Rafo Ráez, 15 discos, 50 años y dos hijos. Conversamos con él.
Rafo Ráez, 15 discos, 50 años y dos hijos. Conversamos con él.

En casa estaba prohibido que toque guitarra. Su hermano mayor tenía una Falcón. “Esa guitarra no sale del armario”, le advirtieron. Y él fue obediente: se encerró en el armario para tocarla. Cuando se dieron cuenta, ya sabía tocar la guitarra.

Estima que ha compuesto más de 10 mil canciones, la mayoría obviamente no ha publicado. Quizá estén guardadas en algún armario, en la memoria o en el olvido. Un puñado de ellas se inmortalizó en 15 discos que lleva publicados y una selección viene siendo reunida en la gira que realiza por los teatros del Británico en Lima. Ya dio cuatro conciertos y ahora Rafo Ráez y Los Paranoias se alistan para tocar este lunes en la sede de San Miguel, el martes en Camacho y el lunes 22 de julio en San Juan de Lurigancho.

No solo ha hecho canciones. Tiene dos hijos. No se casó, pero en su dedo anular luce un tatuaje como si fuera un anillo, un aro de bodas con la vida. “Tal cual. Los hijos son el matrimonio, por la alegría de tenerlos”, me dice y se le ilumina el rostro.

Nos sentamos en la mesa de un restaurante de sopas en Lince. El reloj marca las 6 p.m. Las primeras palabras que cruzamos son sobre comida. Él cocina, pero su lentitud desanima. No tiene una especialidad, aunque le divierte preparar cebiche. Esta entrevista, entre silencios para pensar y comer, dura lo que demora saborear un generoso plato de patasca a lado de Rafo Ráez

¿Hacer una canción es como cocinar?
Ahí soy muchísimo más lento. (Hace la primera pausa de la entrevista para masticar bien su respuesta). La canción tiene la obligación de ser excepcional, de no ser tan cotidiana, pudiendo hablar de la vida cotidiana. El mayor peligro del compositor es que te salen cien veces más canciones de aquellas que merecen presentarse en sociedad.

¿Regresas a esas canciones para volverlas a cocinar?
Regresas y renuncias. Hay un refrán árabe que dice: un hombre inteligente es aquel que se calla todas las tonterías que piensa (risas).

¿Qué canción sería como un cebiche?
¿Así de buena? ¡Guau! (Otra vez piensa su respuesta). “María Ramos” es una digna continuación de “María Landó”. Tiene esta cosa con la tradición y la modernidad. Habla absolutamente del siglo XXI. Es antirrobot, pero no es intelectual.

¿Los músicos están igual de valorados que los cocineros?
Hay un abandono del mercado musical. Perú, Ecuador, Colombia, Brasil, Bolivia, Chile, todos los países que nos rodean, tienen un marco legal que empuja a la FM a difundir al músico nacional. Pero todos los que venimos del rock subterráneo sabemos que no es por la ayuda de la ley que nos metimos a esto.

Rafo Ráez
Rafo Ráez

Con 50 años de edad, ¿cómo ves el futuro?
Bueno, me gusta la idea de morir. He vivido una buena vida. Pero estoy fuerte.

¿Por qué te gusta la idea de morir?
Porque si no la juventud no puede existir. El día que llegue la muerte le daré la bienvenida.

¿Y el pasado cómo lo ves?
Cambiable (le echa más ají y limón a su plato).

¿Hay un Rafo Ráez que no hubieras querido ser?
Cuando he sentido la necesidad de cambiar, he cambiado. Y ahí están mis 15 discos como prueba. No son solo un viaje musical sino de vida. He vivido como bailando.

¿Como bailando “Los regalos del viento” o como bailando “Vergüenza de existir”?
Como bailando mucha música diferente. Pero en general mi actitud siempre ha sido la del baile, al margen si es fiesta latina o gótica.

¿Pero ha sido un baile alegre?
Ha sido un baile enérgico. Del gótico he aprendido que a veces es bueno bailar con pena.

Tus comienzos fueron con el rock progresivo.
Soy de la generación de los noventa. Pero viví la colita de los ochenta. Y en los 80 el progresivo aún era pop. Ejemplo, Frágil. Ahora, “Juanito Alimaña” de Héctor Lavoe no es menos progresivo que Led Zeppelin. Son músicos haciendo el trabajo difícil.

¿Tu vocación, entonces, estaba en lo difícil?
Creo que tiene que ver con algo que, tal vez, he heredado del fútbol: lo importante que es irse a la cama sabiendo que sudaste la camiseta, sabiendo que hiciste tu máximo esfuerzo.

Y del rock progresivo, ¿cómo llegas al rock subte?
Debuté con mi grupo de rock progresivo en mi barrio. Hubo unas 800 personas. Un pata de San Borja se enteró que yo era guitarrista y me propuso serlo en su grupo punk. Y de todo corazón le pregunté: ¿qué es punk? Así fue que llegué a Se Busca.

Tu primer grupo se llamó Ráez y básicamente en tu carrera eres Rafo Ráez. Hay una elección de la individualidad.
Le di el 100% de mi vida a un grupo durante 23 meses. Fue Eutanasia. Y todos se fueron del país. El único que se quedó fui yo. Entonces dije nunca más. Pero me gusta formar parte de un equipo creativo y sé recibir directivas.

En esos 23 meses con Eutanasia, ¿cuál era tu identidad?
(Se toma casi un minuto para pensar su respuesta). Han pasado muchos años. Recuerdo dos sensaciones claras: frente a las masacres que venían realizando Sendero Luminoso y el Ejército peruano, nosotros éramos una alternativa; y la otra sensación es la de tener un líder, que lo representaba Kike, el cantante del grupo. A él lo torturó la policía, rechazó a los senderistas más de una vez, se mostró valiente en muchas ocasiones y eso es algo que siempre se agradece de los amigos.

¿Por qué elegiste estudiar Antropología?
Porque la chica de la que estaba enamorado se trasladaba a Antropología. Lo hice para sentarnos juntos. Ya éramos novios, pero ella sabía lo que quería y yo no, me pareció lógico seguirla. Y tenemos un hijo de 19 años.

¿Te gustó la carrera, la acabaste?
Sí. Tengo mi título y estudié con profesores increíbles como Julio Cotler y Carlos Iván Degregori. Yo que venía de la experiencia punk, me sobraba calle y me faltaba libro. Me hizo mucho bien conocer a toda esa gente tan culta.

¿En esa época ya existía “Dr. Merengue”? Fue la llave que te abrió las primeras puertas.
Sí. Es una canción netamente noventas. Me identifico más con los noventas que con los ochentas. Yo pertenezco a los 90. Los 80 lo encontré construido. Los 90 ayudé a construir.

Sin embargo, “Los regalos del viento” es una canción que pudo haber nacido en los 70.
Bueno, como algunas de Nirvana.

Y “Vergüenza de existir” es una canción que pudo haber habitado los 80.
En este momento del siglo XXI hay un montón de cantautoras negras extraordinarias que están haciendo cosas en la línea de Stevie Wonder en los setentas. Mon Laferte y “Tu falta de querer” es hasta música de los 50. De hecho, El General se adelantó a su tiempo.

¿Cómo nace “Dr. Merengue”?
Cuando estudiaba Antropología. Nace de mis conversaciones con mi novia, de mis ganas de ser una mejor persona y mi sensación de no poder lograrlo. “Ella me dijo a mí no hables mal de ti, todos te creerán”, es una frase de ella. La canción es una conversación entre ella y yo.

En el caso de “Los regalos del viento”, es una composición de tu madre.
No tenía qué regalarle a mi novia. Mi madre me dijo regálale una canción. Pero le respondí: soy lentísimo escribiendo. Propuso que ella ponía la letra y yo la música. Y dicho hecho. La he tocado dos veces en el Estadio Nacional, es una canción importante.

¿“Vergüenza de existir” es de una época personal oscura? Parece que finalmente hablaste mal de ti.
Julio Ramón Ribeyro tituló uno de sus libros como La tentación del fracaso. Tantas veces nos ofrecen ganar con trampa y tantas vemos ganar con trampa, que tenemos ese trauma.

¿La pasabas mal?
La canción es como una receta que escribes cuando ya te curaste (risas).

¿Y de qué te curabas?
De la vergüenza de existir. Actualmente, en nuestra Lima hay mucha gente que trabaja como esclavo, trabajos en los cuales tienen que laborar encerrados y orinar en una bolsita, y morir eventualmente en un incendio. No solo son víctimas de un abandono económico, también son chicos con vergüenza de existir.

Llegaste a publicar un disco con el poeta José Watanabe. Alguien podría decir que tus canciones son poemas musicalizados. ¿Estás de acuerdo?
Mis canciones son experiencia urbana, a veces poética, a veces confesional. Mi servicio social es acercar ciertas historias de la ciudad que oscilan entre la infinita ternura y la infinita lujuria. Hay un montón de historias de la ciudad que se prohíben porque la ternura tiene enemigos y hay un montón de gente que ataca la lujuria. Especialmente la ternura y lujuria de la calle, de gente que se atreve a la lujuria o la ternura con un sol en el bolsillo. Si algo nos han enseñado los huacos es que la lujuria y la ternura son indestructibles. El mercado quiere que la lujuria y la ternura se vendan en dos tiendas diferentes.

Ridiculizamos la ternura y nos escandalizamos con la lujuria.
Haríamos bien en agradecerle a la ternura y a la lujuria el hecho de existir. Yo no creo que la mayoría de nosotros existiéramos si no fueran por esas dos fuerzas. Son las verdaderas fuerzas de la vida.

¿El Perú cómo te ha tratado?
Me parece increíble estar vivo, tener 15 discos, dos hijos hermosos, nunca he sido ricachón y ha sido el cariño de la gente el que me ha salvado.

En “El hombre que quería ser un árbol” cantas que el Perú te hizo viejo. ¿Por qué la hiciste?
Porque realmente quiero ser un árbol, porque no le tengo miedo a morir. Un árbol enorme con un panal de abejas.

¿Qué árbol serías?
Un algarrobo (risas).

Daniel F me dijo que eres un criollo del siglo XXI.
No sé si criollo, pero sí del siglo XXI. No tengo nostalgia del siglo pasado. Soy de este momento histórico.

¿Qué más eres?
Soy un servicio público. Si la gente necesita canciones para dedicarle a su hijita, a la novia o suavizar una pena, que abran el caño Rafo Ráez, de ahí salen canciones.

AUTOFICHA:

-“Soy Rafael Adolfo Ráez Luna. Nacido en Lince, en setiembre de 1968. Crecí en Salamanca, rodeado de parques y mucha vida de barrio. De niño era el más sobrado de la tierra, siempre era el capitán, el bueno, el que decía qué había que jugar, inventaba las reglas del juego. De niño era muy pintoresco”.

-“Estudié Antropología en San Marcos. Me dediqué a leer antropología, pero nunca la ejercí. Mi trabajo es producir música para películas, teatro, según lo que me indique el director. Y en la gira que estoy tiene como objetivo tocar lo mejor de los 15 discos”.

-“En la gira del Británico tocamos las favoritas del público, es la primera vez que hacemos eso. Ahora, mis favoritas son ‘Chica canela’, ‘Tanto de mí es solo tu voz’, ‘Pelícano’, ‘Tronador’, ‘El hombre que quería ser un árbol’, ‘Nada como una risa tuya’, ‘Noche sin luna’. Y siempre hay canciones para otro disco”.