 27 o 40 años. Hoy, con 56, ¿qué te representa?

A ver, a ver… Los pallares es lo último que he hecho. Me he metido en el mundo de los pallares mágicos, de los moche; transmiten los deseos de los dioses, el contacto con el cielo...

¿Hay una onda mística en tu obra?

No… No me siento mística. Me gusta todo el arte tradicional, popular, porque crecí en ese ambiente. Mi papá trabajaba en el INC y él era el encargado de las actividades culturales; entonces, venían muchos artesanos a buscarlo. Y yo crecí en ese ambiente de artesanos ayacuchanos. Yo era niña, pintaba retablos.

¿Crear una escultura durante el show de Andrea Echeverri en el Hay Festival Arequipa es como alcanzar otra cumbre?

Ya lo había hecho antes en un concierto en el Gran Teatro Nacional, pero subí solo en dos temas. Con lo de Andrea es distinto porque fue un encuentro femenino, sentí que íbamos en la misma corriente por el río.

También salió de improviso.

Sí. Nos habíamos conocido a raíz de que ella hizo un concierto en Lima, y le mandé un colibrí de regalo, en el concierto. A las dos semanas me respondió por Instagram y nos hicimos amigas y me invitó a exponer en Bogotá. Y conversando le dije, por qué no hacerlo en el escenario. Y me dijo “genial, lo hacemos”. Y fue durante siete canciones.

Estabas dando un concierto.

La gente estaba eufórica. Después me encontré con gente que estuvo ahí y me dijo: “He llorado en ese momento”. He estado caminando por Arequipa y me han dicho: “¡Escultora!, estuve en el concierto” (risas)…

Rosamar Corcuera, hija del poeta Arturo Corcuera. (Foto: Martin Pauca).
Rosamar Corcuera, hija del poeta Arturo Corcuera. (Foto: Martin Pauca).

¿Cuál fue la reacción de tu padre, el poeta Arturo Corcuera, cuando le dijiste que serías artista?

Yo estaba en quinto de media y un día cualquiera, en el patio de la casa de Chaclacayo, estábamos sentados, muy relajados, muy callados, casi telepáticos, contemplativos, y me dice: “¿Ya sabes qué vas a estudiar?”. No sé, le dije. Y me respondió: ¿Por qué no estudias arte si ya dibujas? Y yo no me había dado cuenta de que todo el día dibujaba, eran como garabatos que yo hacía para pasar el tiempo. Pero no le dije nada, solo me quedé pensando.

¿Estudiar literatura no fue una opción?

No era lo mío. Lo mío era hacer cosas con las manos. De niña me despertaba con muchas ganas de dibujar. Y luego subir al cuarto de mis papás a despertarlos y mostrarles mi dibujo, sobre todo a mi papá, era el que más se alucinaba. Para mí era un juego.

¿Desde niña o adolescente ya tenías conciencia de tener un padre poeta?

Para mí era normal que sea poeta. Era como respirar o tomar agua. No había otro mundo.

De nuevo, era como un viaje en barco, a la voluntad del viento…

Era como un arca. Mientras sucedía todo eso, mi papá ya había publicado Noé delirante, que ha cumplido 60 años este 2023, y ahora se viene una edición con Casa de las Américas. Poema que escribía, lo leía en la casa. Todo eso era parte del paisaje. Tomé conciencia de su poesía cuando me pidió que ilustre sus columnas en los medios donde publicaba, y yo estaba en el colegio; fue difícil hacerlo, sobre todo porque había que mostrarlo, mi timidez me ganaba…

Bueno, en tus obras hay poesía.

Sí, porque yo he nacido de la poesía. Está ahí, no sé hacer otra cosa, no sé cómo hacer algo que no tenga poesía.

AUTOFICHA:

-“Mi madre se llama Rosa. Y dos elementos importantes en la poesía de mi papá son la rosa y el mar. Él nació en el mar. Por eso me pusieron Rosamar. Y Tania me pusieron por una novia que tuvo el ‘Che’ Guevara. Tengo 56 años. Nací en Lima, pero viví toda mi vida en Chaclacayo”.

-“Debo haber hecho unas cinco o seis exposiciones individuales, y colectivas muchas, no las cuento. He pintado murales, pero ahora en Brasil ha sido la primera vez que pinté un barco; era un lugar donde refaccionaban barcos y estaban todos los esqueletos de los barcos”.

-“Estudié Pintura en la PUCP y me metí a cursos libres de cerámica en la Católica. Y no paré más. Hago ilustración y cerámica. Si tengo que pintar un mural, lo pinto. Para el próximo año quiero presentar algunos proyectos, que aún se están armando. Parece que se viene la Feria del Libro de La Habana”.

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