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Esta frase me quedó grabada en la mente mientras conversaba con ellos: "Dos gallos pueden crecer juntos y vivir tranquilos siempre, pero si se separan y se vuelven a ver, se desconocen y pelean hasta que uno muera. Es su naturaleza". Luis vive con su familia en Chorrillos, distrito en el que muchas veces participó en los torneos por el aniversario del distrito.

Decidí acompañarlo unas semanas para conocer su pasión por los gallos: crianza, entrenamiento y pelea. Una tradición muy criticada, al igual que las corridas de toros, pero a la vez defendida a capa y espada por los que la practican.

Pasé gran parte de la mañana aprendiendo todo lo relacionado con el uso de las navajas y entrenamiento. Salimos con dos de sus mejores gallos para prepararlos para una pelea que sería la siguiente semana, en Chilca, por el cumpleaños de un amigo suyo.

Después de comer pachamanca todos los invitados, cada uno alistaba su gallo para el momento estelar: la pelea. Por fortuna, el gallo de Luis destacó ante los demás, ganó la pelea y tuvo energías para seguir entrenando, esta vez con guantes, para no herir al oponente. No hubo apuestas de por medio, festejaban el cumpleaños compitiendo entre ellos.

La familia de Luis conserva en un lugar especial, trofeos, reconocimientos y fotografías de sus inicios junto a su padre.

Para ellos, los gallos son más que dos animales peleando: son dedicación, esfuerzo y satisfacción.

Ellos se niegan a renunciar a una tradición que han heredado desde hace muchos años. Para ellos, no hay maltrato animal. No hay crueldad. Ni siquiera hay polémica.

Por Renzo Salazar

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