Pierre Castro: "El primer amor es para siempre si es que acaba”

"Yo recién tuve una novia a los diecinueve años. Tuve tiempo para soñar con ella, imaginarla. Entonces, sí era para mí como una media naranja. Pero luego me di cuenta de que todos somos como piezas de rompecabezas mezcladas, pero de diferentes cajas”.
Pierre Castro, escritor. (Foto: Jesús Saucedos)

Pasó su infancia en Talara, una desértica ciudad donde solo hay pequeños cerros, mar y pozos petroleros. Cuando cumplió trece años llegó, según sus palabras, a un lugar caótico, desconocido y locazo: Lima. Este nuevo lugar fue un deslumbramiento y a la vez su primer espacio de soledad. Aquello fue uno de los primeros empujones que lo acercaron a la escritura y desde ahí ya no paró. El próximo 28 de julio presentará su nuevo libro en la a las 4:30 de la tarde. Mientras tanto, nos da un breve adelanto. 

¿Hay algún momento en el que se decide ser escritor?
No he escuchado nunca de alguien que lo haya decidido. Hay quienes lo deciden, pero no lo logran, porque es algo como enamorarse: no te das cuenta hasta que estás jodido y no hay marcha atrás. Lo que haces al comienzo es escribir como cualquier adolescente que tiene un diario o escribe un poema a la chica que le gusta. De pronto lo vas haciendo más seguido y te das cuenta de que se vuelve algo muy importante, como una forma de procesar la realidad. 

Hace ya varios años que te dedicas a escribir y estás a punto de publicar un nuevo libro, ¿de qué va?
Tiene un poco de todo, como la vida. Son textos que giran en torno al amor, otros a la vida cotidiana, a la amistad o al acto de escribir. Es algo como Prosas apátridas, de Ribeyro, pero salvando las distancias. Son 62 relatos breves. 

¿Cuál es el título?
“Yo no quería escribir cuentos (solo quería conocerte)”. Todavía no me acostumbro al título. Lo sacaron de un poema mío que abre el libro. 

También trabajas como profesor, ¿compartes la crítica sobre que los jóvenes leen menos?
Enseñar es la chamba más bonitas que he tenido. No creo que sea justo decir que son los chicos quienes no leen, creo que en general ya muy poca gente lee. Pero me doy cuenta con mis alumnos de que si les doy una historia y conectan, después me escriben para pedirme recomendaciones de más libros. Yo leía porque mis dos abuelas tenían libreros en sus casas, mi mamá compraba libros, mi papá compraba enciclopedias, siempre tenía algo que leer. Ahora yo voy a casas de personas y a veces no veo ningún libro, no hay un lugar donde un niño, de pronto, puede acercarse como se acerca a un juguete. Un día cuando un niño vea un libro le va a parecer un objeto extraño y no va a saber qué posibilidades tiene de volverlo loco. Toma tiempo descubrir que leer puede ser un viaje más alucinante que un videojuego. Alguien tiene que enseñártelo. 

¿Consideras que los libros deben dar lecciones?
Pasa con mis alumnos que suelen buscarle moraleja a la historia. Si tú eres un chibolo, tus viejos te dicen: “¡Córtate el pelo!”, el mundo te dice: “¡No hagas esto!” o “¡haz esto de acá!”. En cambio, puede llegar un libro como El guardián entre el centeno, con un personaje que mira el mundo y se pregunta por qué tiene que ser como esa gente que tiene vidas absurdas y dices: “Bueno, también hay otro camino”. 

¿Tú qué buscas cuando escribes?
Creo que tengo cierta fascinación por lo maravilloso de lo cotidiano, por las pequeñas cosas que hacen que la vida valga la pena. No sé muy bien qué logro. Pero me he dado cuenta de que la gente después de leerme se reconcilia un poco con la pesadez de estar vivo y eso me gusta. El mundo es duro, pero la literatura transforma la realidad. Yo ya quiero ver el apocalipsis zombie o la lluvia de meteoritos que acabe con la humanidad. (Risas) 

¿Te parece muy difícil volverse adulto?
Ribeyro dice que en realidad nunca nos volvemos adultos, que todo eso es una artimaña. También tengo una fascinación sobre ese salto de la niñez a la adultez, por eso me encantan los libros de Stephen King, como It o El cuerpo. Los adultos ya trabajamos y todo, pero yo muchas veces me siento perdido, siento lo mismo que a los trece años. Recuerdo que en una época yo iba al sicólogo y mi papá tuvo que ir a una cita. Mi viejo le contó a la sicóloga la historia de amor con mi mamá y que al final todo se había roto. Él se puso a llorar cuando lo contó. Eso fue algo muy desconcertante para mí porque me di cuenta recién de que mis viejos también eran seres humanos. Me di cuenta de que mis papás también están perdidos. 

Hay mucha nostalgia en lo que escribes, pero también bastante humor.
Sí, como una tragicomedia. Creo que es porque leía mucho a Bryce y él hace eso de contar historias de amor un poco trágicas, pero las cuenta tan divertidas que te da risa también. Mi personalidad es bastante melancólica, quizás porque mis papás se separaron o porque viví solo desde los trece años, porque vivía en una ciudad que no era la mía. De hecho cuando viví en Río de Janeiro, esta ciudad de la fiesta perpetua, sentía que necesitaba ya volver. 

Muchos de tus cuentos son sobre desamor. En algunos, encontrar a tu alma gemela no basta, ¿por qué?
Es que nunca se encaja del todo. Yo recién tuve una novia a los diecinueve años y probablemente tuve las ganas de tenerla desde que tenía diez. Tuve nueve años para soñar con ella, imaginarla, verla en películas, en libros. Entonces, sí era para mí como una media naranja, como un complemento que iba a encajar conmigo. Pero luego te das cuenta de que no, de que todos somos como piezas de rompecabezas mezcladas, pero de diferentes cajas. Ahora ya no creo que haya algo destinado para ti. Sino que va a haber encuentros que van a terminar quebrándose, pero que eso no es necesariamente malo. No me parece esto que dice Calamaro, que todo lo que termina, termina mal. Duele, pero quizás es bueno que terminaran. Para que el primer amor se vuelva el primer amor para siempre, tiene que acabar. Mi primer amor ya está casada. Y está bien, porque es la chica que me amó cuando tenía diecinueve y eso la envuelve en una especie de esfera que la vuelve incorruptible. 

AUTOFICHA
- “Soy Pierre Castro, estudié Publicidad. Cuando estaba en la universidad escribía de vez en cuando, pero no imaginaba que era algo que realmente podía hacer, era como ir a un karaoke y cantar, pero sin pretender subir a un escenario real con un público que va a pagar una entrada para escucharme”. 

- “En 2001, Javier Arévalo convocó a una antología titulada Maldito amor mío. Mandé uno de mis cuentos y lo escogieron junto a escritores como Iván Thays, Eloy Jáuregui, Alejandro Neyra. Fue la primera vez que me publicaron y eso me hizo ver que podía seguir escribiendo”. 

- “En 2012 gané el segundo puesto del Premio Copé. Un domingo estaba trabajando en mi escritorio y mi novia me llamó para decirme que había empatado con Alejandro Neyra, el exministro. El premio de S/20 mil lo compartimos. Una vez encontré a Neyra en una feria y le dije que me debía mis S/10 mil”.

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