Rosa Elvira Vílchez: "Hay que chequearnos siempre y no tener miedo, con confianza"

"Invito a todas las mujeres a que se acerquen a un centro médico a hacerse su chequeo y tener confianza, no temer a nada. Si nosotros acudimos y nos detectan alguna enfermedad a tiempo, de todas maneras va a ser bueno”, reflexiona al momento de hacer este llamado.

Los padres de Rosa Elvira Vílchez nunca tuvieron cáncer, ni sus hermanos, ni algún otro familiar. Pero ella sí. A pesar de que se quebró cuando lo supo y el tratamiento fue durísimo, Rosa, su esposo y sus hijos aprendieron mucho en el proceso. El cáncer asusta, pero también puede unir y transformar. Lo importante, asegura Rosa, es detectarlo a tiempo. Aquí su historia que es, más bien, una de amor.

Uno de sus hijos se rapó la cabeza cuando ella empezó a perder el pelo por las quimioterapias y su esposo aprendió a hacer tareas que nunca le habían tocado. La familia que formó con él fue su mayor apoyo. Aunque no lo hubiera imaginado cuando, en los años 70, la madre de Rosa la envió desde su natal Lambayeque hacia Lima para separarla de aquel muchacho. Hoy tienen 39 años de matrimonio, cinco hijos, tres nietos y una mascota. Su madre, por cierto, acabó por querer al hombre del que trató de alejarla.
Rosa cuenta su vida para que más personas se preocupen por su salud y se realicen despistajes de cáncer, sobre todo el de mama, que a ella le tocó, en el marco de la nueva campaña de la Liga contra el Cáncer ‘Tetas con propósito’. 

¿Cuándo le detectaron el cáncer de mama?
En diciembre del año pasado. 

¿Cómo se dio cuenta?
Yo voy a controles médicos todos los años para saber cómo estoy, pero ese año dejé de ir. Felizmente, tengo la costumbre de que cada vez que me ducho me palpo, por eso sentí un bulto en mi seno. Como tenía un viaje por hacer, primero me fui y luego ya vine a realizarme el chequeo. Primero me hicieron la mamografía, luego la ecografía y así iba paso por paso. Después me hicieron una biopsia y ahí sale el cáncer en primer grado. 

¿La operaron rápido?
Yo también tengo problemas con la tiroides, por eso mis hormonas estaban muy elevadas. Así que estuve desde enero hasta abril con un tratamiento para bajar las hormonas. El 17 de abril entré a sala de operaciones y me sacaron el tumor. Le dije a la doctora que si me tenían que sacar el seno, no había ningún problema. Pero no fue necesario. A Dios gracias todo salió bien. Luego me mandaron a hacer mis quimioterapias, tuve cuatro quimios fuertes y ahora semanalmente recibo las quimios que se llaman blancas. 

¿Antes había tenido algún tumor o tenía familiares con antecedentes de cáncer?
No, nada. Si no hubiera tenido la precaución de palparme, el cáncer habría avanzado. Pero me gusta chequearme anualmente y en los exámenes siempre me salía todo bien, entonces ese año dije mejor no. Este año descanso. Pero uno no debe hacer eso, sino ser continuo. 

¿No le dio miedo?
No hay que tener miedo. Si uno se deja, por el miedo, el cáncer avanza y nos damos cuenta cuando este ya está en la fase final, como ha ocurrido en muchísimos otros casos. A mí me lo detectaron a tiempo. 

¿Cuál fue su reacción cuando le dieron la noticia?
Yo había ido con mi hijo, mi hija y mi esposo a la cita. A ellos les dijeron primero. A mi hijo la doctora le dijo: “Tu mamita tiene cáncer, pero está en la fase uno”. Yo solamente escuchaba y no tuve ninguna reacción. En el trayecto a mi casa iba pensando, decía: “Diosito, a lo que venga”, porque renegar no me iba a servir de nada. Cuando llegué a mi casa sí me solté de nervios. Empecé a llorar, a llorar. Lo primero que hice fue abrazar a mi hijo y llorar. Después a mi esposo, mis hijas. Ellos fueron el mayor apoyo que tuve en ese momento. Esa es la mejor medicina que tenemos: la familia. 

¿Fueron fundamentales en su tratamiento?
Sí. Yo tenía dos nietas en camino. Yo decía: “Quiero conocer a mis nietas, Diosito me tiene que dar esa oportunidad”. Ellas han sido mi mayor motivo, ellas viven conmigo en casa ahora. Son mi mayor motivo para seguir luchando por la vida porque sí vale vivir. 

¿Cómo manejó sus momentos más difíciles?
Yo siempre me encomendaba a Dios porque para él nada es imposible. Mi madre es creyente y ella llegaba a orar por mí, eso me daba mucha fuerza; y el ánimo que me daban mis hijos. He sabido salir adelante de las quimios fuertes, claro que te tumban mucho, pero viendo a tu familia que está contigo lo puedes lograr. 

¿Considera que vale la pena hacerse las quimios?
¡Claro que sí! Si no nos hacemos las quimios, ¿cómo vamos a sanar? Solo hay que aceptarlo de buena manera, abandonarse a los brazos de Dios. Antes de venir a mis quimios, oraba, leía la Biblia. Pedía fuerzas porque las quimios son demasiado dolorosas, pero vale la pena porque así salvamos nuestras vidas. Salí triunfadora. Hay que cuidar nuestros cuerpos, no hay que tener miedo, es necesario hacernos los chequeos porque cuando uno viene a tiempo, uno puede salvarse y no lamentar después. El hubiera no existe. 

¿Cree que el cáncer ha marcado una diferencia en su vida?
Sí, he aprendido a tener paciencia, porque, por ejemplo, al ir a un hospital no te van a atender rápido, tienes que esperar tu turno y no desesperar. Para mí ha sido algo bueno. Mi esposo aprendió a hacer el mercado, porque él nunca iba al mercado, a servirme mis alimentos, llevármelos donde yo estaba. Él me atendía. Aunque yo le tenía que dar más ánimo a él porque él se desesperaba, hasta adelgazó. Yo le decía: “Tranquilo, porque yo me voy a apoyar en ti, tú vas a ser mi bastón, así que tú tienes que estar fuerte”. Los hombres son más débiles. En cambio yo soy una mujer fuerte, yo saco fuerzas de donde sea. Yo de esta salgo porque salgo. 

¿Qué podría sugerir para prevenir el cáncer de mama?
Yo invito a todas las mujeres a que se acerquen a un centro médico a hacerse su chequeo y tener confianza, no temer a nada. Si nos detectan alguna enfermedad a tiempo, de todas maneras va a ser bueno. Ahora, la Liga contra el Cáncer tiene una campaña y por veinticinco soles nos hacen un chequeo.

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