Desde el tercer piso de una casa de Umacollo, en Arequipa, mira por la ventana las viviendas arruinadas de una generación ya extinta. “El sol es brillante, incluso violento”, me dice Oswaldo Chanove.
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En esa habitación pasa la mayor parte del tiempo. Es su estudio, biblioteca, su lugar favorito en el mundo. Es una estación de trabajo compuesta por tres mesas y sobre ellas yacen objetos tecnológicos variados: para grabar, escuchar, explorar, archivar. Frente a él, la pantalla de una Mac Mini. Y está rodeado de libros, aunque ahora lee, principalmente, en formato EPUB: libro electrónico.
Emplea una chanza para explicar su estado de salud: Si no te duele algo a los 71 años, es que estás muerto. Su gran vulnerabilidad es el sistema respiratorio. Un virus logró colarse en su sistema y lo ataca sin misericordia.
En medio de todo, ya está por culminar la lectura de Sonny Boy, la autobiografía de Al Pacino. Y acaba de recibir el diseño de una antología de su obra que van a publicar en Chile, al parecer para marzo. Precisamente, su más reciente publicación es 4799 pulsaciones por hora (Álbum del Universo Bakterial, 2024), conjunto de 18 poemas que se expresan bajo una edición minuciosa y categórica a lo largo de 76 páginas. “Pienso que es el más coherente de todos mis libros”, me dice.
Tiempo atrás conoció a una chica que llevaba un polo con esta inscripción: Todos somos raros. Por estos días escribe algunos retratos de gente rara, pero suspende esa tarea y responde estas preguntas por escrito.
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¿Se podría decir que ‘4799 pulsaciones por hora’ es la frecuencia cardiaca de la poesía (tal vez al borde de un paro)?
Luego de bastante recorrido, uno se pregunta a qué velocidad vamos por la vida. Me parece fascinante que todos los hechos de nuestra existencia tengan una base rítmica. Normalmente, la poesía se asocia a la respiración, pero, en un nivel un tanto más profundo, creo que es notoria la conexión con lo cardiaco. Y, como bien has notado, en ocasiones, la poesía se asoma a alguna lírica fibrilación ventricular.
¿La poesía puede ser dañina para la salud o, como se suele decir de la literatura en general, es una tabla de salvación?
Más que una tabla de salvación, creo que la poesía puede ser un kayak para navegar en aguas bravas. Eso siempre implica adiestrarse en las diversas técnicas para leer el río. La posición del cuerpo y el uso del remo también son decisivos.
¿En este reciente libro hay una exaltación del yo?
No diría que una exaltación. Pienso más bien que solo es uno de esos libros en los que el autor acepta con resignación y asombro su egocentrismo.

Los nombres de cada poema en ‘4799…’ parecen tener la intención de ser breves poemas. Cito algunos títulos: “¿Es el lunes un día obligatorio?”, “¿Por qué estoy yo en lugar de no estar yo?”, “¿Cuántos matemáticos furiosos se necesitan para que estés de acuerdo conmigo?”, “Soy un fue y un es pero no un será”. ¿Qué piensas?
Trabajar en los títulos es una de las partes más divertidas de escribir. Me interesa que estos jueguen en pared con el poema. Su función referencial no debe seguir una recta, sino encontrar proponer algo sinuoso y elegante. El título no solo debe ser un simple identificador, sino tener vida propia, a veces hasta exhibir cierta insubordinación.
Me parece valioso y necesario cuando escribes: “Lo falso es solo un momento de lo verdadero”. Es esperanzador, realista, quizás cínico y, sobre todo, le bajas la intensidad a esa búsqueda de la verdad en la que hoy estamos enfrascados. Vivimos un nuevo tiempo de enfrentamientos de “verdades”. ¿Cómo enfrentas el hoy (político, tecnológico, social)? ¿Eres de “los gimnastas del pesimismo”?
Pienso que soy un escéptico que con frecuencia resbala hacia el pesimismo. Creo que solo en las películas, en el último minuto, desactivan la bomba y matan a los villanos. La historia de la civilización humana, en cambio, es una obra de terror con un anticlímax efímero. Y eso a lo que llamamos verdad demasiadas veces suele ser un instrumento filoso para chavetear al primer equivocado que hace acto de presencia. Así que me parece que reconocer lo relativo de la verdad es una manera de controlar al maldito energúmeno que nos habita y que está desesperado por salir de su jaula.
También escribes: “Es obligatorio seguir pedaleando para mantener el equilibrio”. ¿En la poesía cómo se pedalea? ¿Cuándo se pierde el equilibrio en la poesía? ¿No estás cansado de pedalear en un medio literario que puede ser ingrato?
La poesía es una modalidad de estar vivo. Pienso que, si dejo de pedalear, me perdería a mí mismo, y la vida me parecería terriblemente aburrida e insustancial. Por otro lado, creo que no es saludable para la poesía andar pendiente de eso que llamamos “el medio literario”. En esa medida, con Luis Hernández, quiero creer que los poetas son prófugos.

Dices que te hacen feliz los ritmos palpitantes y las abruptas disonancias. Y esa frase me hace pensar en la música. ¿La música te hace más feliz que la poesía? ¿Eres un músico frustrado? ¿O, capaz, tuviste una banda?
Mi abuelo Juan Francisco Chanove fue un músico importante a principios del siglo XX, entonces yo alguna vez soñé con ser pianista, pero algo en mi configuración cerebral me lo impidió. Luego pensé erróneamente que podría tocar la batería en una banda de rock. Solo me ha quedado ser un devoto oyente, aunque en ocasiones, mientras escribo, siento que es mi oreja la que me guía, y que hay cierta actividad musical en esas palabras.
En el 2019 me comentaste que por esos días de agosto escuchabas “rock indie”. ¿Ahora qué escuchas?
Hay un tema fascinante de John Adams que se llama «Must the devil have all the good tunes?». Al piano va Yuja Wang. Pero sigo escuchando de todo. Desde clásicos entrañables como Bowie hasta Charli XCX. Depende del ánimo, puedo escuchar a la Fania, pasar por Leonard Cohen y llegar hasta León Benavente y Leiva. Últimamente he disfrutado bastante el último disco de The Cure.
¿Qué canción debemos ir a escuchar después de esta entrevista? ¿Y por qué?
Ja, ja, ja. Yo creo que sería conveniente poner el mix para descubrir, y entonces apretar el botón de aleatorio. Tengo muchos amigos melómanos que se han quedado pegados a la música de su juventud y están seguros de que todo lo contemporáneo no está a la altura. De esa manera se pierden cosas interesantes y muy divertidas.

Autoficha:
-“Nací en el Cercado de Arequipa. Mientras me preparaba para la universidad tomaba notas del cuestionario desarrollado. Esas notas, leídas fuera de contexto, tenían una extraña belleza. Luego descubrí que la poesía es el lenguaje más extraño producido por el ser humano. Y seguramente el más hermoso (después de la música)”.
-“He publicado nueve libros de poesía (El héroe y su relación con la heroína, Estudio sobre la acción y la pasión, El jinete pálido, Canción de amor de un capitán de caballería para una prostituta pelirroja, Las palabras no pueden expresar lo que yo experimenté entonces, Plexo solar, El motor de combustión interna, Una doméstica impugnación del infinito y 4,799 pulsaciones por hora), dos novelas (Inka Trail y La vida de los vertebrados) y una colección de relatos cortos (Vidas infames). Mi proceso para escribir empieza con una buena dosis de lectura”.
-“Soy un lector omnívoro. El origen de muchos de mis versos está en lecturas que no tienen nada que ver con la poesía. Cualquier cosa, si lo miras desde cierto ángulo, puede revelar algo poético. Mientras leo voy escribiendo mentalmente y cuando llega el momento salto a mi escritorio e intento ordenar la nube de palabras”.
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