Ricardo Sumalavia, escritor y catedrático. (Foto: Renzo Salazar).
Ricardo Sumalavia, escritor y catedrático. (Foto: Renzo Salazar).

Era el arquero suplente, pero ese día algo pasó. La plazuela de la iglesia de La Buena Muerte fue el terreno de juego, sobre el jirón Áncash, a unos metros del edificio San Martín de Porres, donde vivía. . Estaba uniformado de pies a cabeza, tenía los guantes puestos. No recuerda por qué, pero el arquero titular, que le llevaba una cabeza en estatura, tuvo que dejar el campo. Entró a la cancha 20 minutos antes de que acabe el partido. Su oportunidad había llegado. Tapó un penal y pasó a la historia del barrio. La hazaña le costó arañarse las rodillas sobre la rudeza del cemento. “Pero estaba feliz, no sentía dolor, ni la sangre, ni nada”, me dice.

Tal vez sintió la misma emoción que ahora han experimentado alguno de los 11 autores que, como director técnico, o antologador, ha convocado para Selección peruana 2015-2021 (Estruendomudo), conjunto de cuentos que, en clave de fútbol, sigue el camino trazado por Selección peruana 2000-2015, publicado hace seis años y que también tuvo como antologador, o DT, a .

Pasó a los ocho años. Algo que hasta ahora no entiende por qué ocurrió. Era aventurero, corría por aquí y por allá. Se lanzaba en mil cosas. Jugaba al trompo, era arquero suplente. De pronto, se alejó de ese mundo. Ya no se atrevía. Se volvió más cauto. Ni siquiera podía con el trompo. Sobre él tenía miradas de preocupación. Pero pasó más tiempo en casa, donde estaba a salvo de ese mundo anterior. Migró a la imaginación, a los paisajes que halló en los y en la lectura.

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-En pandemia has reeditado Historia de un brazo, publicaste la antología de cuentos Viajes y virajes, lanzaste La Isla / Escuela Escritura Creativa y ahora Selección peruana. Parece que juegas un partido muy intenso.

Durante la cuarentena misma yo estaba muy desanimado. No sabía qué podía pasar. No podía concentrarme en la lectura de ficción, pero sí estaba concentrado en textos académicos, ensayos, de crítica. Antes de la pandemia era al revés. Algo en mi cerebro se había estimulado más en la parte crítica.

-El espíritu de sobrevivencia.

Puede ser. Ya luego hubo otra etapa creativa y cosas que se habían acumulado antes de la pandemia; y cuando ya nos adaptamos a lo que pasaba, todo se retomó. Con Kathy Serrano hemos lanzado Fiction LAB, una selección de seis buenos narradores y narradoras. Y ahora voy a reeditar Retratos familiares, se conmemoran 20 años de mi libro.

-¿En qué se parecen el fútbol y la literatura?

Tiene que haber entrenamiento, tiene que haber cierta disciplina, tiene que haber –si es posible–alguien que te guíe, que te asesore; bueno, ahora hay escuelas de escritura creativa, maestrías, talleres. Lo puedes hacer solo también, en casa, con libros, porque los autores de esos libros, de alguna manera, también son una suerte de entrenadores, de entrenadoras. Se necesita saber que hay técnicas. Una vez que ya interiorizaste una técnica, ya depende de tu talento, de tu habilidad, de tu coraje para meter gol.

Los convocados.
Los convocados.

-¿Cuánta distancia hay entre la generación 2000-2015 y esta nueva selección?

En la primera selección incluí autores nacidos desde el año 75 y en la segunda los nacidos desde 1985. Los de la selección anterior en parte de su niñez y adolescencia fueron testigos de lo que vivimos en los 80.

-La generación cochebomba.

Apagones, miedos, escaparse, crisis económica. En el caso de los que nacieron en el 85 en adelante, ya casi vivieron el fin del fujimorato, fin de siglo, televisión por cable. Ya miras al siglo XXI.

-¿Y eso se traduce en los textos? ¿Tal vez la generación de ahora tiene más libertad para escribir?

Quizás los anteriores tenían el peso de la tradición narrativa del siglo XX; Mario Vargas Llosa seguía siendo paradigmático, así te acerques o te alejes de él; Ribeyro...; la impronta de Bolaño seguía siendo bastante fuerte. Pero luego, para los jóvenes de ahora, que además están publicando sus primeros libros, Vargas Llosa es un autor interesante pero del siglo pasado. Su propuesta lectora es diversa, amplia; entran a Internet y se pueden leer el libro que acaba de aparecer en África o China. La mayoría de los 11 que aparecen aquí se han formado leyendo manga, viendo anime y viendo series. Esos registros narrativos, construcciones de personaje, su proximidad a la cultura pop es diferente. Una mirada cotidiana de cómo se integran lo pop, el cine de serie B, el terror, los zombies. Todo convive. Como si miraran la realidad con ojos de Tarantino.

-Un Cristhian Briceño es un buen síntoma.

Claro. Yero Chuquicaña, Malena Newton, quien es la apuesta porque todavía no ha publicado un libro de cuentos. Ella se ocupa de la ruptura en una relación en tiempo de aplicaciones.

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-¿Qué tiene en común esta generación?

Todos viven en el Perú. En la selección anterior, muchos vivían en el extranjero, ya habían publicado, tenían reconocimiento internacional. Estaban Daniel Alarcón, Gabriela Wiener, Jeremías Gamboa. Los de ahora no. Ya no hay necesariamente una preocupación por una estructura. Hay mayor libertad, incluso, para romper con las reglas del cuento canónico.

-¿Selección peruana es también una forma de reivindicar al cuento como formato?

Sí. Estoy convencido de que, en el caso peruano, tenemos una mucho más rica tradición cuentística que novelística. Si la novela tiene más vitrina, es por criterios sociales, culturales, económicos que por cuestiones estrictamente de calidad literaria. Creo que el cuento siempre ha tenido y seguirá teniendo mucha fuerza en nuestro país, igual que la poesía. Incluso, creo que la poesía está 200 pasos más adelante que la narrativa.

Selección peruana 2000 – 2015.
Selección peruana 2000 – 2015.

-En el libro incluyes la sección ‘Suplementarios’, que son preguntas a los autores. Te propongo algunas: ¿Cómo juzgas la narrativa actual?

Una narrativa donde conviven diversas propuestas estilísticas, temáticas, con una mirada que va más allá de las literaturas nacionales. Y conviven con otras generaciones, con los mayores, con los de mi generación. La fuerte presencia de las narradoras es muy importante; en esta selección tenemos cinco narradoras de 11.

-¿Hay una nueva tendencia en la narrativa peruana?

Yo creo que hay varias tendencias. Se están buscando vías de cómo poder expresarse en un siglo que no termina de cuajar. Rápidamente, hemos perdido entusiasmo hacia el siglo XXI.

-Pero una pandemia y la crisis política también son insumos para la creación.

Justamente, en esos peores momentos es donde mejor creación ha surgido.

-La última de los ‘Suplementarios’: ¿Hay compromiso dentro de la narrativa peruana actual?

Sí. Creo que cada autor o autora tiene compromisos muy personales, algunos vinculados con su propia creatividad, preocupados con el lenguaje, con su propio universo narrativo, otros en una reivindicación con la mujer, un compromiso con explicar el pasado. Ya no son compromisos a la manera de la literatura de los 50, 60. Ahora el compromiso se puede entender desde una manera mucho más amplia, enriquecida.

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-¿Qué lugar ocupa el Perú en tu obra?

En mis primeros dos libros digamos que decidí construir un Barrios Altos, un espacio limeño como lo veía y entendía. Luego la vida me llevó a vivir en Corea del Sur, en Francia. Y claro, escribía sobre el Perú a la distancia. Se han cumplido seis años de mi regreso al Perú y escribí la novela Historia de un brazo, que pasa completamente en Lima. Me he sentido bien reconectándome con las calles. Pero no me siento atado. Lima siempre estará conmigo, pero no me genera dependencia.

-¿Cómo es hacer un gol en la literatura?

Es cuando pateas el balón sin preocuparte si la pelota va a entrar o no al arco. Lo más importante es tu satisfacción de que estás dando absolutamente todo de ti para ese puntapié al balón.

AUTOFICHA:

- “Soy Ricardo Ernesto Sumalavia Chávez, tengo 52 años. Nací en Barrios Altos, donde viví hasta los 11 años. En diciembre de 1980 me mudé. Mi padre logró una mejora salarial y eso le permitió alquilar algo más amplio. Pero mi adolescencia la seguí pasando en Barrios Altos”.

- “Ingresé a Ingeniería Mecánica en la PUCP. Leía y escribía, pero no sabía que me iba a ir colmando la literatura. En Ciencias llevé un curso de literatura peruana, que fue maravilloso. En la primera clase, el profesor agarró un libro, lo tiró y empezó a hablar, un gesto para desacralizar al libro”.

- “He publicado unos ocho libros de ficción y el resto han sido antologías, sumarán una quincena de libros. Soy director adjunto del Centro de Estudios Orientales de la PUCP y doy cursos de literatura coreana. Tengo La Isla, escuela de escritura creativa que también edita libros”.

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