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El peruano que venció a la maldición del Titanic

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Fecha Actualización
Los descendientes de Peter Dennis Daly coinciden en que durante sus últimos años el acaudalado empresario británico peruano prefería permanecer en silencio cuando era consultado sobre lo ocurrido en la noche del 14 de abril de 1912. El más famoso naufragio de la historia permanecía vivo en su mente, pero quién sabe si luchaba por olvidarlo.
Sin embargo, su historia merecía ser escuchada una y otra vez.
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Peter Dennis Daly tenía 51 años cuando decidió abordar el trasatlántico RMS Titanic. Pretendía viajar desde el Reino Unido hacia América. Su plan era desembarcar en Nueva York, visitar a uno de sus hijos y terminar luego su travesía en el Callao, donde lo esperaba su familia.
A pesar de nacer en Liverpool en 1860, Peter conocía mucho del Perú. Su padre John Bernard Daly se había casado con Isabel Fermina Charon, de raíces peruanas. Ello lo llevó a tener siempre al país cerca, tanto así que, luego de graduarse y aprovechando un viaje a Lima, conoció a María Rosalba Ramos, se enamoró, le pidió matrimonio y se estableció en la ciudad. Completaba un viaje laboral a Londres cuando supo que el trasatlántico Titanic —el barco más grande del mundo— realizaría su viaje inaugural a América. Por 26 libras y 11 chelines consiguió el boleto de primera clase 113055. Nada podía salir mal, pensó.
Se equivocó. En el libro La familia Daly en el Perú, Peter Dennis Daly y el Titanic, escrito por Domingo García Belaunde, tataranieto de Peter Dennis Daly, se cuenta que el osado empresario desoyó los consejos de su amigo Henry Hammond. Algo supersticioso debió de ser aquel compañero que le pidió encarecidamente no embarcarse. ¿Las razones? Conocía de una novela publicada 14 años antes que relataba el hundimiento de un barco británico considerado inundible. Se llamaba Titan y la tragedia ocurría —oh, sorpresa— en su viaje inaugural.
Pasado más de un siglo, todos sabemos cómo terminó el Titanic; sin embargo, habría que recordar que Peter Dennis fue uno de los sobrevivientes. Se las arregló para permanecer con vida hasta que el naufragado barco desapareció de la superficie del mar. Moribundo, logró llegar hasta un bote salvavidas. Más tarde pasó a otro y finalmente fue recogido por el Carpatia, el salvador trasatlántico que lo dejaría en Nueva York, el 14 de abril. Su aventura fue narrada con detalles al New York Times y a El Comercio. Durante las dos décadas que permaneció con vida tras la tragedia que acabó con la vida de 1,517 personas, Peter Dennis vivió bajo la sombra de un epíteto: el peruano que se salvó del Titanic.
No fue el único. Artículos periodísticos narran la versión de que el científico peruano Santiago Antúnez de Mayolo estuvo a punto también de subirse a la nave. Sin embargo, el tráfico en Southampton provocó su demora. Cuando llegó al puerto, el entonces veinteañero, boleto en mano, vio que el barco ya había zarpado. Grande fue su alivio cuando cuatro días después se enteró de la tragedia.
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A más de cien años del hundimiento del trasatlántico, las palabras de Henry Hammond han cobrado mayor protagonismo. El libro al que hacía referencia el supersticioso amigo de Peter Dennis era Futility, or the Wreck of the Titan, escrito por Morgan Robertson en 1898. Las similitudes aún nos siguen dejando con la boca abierta. A las ya señaladas se suman otras más: el barco de la ficción llevaba consigo grandes fortunas y a numerosos integrantes de la élite. Los botes salvavidas eran escasos y un iceberg también fue el causante del naufragio.
Catorce años después de la publicación del libro, ya en 1912, el Titanic pareció seguir al pie de la letra este guion de la desgracia. Casualidad para algunos, superstición para otros.
Pero el carbón que alimenta la leyenda negra sobre el barco más famoso del mundo se recolectó también durante la construcción de la nave. Al menos ocho trabajadores murieron en los astilleros de Harland & Wolff en Irlanda del Norte.
Ha sobrevivido también el relato de un incendio en los depósitos de carbón de la nave que recién pudo ser controlado al poco tiempo de zarpar en el inaugural y único viaje. Pero la leyenda que más se ha compartido es la de la momia, una historia que envuelve a un sarcófago que representa a una sacerdotisa del dios Amón Re y que verdaderamente existe. Se cuenta que un periodista que iba a bordo del barco aseguró a los pasajeros que la momia también viajaba con ellos, aunque se trata de algo que nunca pudo ser comprobado. Desde el Museo Británico, donde el sarcófago descansa, aseguran que el invaluable objeto nunca estuvo a bordo del trasatlántico. Y, hace unos días, en una entrevista para La Sexta, el presidente de la Fundación Titanic desestimó todas estas historias.
Lo que sí es cierto es el triste final de los cinco pasajeros del Titan, el osado sumergible que buscaba llegar a los restos del Titanic a casi cuatro mil metros de profundidad. Esta semana se confirmó que la nave implosionó mientras descendía. Una falla de presión provocó que, en menos de un segundo, la nave quede aplastada como si de una lata de gaseosa se tratara. No hubo tiempo ni para pensar en la muerte. Y, para cerrar esta serie de eventos desafortunados (por ahora), el New York Times arrojó un dato perturbador: la esposa del fallecido piloto del sumergible es descendiente de una pareja que falleció en el Titanic.
LEYENDA NEGRA
Al mando del Titanic estaba el capitán Edward Smith, un veterano de la White Star Line.
A cuatro días de su partida, el 14 de abril y a pocos minutos para la medianoche, se produjo el fatídico choque con el iceberg que, en pocas horas, hundiría el “barco insumergible”.
El capitán Edward Smith y el diseñador del Titanic, Thomas Andrews, murieron a bordo. Bruce Ismay, presidente de la White Star Line, fue sometido a una investigación oficial y absuelto.
En su relato, Peter Dennis confirmó que la orquesta del barco continuó tocando hasta el hundimiento de la nave.
El libro La familia Daly en el Perú. Peter Dennis Daly y el Titanic fue escrito por Domingo García Belaunde Saldías, tataranieto de Peter Dennis.
Futility, or the Wreck of the Titan fue una novela escrita por Morgan Robertson en 1898, catorce años antes del naufragio del Titanic.
Esta semana, OceanGate Expeditions, la empresa de submarinos que ofrece expediciones al Titanic para civiles, confirmó que su sumergible Titan sufrió una implosión. Murieron los cinco ocupantes de la nave.
A bordo del sumergible viajaban el millonario británico Hamish Harding, presidente de la compañía Action Aviation; el paquistaní Shahzada Dawood, vicepresidente de Engro, y su hijo Suleman —ambos también con nacionalidad británica—; el experto buceador francés Paul-Henri Nargeolet; y Stockton Rush, director general de OceanGate Expeditions.
Los restos del Titanic, a casi 600 km de tierra firme, se han convertido, desde que fueran descubiertos en 1985, en lugar de ensoñación para aventureros y ricos e intrépidos turistas.
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