Cuando habla del shambar, la voz se le quiebra un poco y sus ojos, al parecer, se humedecen. Tal vez sea por los recuerdos de infancia que llegan a ella cuando se le pregunta por la preparación trujillana y lo más probable es que sea por la conexión que tiene con su abuela, quien adoptó el plato y lo compartía en cada fiesta, reunión o almuerzo que había en su casa. “En el trailer de mi vida saldría ese plato”, confiesa la periodista Nora Sugobono. Y así como ella tiene una relación especial con el shambar, muchas personas identifican cierta receta como parte importante de su vida.

Haciéndole tributo a este lazo, presentó su primer libro: Mujeres con apetito (Grijalbo, 2019), en el que reúne historias y recetas de peruanas que han aprendido, a través de la cocina y comida, a ser fieles a sí mismas. Desde hace más de diez años que se dedica al periodismo gastronómico y por eso ha adoptado cierto manierismo al hablar. “El libro se venía cocinando en mi mente desde hace un buen tiempo”, nos dice, como si hablara de un potaje. Enciendo la grabadora y nos adentramos en el apetitoso mundo de la cocina y sus significados, que ella ha preparado.

-¿Cómo nació la idea de hacer tu primer libro?

Desde hace un tiempo colaboro con editoriales en proyectos vinculados a la gastronomía como la edición de recetarios, en paralelo a mi trabajo en El Comercio. A principios del año pasado le presenté al sello editorial Penguin Random House varias ideas y nos quedamos con la de hacer un manual con recetas que lo curan todo. Pero en el camino me di cuenta de que, sin desmerecer a los grandes cocineros con quienes conversé, sus historias ya habían sido contadas, pero las de las mujeres no tanto. Eso se juntó con que me tocó investigar sobre las mujeres periodistas en El Comercio a propósito de sus 180 años y encontraba historias increíbles. En el camino se juntan estas dos cosas y digo: “Este es el libro que tengo que hacer”.

-¿Por la falta de protagonismo de mujeres en la cocina es que decides esta selección?

A nivel de alta cocina, creo que las mujeres siempre han estado presentes. Pero los reflectores no han estado sobre ellas. Hasta hace unos 10 o 12 años, a las mujeres en la industria se las solía colocar en dos categorías. La primera, la de matriarca criolla como la mujer cariñosa, que siempre te la imaginas cerca de los fogones y que suele conservar el legado familiar. La segunda, la de repostera.

-La selección de participantes es variada. No hablamos únicamente de cocineras, sino también de empresarias, blogueras y periodistas.

Al principio mapeamos a todas las cocineras peruanas que pudimos, pero me di cuenta de que no solo quería hablar de cocina desde el punto de vista gastronómico, sino quería voces que me permitieran ahondar en la relación cotidiana que tenemos con la comida. Por eso está María José Osorio, creadora de Soltera Codiciada, para hablar de comida y cultura pop. También conté con la perspectiva de Raquel Rottmann, psicóloga y terapista sexual. Siempre he creído que la comida no es solo comer. Por eso es que en mis textos a veces de lo último que termino hablando es sobre el plato. Quiero los relatos que vienen con estos.

-La gastronomía, la cocina y las recetas son mucho más que solo ingredientes y procedimientos.

Claro. Yo puedo hablar de la cocina desde un punto de vista técnico, pero me aburre. Nunca he querido hacerlo. Felizmente he tenido la libertad de plasmar una visión mucho más personal. No quiero desmerecer cuando alguien habla del término de cocción o de la antigüedad de un vino, pero a la hora de la hora tú no sabes nada de eso. Tú sabes si te gusta o no.

-Por eso se podría decir que desde el periodismo gastronómico también es valioso escribir que un osobuco está tan suave que se parte con la cuchara a decir que la temperatura y el tiempo de cocción fueron ideales.

¡Exacto! Ahora, todo depende de lo que busca el lector. Si vas a una revista especializada, sí importan algunos datos. Pero, al final, la comida debería ser algo cercano. Hablemos de un menú de degustación o de una salchipapa de carretilla.

-¿Qué te atrajo de esta rama del periodismo?

Bueno, la verdad es que en un principio ni siquiera pensaba en el periodismo como una opción. Cuando regresé de Barcelona, la única experiencia que tenía fue que trabajé en un noticiero. Mandé mi CV a la revista Cosas y me aceptaron. De lo primero que me mandaron a escribir fue sobre cocineros y entrevisté a figuras como Flavio Solórzano y Pedro Miguel Schiaffino. Todos ellos eran los hijos del boom gastronómico y en ese momento eran como rockstars.

-En la publicación también cuentas que tu madre dice que de niña no te gustaba comer. ¿Cuándo cambió eso?

Viviendo en Barcelona, estando lejos de Perú. Extrañaba mucho el país y ahí me di cuenta del vínculo que tenía con la comida. Extrañaba los sabores, los rituales alrededor de la comida y las historias que guardo en mi memoria. En paralelo me metí a ser cajera de un enorme restaurante en el centro de Barcelona y, con 18 años, conocí lo demandante que era la vida dentro de un establecimiento. Tuvo su parte fea: pasé varios Años Nuevos, Navidades y hasta lloraba porque me gritaban. Pero también era bonito conocer todo este mundo que me era tan ajeno.

-¿Qué es la cocina para ti?

Yo no sé cocinar. Es decir, puedo hacer buenas pastas, pero siempre me han fascinado y generado iguales cuotas de admiración y envidia las mujeres que se saben recetas de memoria. Yo no poseo esa capacidad, pero vamos a decir que tengo buena sazón. Cocinar no es lo mío, a mí me gusta comer. Soy antojada y siempre que me provoca algo, trato de hacerme caso. La comida, más allá de despertar el apetito, más allá de alimentarte el cuerpo, es una fuente inagotable de historias porque nos acompaña todos los días. Es parte de nosotros.

AUTOFICHA

- “Mi nombre es Nora Sugobono y tengo 34 años de edad. Nací en Lima. Al mudarme a España, estudié la carrera de Comunicación Audiovisual en la Universidad Autónoma de Barcelona. Nunca había estudiado tanto como lo hice para ingresar, pero lo logré”.

- “Cuando me aceptaron la idea del libro, pensé de inmediato en Diana Kisner para las ilustraciones. Su trabajo es perfecto y supo capturar la esencia de todas las mujeres. Las plasma desde una perspectiva tan íntima y creativa que todo combina muy bien”.

- “Siempre que como pastas, pido algo con mariscos, o alguna carbonara. Nunca tuco, porque el que hace mi abuela es el mejor para mí. No me atrevo a probar otros sabores. Estoy segura de que pueden existir otros que sean mejores, pero ese es un plato intocable y no gasto ni el tiempo ni las calorías”.

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