Pedro Cornejo vuelve a los escenarios del rock peruano. (Foto de Diana Chávez)
Pedro Cornejo vuelve a los escenarios del rock peruano. (Foto de Diana Chávez)

Apasionado del rock, filósofo, gritante de una banda subte, periodista, productor, manager, conductor de TV y escritor. Pisó casi todos los escenarios alrededor de la música. , a sus 57 años de edad, está de vuelta.

A mitad de 2018 reeditó, tras 16 años de su publicación, ‘Alta tensión’ (Contracultura), que repasa la historia del rock peruano. Y recientemente lanzó ‘Enciclopedia del rock peruano. Volumen I’ (Contracultura), donde hace un inventario de los artistas que son parte de nuestra geografía rockera.

Viste polo azul y casaca amarilla. Casual, como es él en su trato. Nos espera frente a su casa en Barranco, en un restaurante. En el medio, la grabadora, un plato de lomo saltado y las palabras de un ex apasionado del fútbol que se refugió en el rock.

Pedro es uno de los poquísimos autores que le ha dedicado cientos de páginas a la historia del rock peruano. En esta entrevista le dedicamos algunas líneas a su historia.

Pedro
Pedro

¿Por qué volvió Pedro Cornejo?
Por una cuestión de azar. Me iba encontrando con algunas personas y todas me preguntaban cuándo iba a reeditar ‘Alta tensión’. Hablé con la editorial, que antes ya me había dicho para relanzarlo, y se hizo realidad. Pero la reedición de un libro de historia, 16 años después de su publicación, implicaba actualizarlo.

¿Hasta ese momento tenías noción de lo que estaba pasando en la escena actual?
Lo tenía muy lejano, porque me había desconectado de manera muy radical. Sabía vagamente que había un montón de grupos porque salió este canal sobre música. Pero no tenía ni idea de lo que me iba a encontrar.

¿Qué encontraste?
Qué había un montón de grupos, que la diversificación de estilos –que ya se había dado en los 90– se acrecentó, que había muchos grupos de jóvenes y, lo que más me sorprendió, que muchos discos han sido producidos. Tras la reedición de ‘Alta Tensión’ y todo el material que había venido escuchando, me quedé con la sensación de que la actualización quedaba corta y que era un buen momento para hacer algo que tenía pensado hace tiempo.

Era momento de hacer el inventario del rock peruano.
Exacto. Siempre me gustó la idea de la enciclopedia. Recuerdo que a principio de los noventa llegó a mi mano la enciclopedia que sacó la Rolling Stone. Era un mamotreto enorme, y una fuente de consulta habitual. Me quedé con la idea de hacer eso acá. Claro, en ese tiempo era imposible.

LA PREHISTORIA

Retrocedamos más en el tiempo. ¿Qué decides primero: estudiar Filosofía o gritar en el grupo subte Guerrilla Urbana?
Ninguna de las dos. Lo primero fue ser simplemente un aficionado al rock. Yo era un adolescente bastante antisocial, cuando descubrí la música y específicamente el rock progresivo, con Emerson, Lake & Palmer, Yes, Genesis, Pink Floyd.

¿Por qué crees que conectaste con el rock progresivo –a veces un género complejo– a los 15 años de edad?
Era una música muy introspectiva. Era la música que te invitaba a una especie de ritual, que la escuchabas en tu cuarto, con las luces apagadas, con los ojos cerrados. Y para mí no había nada más ‘paja’ en ese momento de mi vida que abstraerme absolutamente del mundo.

¿Por qué?
Me sentía medio alienado respecto de la gente. Siempre me había refugiado en el fútbol. Era mi gran pasión.

Contradictorio ser hincha de fútbol y buscar la introspección.
Exacto. Y no era para nada un precoz intelectual. Mi lectura favorita era la revista El Gráfico. Luego sustituí el fútbol por el rock, donde encontré esta introspección que el fútbol no me podía dar.

¿Qué tienen en común el fútbol y la música?
Ambos me coparon por completo en su momento.

¿Por qué te gustaba el fútbol?
Mi viejo era fanático del fútbol y me llevó a un estadio desde que yo tenía 8 años. Además, para una persona que es bastante antisocial, el fútbol te da un sentido de pertenencia que no encuentras en otras cosas. Para relacionarme con el fútbol no tenía que hacerlo con otra gente. Y en cierta forma con el rock fue así inicialmente, una relación personal e individual. Salvo periodos, nunca he experimentado el rock como una experiencia colectiva.

¿Y cómo hacías con el fútbol?
Justamente, por eso me hice hincha del Cristal (risas).

Era el que tenía menos hinchas.
Obviamente, no había nadie y eso me producía un placer especial. Jugar contra la ‘U’ y ganarle era lo máximo.

Era como vencer a las multitudes.
Año 68, gol de Cristal contra la ‘U’ y eran cuatro cojudos en todo el estadio que se paraban para gritarlo frente a los 45 mil de la ‘U’. Y cuando empecé a escuchar rock progresivo también experimentaba algo parecido, porque no lo escuchaba nadie. Era una manchita de chiflados.

Bueno, estudiar Filosofía va en esa línea también.
Empecé a escuchar música y me empecé a interesar por las letras de las canciones. Y es a partir de mi interés por las letras, que empezó a surgir el interés por leer. Cuando entré a la universidad ya había despertado intelectualmente. Yo llegué a la filosofía desde el rock.

DE GUERRILLA URBANA A “PEDRO MARMAJA”

Pese a tu gusto por el rock progresivo, ¿por qué entrar a una banda que era la antítesis?
Nadie que haya sido fanático del rock no ha fantaseado con estar sobre un escenario. Yo no sabía tocar ningún instrumento, mi fantasía era cantar, aunque sabía que no podía hacerlo mientras mi universo sea el rock progresivo. Ahí fue que me empezó a interesar escribir sobre rock. Cuando nosotros descubrimos el punk en el 80, 81 –tres, cuatro años después de la explosión en Inglaterra–, me di cuenta de que cualquiera podía hacer música. Ese fue el gran encanto. Ahí fue que pensé en hacer realidad mi fantasía.

¿Cómo se da tu relación con Guerrilla Urbana?
El que tuvo la idea de la banda fue José Eduardo ‘Matute’. Vivíamos cerca, él en Córpac y yo en San Borja. Y nos juntábamos en mi casa con el ‘Cachorro’ (luego guitarrista de Narcosis) y Jaime Higa (artista visual) a escuchar música. Apareció Leusemia, salió Narcosis y ‘Matute’ tenía la espina clavada de hacer una banda. Aunque no nos llevábamos muy bien, porque teníamos ‘feelings’ muy diferentes, se le ocurrió hacer algo. La formación original fue con Leo y Kimba (de Leusemia). Eran más patas de José Eduardo que de mí y estaban muy dispuestos a tocar. Y así terminamos debutando en el Rock en Río Rímac, que fue alucinante. Con ese concierto ya estaba feliz, porque fue un debut ante 5 mil personas, en la calle, explosivo, que terminó con la Policía persiguiéndonos. Era un sueño hecho realidad (risas). Todo el 85 tocamos y de ahí evidentemente me di cuenta de que no daba la talla, ni siquiera como gritante. Porque, por ejemplo, ‘Espátula’, el cantante de Autopsia, era un gritante también, pero superlativo. Entonces, no me pareció nada raro que ‘Matute’ le dijera para cantar. No me sentí nada mal...

¿Tú dejaste el grupo o te invitaron a salir?
Fue una mezcla de las dos cosas. Pero cantar no era algo que yo lo podía sostener por mucho tiempo.

Sin embargo, luego armas Frente Negro con Daniel F.
Fue la prueba ácida. Pensé que me gustaría hacer otro tipo de música. Me alucinaba más haciendo tipo The Stooges. Salieron las dos canciones de Frente Negro y me di cuenta de que era lo máximo que podía aspirar a hacer.

Un siguiente paso que sonó muy fuerte fue tu etapa como productor en disqueras, desde Warner Music hasta tu propio sello Navaja. ¿Qué intento fue ese?
Se fueron precipitando una serie de acontecimientos de manera casi impensada. Cuando salí de Guerrilla Urbana, simultáneamente hacía fanzines, revistas como Esquina, empecé a escribir en periódicos, etc. En el 86 murió mi madre y en el 87 me casé. Y ahí me desconecté de la escena. Hacia el 89, me presentaron a un pata que trabajaba en El Comercio y me propuso escribir. Cuando me hice conocido como crítico de rock, la disquera El Virrey me llamó para trabajar ahí. Estando en la disquera se abrió otra posibilidad, que también era una especie de sueño: editar a grupos peruanos de rock. Así apareció la oportunidad de editar a Mar de Copas. Y luego salió la idea de formar un sello discográfico independiente. Entonces, me quité de El Virrey, luego de crear ¡Eureka! Records, para hacer Navaja.

¿“Pedro Marmaja”, la canción que te dedicó Leusemia, fue una joda o realmente hubo una gran bronca?
Yo creo que fue por joder. Cuando salió Navaja, hablé con Daniel F para editar el disco que iban a sacar después de 10 años de haberse disuelto. Tenía (y tengo) muy buena relación con él, pero mi relación con los otros miembros de la banda nunca fue muy cercana. Todo el trato fue siempre con Daniel. En una entrevista que les hicieron a ellos en El Comercio, no sé si Kimba o Raúl, dijeron que yo era un oportunista, que estaba tratando de hacer plata a costa de los grupos de rock. Eso me jodió y pisé el palito. Podía haberlo dejado pasar, pero me molestó tanto que contesté y lo hice agresivamente. Ahí fue que Daniel saltó. Pelearse con Daniel ya era bravo en ese momento. Ya era casi una vaca sagrada del rock subterráneo.

Cuando escuchaste “Pedro ‘Marmaja”, ¿qué pensaste?
Mi primera reacción fue no escucharla. Y un día tocaba Leusemia en La Noche y fui a verlos. Oí la canción y me pareció de la ‘puta mare’. Pensé: por lo menos me han dedicado una canción que es de la ‘puta mare’. Luego cuando lanzaron el disco ‘Yasijah’ me crucé en ese concierto con Daniel, medio que nos miramos, tocaron, hizo una broma cuando presentó “Pedro Marmaja” y al final nos quedamos conversando.

ANALIZANDO LOS MITOS

¿Dirías que Daniel F es de los músicos que ha sabido mantener su vigencia?
Sí claro. Me parece alucinante la trayectoria que él tiene como músico. Yo diría que lo que hizo con Leusemia y lo que ha hecho como solista lo pone a él entre los tres o cinco más importantes de la historia del rock peruano.

Tenemos un Mojarras (bueno, sobre todo la primera etapa), un Daniel F, Mar de Copas y Frágil, ¿por qué no han cruzado las fronteras al nivel de un Aterciopelados, Charly García, Los Prisioneros, etc.?
El rock es arte, música, expresión generacional, todo, pero también es un negocio y con el tiempo una industria, y una de las más rentables en el mundo. Si te pones a analizar en qué países latinoamericanos, en los ochenta, el rock había despegado más, encontrarás que fue donde había una economía sólida y se había podido desarrollar una industria, como Argentina, México y Brasil.

Se dice que uno de los episodios que frustró el probable crecimiento del rock subterráneo fue el acto de Voz Propia en la Feria del Hogar, donde la banda lanzó una paloma muerta y se destruyó la bandera norteamericana. Eso habría cerrado muchas puertas.
Es probable...

Lo que de alguna forma le habría dado pase a la generación de Arena Hash, a la que se denominó como rock comercial.
No me convence, para nada. Es una argumentación muy peruana: de siempre echarle la culpa a alguien externo de lo que nosotros no somos capaces de hacer. Me hace acordar a la argumentación que dice que al rock peruano de los sesentas lo mató Velasco. Él era un niño de pecho comparado con Videla, Pinochet.

Entonces, ¿de qué no fuimos capaces de hacer?
En los sesentas faltó asumir el rock como una forma de vida. Era un hobby. Nadie practica un hobby si te trae problemas.

Pero en los ochentas no fue un hobby. Era un grito de ese tiempo.
Y lo que pasó ahí fue la crisis económica del gobierno de Alan García, que fue brutal. Incluso, si no hubiera pasado lo de Voz Propia en la Feria del Hogar, si Leusemia no se hubiera separado después de sacar su primer disco, la crisis los hubiera reventado.

Aunque Rio, Arena Hash pegaron.
Porque tenían la difusión radial. Entre el 85 y el 87, que fue la época del boom con García, estaban de moda Miki González, Rio, SOS, Trama, etc. Cuando empieza la crisis, del 87 en adelante, todos esos grupos desaparecieron. El tercer disco de Miki, ‘Puedes ser tú’, pasó completamente desapercibido. El único que sobrevivió fue Arena Hash. En los 90 si bien el mercado creció, lo hacía poco. Había espacio para pocos grupos que eran los que se llevaban los contratos: Nosequien y los Nosecuantos, Miki de la época de “Akundún”, Pedro Suárez-Vértiz.

La generación que, de alguna forma, tomó la posta fue la de Mar de Copas.
Cuando Miki se cayó, se abrió un pequeño espacio donde entraron Mar de Copas y Libido. Eran fines de los noventa y yo ya era el manager de Mar de Copas.

Cuando Mar de Copas crecía, la percepción era que debía ser la banda internacional que el Perú no había tenido. ¿Fue así?
Nunca lo pensé así. Y eso me lo enseñó mi experiencia con una compañía discográfica. Hasta los 90, las reglas del negocio del rock eran claras: si querías ser un grupo de alcance internacional, tenías que vender un montón de discos en tu país. Esa era la condición. Sus artistas prioritarios a nivel latinoamericano eran Maná, Fito Páez. Y acá, con la piratería, los grupos locales no tenían manera de demostrar que vendían. Las ventas oficiales eran ridículas: un disco de oro era 5 mil discos; y en EE.UU. es 500 mil. ¿A qué disquera le iba a interesar un grupo que vendiera 5 mil? Sin embargo, a mediados de los noventa se abarataron los costos y se empezó a producir más. La cantidad de discos que se han producido en el Perú de mediados de los noventa para acá es muy superior a la que se produjo de mediados de los noventa para atrás. La diferencia es abismal. Todo el mundo habla del rock de sesentas en el Perú, pero si ves fríamente, la gran mayoría de grupos sacó un disco o dos, por ahí con excepción de Los Yorks y Traffic Sound. Y tenían toda la difusión.

¿Se ha sobrevalorado la generación del sesentas?
Se ha pasado de la subvaloración a la sobrevaloración. Nadie se acuerda que a principio de los ochenta todos los subterráneos decían que los sesentas era una mierda, que eran ‘rockopia’, que cantaban en inglés. Eran despreciados y ahora son una suerte de dioses. Pero en realidad es ninguna de las dos cosas. Ni eran una mierda ni eran los inventores del punk. Otra cosa muy peruana es lo pendular: del endiosamiento a ser un demonio. Lo mismo le ha pasado al rock subte.

¿Qué virtudes tuvo la generación paralela al rock subte, con los Rio, Trama, Arena Hash? Hasta ahora ciertas élites las denominan como “rock comercial, pacharacos, poperos”.
Me parece injusto meter a todos en un mismo saco. Miki sonaba en radios, pero me parece una locura meterlo en el mismo saco con Trama, que era un grupo que no tenía ningún valor. Era una copia de Soda Stereo.

Sin embargo, diría que Rio logró captar la esencia del joven clasemediero, rockero convencional de ese tiempo.
Exacto. Uno de los mitos que se ha construido es que el rock es por esencia contestatario. ¡Mentira! Tal vez lo fue en una época. El rock también ha sido convencional. Los grupos a los que se llamaba ‘comerciales’ –lo que es falaz porque comerciales son todos desde el momento que venden sus discos– trataron de convertir al rock de un fenómeno amateur en un fenómeno profesional, en una forma de ganarse la vida. En ese sentido, la llamada escena comercial de los ochentas dio el paso que no dieron los de los sesentas. Para Miki dejar el rock no era dejar un hobby sino era abandonar algo que lo gratificaba y era su forma de vida, era su chamba. Entonces, cuando aparecen los grupos de los noventa, tipo Mar de Copas, ya sabían lo que era la chamba dentro del rock.

LOS NUEVOS CIRCUITOS DEL ROCK LOCAL

Tras la reedición de ‘Alta Tensión’ y la publicación de la ‘Enciclopedia…’, ¿cómo estamos, hacia dónde vamos?
Me atrevería a decir que el rock peruano está en su mejor momento. Entendiendo por mejor momento donde la escena está bastante consolidada, creciendo en términos que aparecen muchos grupos, se producen muchos discos, las condiciones de sonido mejoran. Escuchas, por ejemplo, el último disco de Mundaka y suena bien. Por otro lado, la tan mentada internacionalización, ya se está llevando a cabo pero una manera que nadie se imaginó: de forma independiente. Laguna Pai gira todos los años, Bareto ni qué decir. La Ira de Dios es un grupo que lo último que puedes decir es que hace música accesible y, sin embargo, han girado en Europa.

Más de 30 años después, la palabra autogestión –abanderada por el rock subte– ha recobrado una fuerza inusitada.
Los grupos de la última generación ven su música como un arte y al mismo tiempo como lo que siempre ha sido: un negocio, una empresa, que hay que gestionar. Han aprendido a relacionarse con las empresas para pedir auspicios, a negociar sus contratos, a hacerse respetar.

Una de las críticas a la ‘Enciclopedia…’ es que incluye a grupos que no se ajustan a ciertos parámetros de lo que es rock. Hoy, noviembre de 2018, ¿qué es rock?
Que un metalero –y esto es, porque ya en el metal no se puede hablar de que sea una cosa pura– me diga que Olaya Sound System no es rock, no lo comparto pero lo puedo entender. Pero que un grupo de rock progresivo me diga eso o que un grupo de música electrónica no merece estar dentro de una enciclopedia del rock, es francamente...

No entendió la esencia del rock progresivo.
Así es. Lo que ha ocurrido con el rock es que por sus mismas características, ha ido incorporando formas musicales ajenas a lo que era originalmente el rock and roll, como la música clásica, el jazz, el funk, los ritmos afro, la salsa... ¿Alguien me puede decir que Santana no es rock en el mismo sentido que lo es Black Sabbath?

Sin ir muy lejos, tenemos a El Polen.
Si tomamos a Doors como un sonido modélico de lo que es el rock, El Polen no es rock.

¿Y existe el rock peruano?
Durante los ochenta se discutía mucho la identidad del rock, que el rock tenía que tener un elemento distintivo que lo identificara. Eso es absurdo. El rock no es más o menos peruano porque use instrumentos tradicionales andinos o porque se fusione con ritmos andinos. Para mí es más cercano Frank Zappa, Doors o Krafwerk, que un vals o un huayno, porque he crecido escuchando música urbana, que es rock, salsa, disco. Finalmente, la discusión sobre la identidad del rock de cada país se ha diluido. La cultura peruana, como la cultura del mundo entero, es una mezcla de todas las culturas.

¿Para distinguirse en el extranjero no es necesario que el rock local tenga un sabor de nuestra tradición?
No necesariamente. Y no digo que no sea bueno que lo tengan. Cualquier grupo puede presentarse afuera como exponente del rock peruano. El Perú es todo. Por eso ya dejó de ser un demérito cantar en inglés.

Otra de las críticas –inevitable– a ‘Enciclopedia...’ es que no incluye a varios grupos. Pero ya alistas el volumen 2. ¿Crees que será necesario un volumen 3?
Sobre las críticas, eso está advertido en el nombre y en el prólogo, donde queda claro que es una primera parte. Y sí, por lo menos, da para tres volúmenes. Ya tengo una lista de 200 grupos, con muchas bandas nuevas y olvidadas.

Apasionado de la música, gritante, filósofo, productor, manager, conductor de TV con Distorsión. Has estado en casi todos los escenarios en torno a la música. ¿Qué te falta?
Lo que siempre se me quedó como una espina es no hacer un programa de radio. Me encantaría que pase, pero no planifico tanto y me gusta improvisar en el momento.

¿Las columnas de Pedro Cornejo son la música y la filosofía?
Más música que filosofía. La filosofía me dio una cierta metodología para pensar, plantearte ciertos problemas y perspectivas.

Reestructuro la pregunta: ¿Escribir y la música son las columnas de Pedro?
Eso sí, pero siempre más música. Dedico muchísimo más tiempo de mi vida a escuchar música que a cualquier otra actividad.

AUTOFICHA:

“Nací en Lima, en 1961. Estudié en la Universidad Católica, donde salí como licenciado en Filosofía. Luego no estudié nada más. Y toda mi relación con el rock ha sido autodidacta. He usado la formación filosófica que tengo para escribir sobre rock. Ha sido mi gran herramienta conceptual”.

“He escrito en varios diarios, sobre todo en El Comercio. Fui ejecutivo de Warner Music dentro de El Virrey, de donde salió el sello Eureka, y luego con Manolo Barrios y Pelo Madueño creamos el sello Navaja. Y he sido manager de Mar de Copas por cinco años más o menos”.

“También he sido profesor de Filosofía. Ha sido mi actividad constante. Del rock peruano, siempre vuelvo a Los Saicos, que es un hito, al 'Virgin' de Traffic Sound, al primero de Frágil, pese a que me gustaba más como sonaba en vivo. Y de Leusemia, me quedaría con el 'Yasijah' y el 'Entre
los árboles' de Mar de Copas”.

Pedro
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